Cada gesto, cada mirada, cada sonrisa, cada rincón de la Vall han hablado este sábado de regreso, el de les Penyes en Festes, una fiesta que durante dos años, a pesar de haber tenido alguna oportunidad de retomar alguna de sus citas, optó por esperar, porque su lema desde el primer momento siempre ha sido «o todos o ninguno». Y la de hoy ha sido una imagen del «todos».

Más de 2.000 personas han participado en la multitudinaria comida que sirve de excusa a los peñistas desde hace años para reencontrarse en el Mig Any Fester, que en esta ocasión no lo es tanto por el aplazamiento por la pandemia, de febrero a abril. Tombet de bou en los platos, después de haberse pasado la mañana ambientado la ciudad y llenando los bares.

Un esfuerzo adicional

El presidente de les Penyes, Vicente Pitarch, ha reconocido que afrontaban la jornada con los nervios de las primeras veces, pero con la convicción de que iba a ser «espectacular». A los dos años de espera se han sumado 15 días de cielos cubiertos y lluvias incesantes, por lo que las ganas se vieron desatadas. Pitarch concluye que «el pueblo lo merecía» y de ahí el esfuerzo por ofrecer un espectáculo a la altura de las circunstancias.

Del mismo pensar es el edil de Fiestas, Lluis Diago. «Después de todo lo que hemos pasado», el regreso de las celebraciones populares no es más que un bálsamo al que nadie quiere renunciar. «Empezamos dando un pequeño paso el octubre pasado con la Sagrada Familia y Sant Roc, y hemos continuado con las Fallas, aunque ha sido una lástima la lluvia, porque ya habría sido un anuncio de la vuelta a la normalidad», señala. De este modo, han sido les Penyes «una fiesta que aglutina y hermana a mucha gente», la que ha asumido ese reto, la de la vuelta a la vida como era antes.

La música de la charanga y las blusas de colores tomaron la Vall y enviaron un mensaje casi ensordecedor: ya hemos tenido bastantes disgustos. Toca alegría.