Se marcha con un regusto amargo por no haber gozado de una segunda oportunidad para tratar de desbancar a la izquierda del gobierno. Muy a su pesar, por pura obediencia debida al partido que le hizo crecer y para evitar una guerra interna --«me voy porque no cuento con la confianza de la actual dirección nacional de Partido Popular», dejó claro desde un principio-- pero sin doblar la rodilla ante Génova y sus satélites y visiblemente dolida con quienes han propiciado su caída. Una década después de aterrizar como consellera en los últimos estertores del Consell de Francisco Camps, Isabel Bonig se despidió de la política valenciana. 

Fue un adiós por partida doble, primero en la sede del PPCV y más tarde en Les Corts. Cuarenta minutos de comparecencias que le brindaron tiempo más que suficiente para sincerarse como nunca, para deshacerse en lágrimas, para lanzar algún que otro dardo a la cúpula de Pablo Casado, para reivindicar su gestión en los momentos más difíciles del PPCV y para airear una encuesta interna que pronosticaría un posible vuelco político en la Comunitat Valenciana. También pidió perdón: por la vehemencia de alguna de sus intervenciones y por haber repudiado a Rita Barberá. 

Dar paso a quienes cuentan con el beneplácito

Obligada a dejar la presidencia regional para dar paso a quienes sí cuentan con el beneplácito de Génova --«quise presentarme pero se me dijo que no, que había un mejor candidato», remarcó, en una alusión velada al ungido Carlos Mazón--, la hasta ayer síndica de los populares ha decidido renunciar al acta de diputada autonómica para tomar distancia y retirarse a reflexionar. El PP está dispuesto a compensar su marcha, pero por ahora ella asegura que ni ha pedido ningún puesto ni ha aceptado oferta alguna. 

Bonig recordó que tomó las riendas del PPCV cuando «nadie se atrevía ni quería» y que las deja «ahora que parece que todo el mundo las quiere», una señal -a juicio de la dirigente- de que las cosas se han hecho bien en la organización. Lejos queda aquel 2015 cuando se ganó la confianza de Mariano Rajoy para tratar de reflotar una marca en horas bajas. 

Hacer las cosas "de otra forma"

La lideresa --que seguirá como presidenta hasta el congreso autonómico de julio-- no ocultó que le hubiera gustado que Génova «hubiera hecho las cosas de otra forma» trasladándole con anterioridad que no confiaba en ella. Bonig afirmó que si no ha conseguido ganarse el favor de las estructuras nacionales del partido ha sido porque estaba centrada en su labor de oposición y porque no se ha preocupado de los adversarios internos. Aún así, defendió el valor de las primarias abiertas como las que le encumbraron en 2017, con un 95 % de los votos, y deslizó que al partido no le debería asustar que se confronten proyectos.  

En el capítulo de agradecimientos, la dirigente agradeció la confianza a Rajoy, a Camps y a su círculo de más íntima confianza, formado por su número dos, Eva Ortiz, Mari Carmen Contelles y su jefa de prensa. Camps le devolvió el guiño con un tuit en el que elogió su «extraordinaria labor». 

El futuro

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Bonig no desveló cuál será su futuro. Lo único seguro, dijo, es que continuará como militante del PP. A partir de ahí, no descartó regresar a la actividad privada como abogada ni hacer política desde segunda línea, reforzando su participación en alguna de las fundaciones en las que colabora, como la Lluís Vives o la creada por Mayor Oreja, Valores y Sociedad. 

De lo primero que hizo durante su comparecencia fue celebrar el resultado de Díaz Ayuso en Madrid como un éxito de aquello que ella pregonaba en la C. Valenciana: defender unos ideales «sin complejos». «Yo empecé a poner las bases que Ayuso y otros han podido llevar a cabo en otros territorios. Dije que quería un PP que recuperase el alma y que habíamos perdido la batalla cultural y libramos una guerra a favor de la libertad. Me hubiera gustado demostrar que tenemos proyecto», lamentó. Aún así, matizó que accedió a la primera línea tan libre (y liberal) como sale.