El primer lugar que sirve para comenzar a aprender, relacionarse con otros y crecer como persona es, sin lugar a dudas, la escuela. Por ello mismo, cuando el colegio de la Vall d’Almonacid veía peligrar su continuidad por falta de alumnos la asociación Interpreta Natura inició el proyecto 'Escuela rural activa = Escuela viva'. Una idea que salió adelante gracias a los 27.550.00 € concedidos a través de la convocatoria de Acción Social en el Ámbito Rural 2020 de la Fundación 'la Caixa'.

A principios de año, solo contaban con cinco alumnos, el ratio mínimo que se exige para mantener un colegio abierto. Ahora, una familia con tres hijos que hasta el momento residía en Canarias y la incorporación de otro niño de un pueblo cercano han conseguido que la situación sea diferente. El colegio seguirá en pie y el proyecto ha transmitido el verdadero valor de la educación rural. 

La educación como herramienta

El pueblo situado en la comarca del Alto Palancia cuenta con unos 280 habitantes. Gloria Falomir, una de las impulsoras de la escuela, quería aprovechar las oportunidades del entorno a la hora de trabajar con niños. «Lo importante es crear redes de conexión entre los alumnos y la gente del pueblo», explica. 

Según Falomir, un colegio como este cuenta con unas herramientas difíciles de encontrar en un aula urbana. Los implicados en la escuela activa unen el temario académico con actividades que fomentan valores ligados al territorio. Uno de ellos, la importancia de conservar el patrimonio natural que les rodea a través de visitas al parque natural de la Sierra de Espadán o bien al huerto orgánico que tanto estudiantes como vecinos del pueblo mantienen juntos. 

Estudiantes y vecinos del pueblo mantienen un huerto orgánico juntos para promover el patrimonio natural. MEDITERRÁNEO.

Aunque el sector de la naturaleza no es el único a destacar. «También nos interesa que aprendan sobre patrimonio material y la memoria histórica del lugar que les rodea», relata. Para ello, los integrantes del colegio realizan talleres o gincanas en los lugares más emblemáticos de la zona, como el recién restaurado castillo morisco de Almonacid o las trincheras de la Guerra Civil en el frente del Levante.  

Otros trabajadores del pueblo también se involucraron desde un inicio con la asociación para el rescate de la escuela. Han realizado actividades con la banda municipal y talleres sobre oficios tradicionales de la zona como la recogida de olivas. «Que conozcan esto es importante para el relevo generacional», defiende Falomir. Una implicación social en la que los vecinos y sus oficios se convierten en referentes para los niños, afiliando todavía más el sentimiento de comunidad entre los habitantes. 

Como ejemplo, Cristina Llopins, quien además de ser concejala del Ayuntamiento también trabaja desde hace cuatro años en el comedor escolar. Su labor en el pueblo viene desde hace muchos años, pero señala que ella misma se ha dado cuenta de que a partir de estas iniciativas «los niños adquieren más conocimientos que con las clases normativas». Poder aprovechar los recursos del pueblo es algo que considera necesario. Cuando terminan de comer organiza excursiones al río con los niños para que disfruten del aire libre. Lo hace porque para ella es crucial que aprecien esta calidad de vida que el lugar les ofrece y, sobre todo, porque «un pueblo sin niños es un pueblo muerto».

De Canarias a la Vall d'Almonacid

Todas estas posibilidades son lo que consiguieron que familias como la de Fernando Collado y Elisabet Julio hayan elegido la Vall d’Almonacid para vivir. La pareja tiene tres hijos pequeños, y después de estar viviendo una temporada en Canarias decidió cambiar de aires. «Llevamos dos meses pero ya nos sentimos como en casa», cuentan. Desde hace años ambos están conectados con la vida del medio rural y están seguros de que un colegio en un pueblo puede aportar más beneficios frente a una escuela en la ciudad. Algo que demuestra que el ser pocos niños no es un inconveniente, ya que «consiguen relaciones más cercanas», y cómo la educación es una herramienta poderosa que realmente sirve contra la despoblación. 

Fernando Collado Márquez y Elisabet Julio Sifre dejan su residencia en Canarias para instalarse en la Vall d'Almonacid. MEDITERRÁNEO.