Desde su primera convocatoria, el Festival de Guitarra Estanislao Marco de la Vall d’Uixó ha compartido un mensaje universal, el de la música de la guitarra, para el que no hay fronteras ni idiomas que limiten su transmisión. Alumnos y participantes de diferentes países se han dado cita en este encuentro que tiene como propósito principal compartir y difundir el legado del compositor Estanislao Marco, y propiciar un intercambio de conocimientos y sensibilidad por el mundo de la guitarra en particular y de la música en general. Este año, además, los acordes y melodías han enviado un mensaje de paz, a través de la participación de la joven intérprete Valeria Chechuro, que hasta hace muy poco vivía con su familia en Kamianske (Ucrania) y que está en España en condición de refugiada, desde el pasado 2 de junio.

 

Esta guitarrista de 16 años asegura que no entiende su vida sin tener una guitarra entre las manos. Practica todo el día, todos los días, y en sus planes de futuro, sean los que sean o los que le permita la vida a partir de ahora, la guitarra es una parte esencial, no entiende su futuro sin ella. Hasta aquí, comparte muchas coincidencias con el perfil del resto de participantes en el festival de la Vall d’Uixó. Pero para Valeria, en plena formación en su país, y participante habitual en conciertos y concursos, hablar de lo que ha dejado atrás —sus compañeros, en especial su profesor—, es muy doloroso.

 

Acogida en casa de una profesora de la Universitat Politècnica de València, María Casanova, con su madre y su hermana —que lleva estudiando en España desde hace tres años Restauración y Conservación de Bienes Culturales—, llega al Festival Estanislao Marco de la mano de la profesora Margarita Escarpa —ha impartido hoy clases magistrales en la Vall—, que la conoció en un concurso en Ucrania y al conocer su nueva situación, la invitó a participar en este encuentro.

 

Lo que podría parecer una simple anécdota, ayuda a comprender cómo huyó de su país gracias a la ONG Open Arms, que fletó un avión para ayudar a familias ucranianas a alejarse de la guerra: la guitarra de Valeria, entre tantas y tantas cosas, recuerdos y proyectos, se quedó en Kamianske. Le regalaron una en Polonia, su primera parada en Europa, la que ahora cuelga de su hombro, aunque no es como la suya. Escucharla interpretar con un buen instrumento entre los dedos es el verdadero mensaje que ella quiere transmitir tan lejos de su hogar.

Con la ayuda de profesores y su familia de acogida, espera poder hacer las pruebas de acceso a un conservatorio en València. La vida debe continuar, porque no hay fecha de regreso, por el momento. Mientras tanto, Valeria seguirá tocando la guitarra, ese lenguaje universal que para entender solo hay que escuchar y que en la Vall, gracias a su presencia, contribuye a enviar un mensaje de paz e integración, porque cuando suena la música, no importa el origen o el idioma, solo hay que disfrutar.