La preocupación e incluso «el miedo» han ido en aumento en Nules de manera paulatina desde que el pasado mes de marzo un grupo de personas okupó una vivienda de primera línea de su playa

Pese a que llevan tiempo habitando un edificio de tres plantas muy próximo a la Gola, en pleno centro del casco urbano marítimo, la inquietud entre los residentes ha crecido los últimos meses, por las constantes peleas y situaciones violentas de las que son temerosos e involuntarios testigos, lo que ha requerido en multitud de ocasiones la presencia policial, sin que puedan hacer más que dejar constancia de lo sucedido, porque no han podido echarlos.

Según parece, por la información recabada por Mediterráneo a través de diferentes fuentes consultadas, varios jóvenes viven en la casa okupada de manera habitual, pero el paso de personas es frecuente, moviéndose con total «naturalidad e impunidad», como si no estuvieran, de facto, usurpando el uso y disfrute de la construcción sin la autorización de sus legítimos propietarios.

Imagen de la vivienda okupada en la primera línea de playa de Nules. MÒNICA MIRA

Durante algún tiempo, «al principio, junto a los jóvenes había un hombre de mediana edad, que parecía el jefe, y mantenía a raya determinados comportamientos». Pero se marchó y desde entonces, «los gritos y las peleas son constantes, y en ocasiones dan mucho miedo». Porque para quienes han podido escuchar los enfrentamientos, es evidente que dentro de esas cuatro paredes se producen agresiones, sobre todo contra una de las jóvenes okupas, víctima de violencia de género.

El hecho más violento

Hace poco más de una semana se produjo un episodio «muy violento y desagradable» del que fueron protagonistas dos perros que estaban en la casa con los okupas. En una pelea uno de ellos, de presa, agredió al otro hasta matarlo. De acuerdo con lo relatado a este periódico, tanto la sangre como el cadáver del animal estuvieron días en el exterior, a la vista de todos.

Los okupas disfrutarían de luz y agua a costa de los dueños de la vivienda, que no pueden cortar esos servicios por no enfrentarse a problemas legales. Nadie, entre las personas consultadas, tiene dudas de que el consumo de drogas es habitual en el interior, e incluso se ha detectado un sospechoso tráfico de gente que podría estar relacionado con su venta. 

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Un día pudo verse como vaciaban mobiliario del interior del edificio con el propósito, según recelan los testigos, de venderlo.

Las personas consultadas creen que hay un proceso judicial para echarlos, pero no conciben la impunidad de los okupas.