José Luis Pérez Vegas es un vecino de Moncofa de 87 años de edad y, aunque nació en la localidad malagueña de Archidona, se considera un moncofino más. Tras emigrar de la tierra que le vio nacer, a consecuencia de la Guerra Civil, su familia se asentó en un paso a nivel que había en la localidad valenciana de Silla.

Allí, su padre se encargaba de poner y quitar las cadenas que cortaban el tráfico cuando venía algún tren. José Luis tenía 12 años y, aunque era un niño, comenzó a fijarse en las locomotoras que tiraban de los vagones, tanto de mercancías como de pasajeros. Como la línea de ferrocarril unía las capitales más importantes, todos los días pasaban trenes que iban en dirección a Valencia o Madrid. No pasaban muchos, pero eran los suficientes como para tener que estar pendiente de cortar el tráfico.

Era el año 1943 cuando este vecino de Moncofa empezó a enamorarse de las locomotoras y a memorizar los diferentes modelos. Al principio todas eran de carbón. Posteriormente aparecieron las de combinaban carbón y gas-oil y finalmente nacieron las que eran alimentadas solo con gas-oil.

Un recuerdo tangible

Después de muchos años y recordando aquellas vivencias, José Luis, que siempre destacó por ser muy mañoso, a los 85 años se propuso elaborar con hierro aquellas locomotoras que a las que esperaba ver pasar de niño. Siempre tuvo gran facilidad para memorizarlas y, como él mismo explica: “Recuerdo que el maquinista venía pitando y, según el sonido, sabía que tipo de locomotora era. Si era de noche, como estaba durmiendo, el sonido me despertaba, pero no salía a verla, porque además había muy poca luz y no se podía ver”.

Su sorprendente memoria es su mejor aliada ya que, como explica “todas las locomotoras que he hecho no las he sacado de ninguna foto. Las tengo todas en la memoria ya que durante los años que estuve en Silla vi pasar miles”.

Un auténtico museo

En la actualidad, se puede decir que José Luis Pérez tiene un museo digno de ser visitado, en su propia vivienda. Todo lo que ha construido, lo ha hecho con mucha dedicación, a base de habilidad y esfuerzo.

Para materializar las locomotoras ha invertido una media de un año. Algunas de ellas las ha construido casi simultáneamente, porque aprovechaba el material y cuando tenía que soldar o remachar piezas, lo hacía en todas. Las ruedas cuentan con rodamientos e incluso tienen luz. Todo es artesanía, “porque tienes que ir haciendo las piezas e ir comprobándolas hasta que quedan bien, para después montarlas», explica José Luis. Entre sus réplicas se encuentra la primera locomotora que se construyó alimentada por carbón, otra de las que funcionaba con leña, una mixta de carbón y gas-oil, y otra de gas-oil. El germen de su obra son los carruajes de madera.

Según explica José Luis, “en Moncofa está Francisco Alemany (Quique), que en aquellos años tenía caballos para el tiro y arrastre (hoy sigue teniéndolos). Un día me quedé con la imagen del carro y los caballos y decidí construirlo. Cuando Quique lo vio me dijo que cómo era posible que lo hiciese tan bien. Los carruajes están hechos con madera. La base se hace de una pieza y las piernas están pegadas, pero hay que tener precisión para que queden bien. También tengo un toro de Méjico y un barco-carguero de los que en aquellos años transportaba especies comestibles”.

Para José Luis su casa es un museo y explica: “Todo lo donaré a la familia. Mi nieto, Víctor, está enamorado del trabajo de su abuelo, porque es un recuerdo para toda la vida y quiere mantenerlo. Me produce mucha satisfacción que mi familia aprecie tanto este trabajo”. Es fácil que muchos vecinos desconozcan esta faceta de constructor de locomotoras y objetos, pero los niños y niñas del colegio podrían hacer una visita y él mismo les daría la mejor de las explicaciones, para que conocieran de primera mano, como eran las locomotoras de principios del siglo XX.