De las inundaciones de Benicàssim ha pasado ya más de una semana, pero sus efectos siguen arrojando imágenes sorprendentes, y no solo en su término municipal. Que se lo digan a los bañistas que ayer se acercaron a las playas de Almassora o los últimos días al Grau de Castelló, donde sobre la arena se acumulaban decenas y decenas de cañas y restos de vegetación que incluso obligaron al Ayuntamiento del primer municipio a cerrarlas al baño hasta que pudieron retirar los restos de la costa.

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Cientos de cañas de la riada de Benicàssim sorprenden a los bañistas de las playas de Almassora y el Grau de Castelló Gabriel Utiel

Joan Antoni Trenco, concejal de Playas de Almassora, tiene claro el origen de esta incidencia. «Las corrientes han ido sacando cañas y mobiliario hacia el litoral aguas al sur», con procedencia de los arrastres generados por las recientes inundaciones de Benicàssim. Un ciclo natural inevitable, pero que evidencia una problemática que comparten muchos municipios costeros: la falta de limpieza de los barrancos acaba pasando factura.

Desde el momento en que el Ayuntamiento de Almassora detectó la incidencia, movilizó a la brigada municipal y contrató a una empresa local de limpieza, que se sumó a la maquinaria facilitada por el Consorcio Provincial de Bomberos y una brigada adicional, dada la envergadura del problema generado.

Aunque en el Grau de Castelló la concentración de restos vegetales no era tan abundante, lo fue lo suficiente como para llamar la atención a quienes se acercaban a la línea litoral.

Cuando llueve tanto en tan poco tiempo, incluso las mejores infraestructuras de evacuación se ven desbordadas. Si a esa circunstancia se suman otras que sí serían evitables, se produce la conjunción perfecta para generar una afección por la que los ayuntamientos llevan años reclamando alguna solución.

Riesgo grave

En época de lluvias torrenciales, que cada vez es más amplia y dispersa a lo largo del año, se repite la misma reivindicación. Hay que limpiar los barrancos, una competencia de la Confederación Hidrográfica del Júcar que año tras año asumen muchos consistorios ante el temor de que las grandes avenidas de agua provoquen escenas como la que se vivió en agosto del año 2015, en Nules. El arrastre de miles y miles de cañas provocó un monumental tapón en el puente del canal de la Gola, impidiendo la evacuación de la riada al mar.

Las consecuencias podrían haber sido desastrosas. El mencionado canal es el que evita en gran medida que se inunde la Marjaleria cuando se producen estos episodios meteorológicos extremos. Se evitaron males mayores porque dejó de llover y el Ayuntamiento estuvo trabajando toda la noche retirando con maquinaria especial el material.

Lo que pasó hace seis años en Nules y lo sucedido ayer en Almassora supone el mismo toque de atención. Si no hay mantenimiento anual, hay peligro.