Mari Carmen y Marta cierran su peluquería en Castellón: "Trabajamos hasta el día de nuestra boda"
Tras más de 50 años de trabajo, dos hermanas bajan la persiana de su negocio y ponen fin a tres generaciones dedicadas al cuidado del cabello con un legado de innovación y trato cercano

A lo largo de su carrera, Mari Carmen y Marta han afrontado cambios y también desafíos como la pandemia. / Isabel Calpe
Con el cierre de la peluquería Abella se apaga una de las luces más reconocibles del comercio local de un municipio de Castellón, tal y como sucedió este mismo mes con una tienda de Morella, que baja la persiana tras más de 8 decadas, como reflejó Mediterráneo.
Sus responsables, las hermanas Mari Carmen y Marta, ponen fin a más de cincuenta años de dedicación al oficio, un camino que iniciaron siendo muy jóvenes y que culmina ahora con su jubilación. Con ellas desaparece también la última representación de tres generaciones volcadas en el cuidado y el estilo del cabello en Burriana, una tradición que comenzó con su abuelo, Pepe Abella, barbero de la ciudad. Después, el testigo lo recogió su padre, Ángel, junto con sus tías Teresita e Inés, en el histórico local de la calle Cova Santa, donde las niñas pronto empezaron a colaborar en las primeras tareas.
Pasión por el oficio
De su padre heredaron la pasión por el oficio, el respeto al cliente y la apuesta por la innovación. Ángel Abella fue pionero en Burriana en el corte a navaja, y transmitió a sus hijas la inquietud por aprender y adelantarse a los tiempos. «En casa siempre se hablaba de peluquería, era nuestro día a día», recuerdan. Esa visión les llevó, a lo largo de su dilatada carrera, a profundizar en el conocimiento del cabello, más allá de la moda. Fueron pioneras en bioestética y en recomendar tratamientos y productos adecuados, incluso derivando a especialistas cuando detectaban patologías capilares.
El esfuerzo ha sido constante. «Trabajamos hasta el día de nuestra boda o en las de nuestros familiares, de hecho, la primera baja por enfermedad la cogí hace apenas unos años», admite Marta. Aun así, ambas coinciden en que «no nos arrepentimos de nada, es lo que nos enseñaron desde bien pequeñas». Su amor por la profesión y por la gente ha guiado una trayectoria marcada por cambios importantes como el paso de las pesetas al euro, la evolución de las tendencias estéticas o desafíos como la pandemia. Con la experiencia, aprendieron a leer las caras de las clientas, a ser intuitivas, a respetar a las más mayores adaptando sus horarios, y a ofrecer un espacio de descanso para todas.
La peluquería ha sido el eje de sus vidas, pero también les ha permitido cultivar inquietudes como la lectura, la poesía, la filosofía o los idiomas, intereses que ahora podrán retomar. El cariño de la clientela las ha acompañado en este final de etapa. Ellas han querido despedirse sin dejar a nadie atrás, distribuyendo su trabajo entre peluquerías de confianza. «Se ha acabado una etapa, pero seguiremos en contacto, lo importante es que ha valido la pena».
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