DEBATE TRAS LA DANA
Europa avisa de que limpiar ríos agrava las inundaciones, pero en Castellón hay dudas
Los expertos recomiendan retirar el exceso de caña, pero ven necesario sustituirla por vegetación autóctona

Castelló comenzó el viernes los trabajos de limpieza en el cauce del río Seco. / GABRIEL UTIEL
Los terribles efectos de la DANA de hace un mes, con más de 220 muertos en Valencia y daños materiales en muchos municipios de Castellón, han puesto en el disparadero la idoneidad de limpiar los cauces y los barrancos para minimizar, en la medida de lo posible, el riesgo de inundaciones graves.
El debate está servido y hay opiniones para todos los gustos, pero la tesis que más se ha repetido las últimas semanas es que retirar toda la vegetación de ríos y torrentes agrava la fuerza destructiva de las riadas. De hecho, las directrices de la Unión Europea van en esa dirección. La Comisión reclama a los estados miembros que apuesten por renaturalizar ríos con soluciones basadas en la naturaleza, eliminando cemento, canalizaciones y pequeños azudes.
Los expertos señalan que limpiar los lechos de ramblas y arroyos, dejándolos totalmente desbrozados y sin apenas una hierba es un error. Para empezar, recuerdan que la vegetación no es suciedad, sino que es un elemento natural que el río necesita para atenuar los efectos de las riadas. Sin esa vegetación, el agua ve impulsada su velocidad, lo que agrava las inundaciones.
«Cada vez que hay una crecida de un río, los afectados, algunos políticos y otras voces repiten el mantra de que la inundación no hubiera ocurrido si el río estuviera limpio. Limpio ¿de qué? ¿De basura? ¿De la mal llamada maleza? Los hay que llegan a pedir eliminar todo el arbolado», afirma Miguel Ángel Ortega, presidente de la asociación Reforesta, que lleva años impulsando la recuperación de espacios degradados en toda España.
«Nunca tendrá justificación la eliminación de la vegetación viva, tanto por su valor propio como porque su efecto es contraproducente para la seguridad de las personas»
Ortega señala que «puede tener sentido» retirar la vegetación seca que queda dentro de los cauces para evitar que forme barreras, pero «nunca tendrá justificación la eliminación de la vegetación viva, tanto por su valor propio como porque su efecto es contraproducente para la seguridad de las personas y la protección de edificios».
Algunos técnicos sostienen que desbrozando totalmente un río o torrente, las aguas irán erosionando su cauce y, así, este se ampliará y disminuirá el riesgo de desbordamiento. «Pero esa ampliación es a costa de arrastrar la tierra de las orillas aguas abajo. Esta tierra se va depositando en el lecho de ríos y embalses. La consecuencia es que aumenta la altura del lecho, disminuye la profundidad y, en consecuencia, la capacidad de encauzamiento de agua», explica.
«Retirar vegetación es un error hidrológico y ecológico grave»
Por su parte, Pau Fortuño, biólogo del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF), coincide en que retirar la vegetación viva «es un error hidrológico y ecológico grave».
Especies invasoras
«La vegetación que rodea a los ríos está adaptada a las crecidas del río, porque es flexible y robusta a la vez, y hace de freno cuando hay avenidas. Es parte de su función natural. En cambio, si extraemos esta vegetación y empezamos a canalizar los ríos, el agua va cogiendo más y más velocidad a medida que desciende desde las cabeceras o la zona del temporal, porque no encuentra ninguna fricción que la frene y, cuando encuentra una curva por donde salir, los efectos son peores», indica. Excluye de la vegetación natural a la caña común (Arundo donax), que es una especie invasora y perjudicial en grandes cantidades.
Por lo tanto, «las canalizaciones de los ríos y las (mal llamadas) limpiezas de los cauces aumentan la velocidad del agua y, por tanto, su fuerza destructiva». Precisamente, muchas veces los grandes males de una riada no vienen dados por la riada en sí misma, sino porque el agua toma estas velocidades tan arrolladoras.
En cambio, de lo que sí deberían limpiarse las vías fluviales es de construcciones levantadas de forma irresponsable en sus orillas, además de residuos voluminosos que sí pueden crear barreras peligrosas, añade.
Reticencias en la provincia
Pese a las recomendaciones de los expertos, esta tesis emergente de que limpiar ríos y torrentes es un error que acelera las inundaciones no es del todo compartida en la provincia y despierta sus dudas. Básicamente porque choca con la postura que los alcaldes han defendido durante muchos años, poniendo a la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) en el centro de las miradas por su criticada inacción a la hora de dar respuesta a las peticiones municipales.
«Ni hace ni deja hacer». Es uno de los comentarios que más han repetido los ayuntamientos en referencia a la capacidad de reacción de la CHJ, ya que muchos consistorios han deseado eliminar la maleza o el cañar, pero al ser competencia de esta entidad o no poder actuar sin permiso, recriminan que en más de una ocasión las actuaciones han tardado en llegar o directamente no se han podido llevar a cabo.
Uno de los ejemplos más recientes de casos locales que abogan por eliminar la acumulación de suciedad, cañas y árboles de los cauces es Castelló, que este viernes, tras lograr el visto bueno de la CHJ, empezó los trabajos de urgencia para adecuar, de manera progresiva, el cauce del río Seco, que es de los que más complicaciones pueden causar en caso de episodios de lluvias torrenciales.
Asimismo, en Burriana, el Ayuntamiento también ha solicitado esta semana al organismo estatal que limpie los tramos interurbanos del río Anna y del cauce desde Benitandús hasta la desembocadura en el Clot para proteger este preciado paraje natural.
A nivel supramunicipal, el conseller de Agricultura y Agua, Miguel Barrachina, criticó hace escasos días «el prohibicionismo de la Confederación», que impide a los ayuntamientos llevar a cabo actuaciones de limpieza en sus cauces y barrancos, «lo que minimizaría el riesgo de inundaciones». «El desplazamiento y taponamiento de cañas y residuos arrastrados por la corriente dificultaron el paso de agua en diferentes puntos de los cauces, sobre todo en los puentes, lo que contribuyó al desbordamiento», recriminó.
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