Al igual que el universo, el centro político se expande. También en la Comunitat Valenciana, donde el tablero de juego ha adoptado en cuestión de semanas forma cóncava, inclinando los extremos y empujando a las dos grandes formaciones hacia el medio del mismo. Parece una tendencia general. Un movimiento centrípeto que a nivel autonómico comenzó a evidenciarse con el estallido del caso Oltra, tomó velocidad tras la arrolladora victoria del PP en Andalucía y se ha terminado de consolidar ante los negros augurios macroeconómicos. Ante esta concatenación de acontecimientos, PSPV y PP han reorientado sus brújulas electorales y ambas parece que apuntan al mismo espectro: el votante moderado.

Mónica Oltra fue imputada el viernes 17 de junio y 48 horas después Moreno Bonilla pintaba de azul Andalucía, mandando de paso a la ultraderecha a la irrelevancia. Desde el día siguiente, todos querían ser Juanma. La ciudadanía había premiado la gestión y la moderación y Ximo Puig y Carlos Mazón se lanzaron a una carrera por destacar aquello que les asimilaba al nuevo héroe popular. 

Los socialistas valencianos remarcaban que aquí son ellos los que gobiernan (y que lo hacen para la «inmensa mayoría», según Puig) y por tanto esperan los réditos de haber estado al volante en la pandemia y el posterior despliegue de las ayudas sociales mientras los populares, por su parte, se señalaban el escudo y daban por iniciado el cambio de ciclo.

El resultado electoral puso en guardia al PSPV y marcó, junto a la fiesta y los bailes de Compromís, un punto de inflexión en la gestión de la peor crisis botánica. Puig dejó las medias tintas ese mismo lunes y llamó a tomar decisiones rápidas, consciente de que el PP había olido la sangre.

La salida de Oltra

Pese a que la investigada era Oltra, el dedo de Mazón señalaba en todo momento al president, a quien trata de alejar del centro y acercar a sus socios de la izquierda. La salida de Oltra 24 horas después alivió a los socialistas, que vieron como el calendario se aliaba con sus intereses y Ford anunciaba ese mismo día su inversión en Almussafes.

Miel sobre hojuelas para el líder del Consell, ya que la apuesta de Ford entronca con el otro gran hito que viene destacando Puig de forma incansable, la instalación de la gigafactoría de Volkswagen en Sagunt, y alejaba del foco el caso Oltra. Gestión, gestión y gestión, como se vio en la última sesión de control al Consell de esta semana. Un all in a la economía no exento de riesgos, ya que la sombra de una recesión en otoño es cada vez más alargada.

Esa posible crisis económica en ciernes es decisiva en la percepción de la política clásica de que el centro se está agrandando. «El miedo nos hace conservadores», asegura Javier Paniagua, exdiputado socialista en el Congreso y catedrático de Historia Social y Pensamiento Político, que entiende que un clima incierto suele premiar políticas de centro.

El vicesecretario de acción institucional del PP y vicepresidente del PP Europeo, Esteban González Pons, comparte el análisis. Prevé que los nubarrones económicos refuercen a los dos partidos tradicionales. Por un lado porque, dice, la UE seguirá dando margen de endeudamiento -lo que beneficia a Sánchez y Puig-, mientras que el «centro derecha se verá impulsado por esa búsqueda de seguridad» que surge de momentos de crisis, según Pons.

¿Un modelo agotado?

El popular va más allá y habla de un «hartazgo» de «lo que se llamó nueva política tras el 15M». «Solo queda Pedro Sánchez» de aquellos líderes, recuerda mientras enumera a Pablo Iglesias, Pablo Casado, Albert Rivera o incluso Inés Arrimadas, a quien da prácticamente por amortizada. Pons defiende que los votantes «atribuyen» a estas formaciones «los fracasos actuales» y detecta «nostalgia de la Transición», por lo que concluye que el centro está de moda. 

Al margen de ese mar de fondo, uno y otro coinciden en que el 19J fue clave en la aceleración de este giro centrista. Al respecto, Paniagua destaca las «similitudes» de Puig con Moreno Bonilla y los «réditos» que ha extraído el president de su «moderación». «Es capaz de defender la lucha de clases ante UGT y CC OO y la socialdemocracia cristiana ante [el cardenal] Cañizares», reflexiona.

Pons, al respecto, apunta que el peligro para Puig es «ser víctima de Sánchez». «Tiene las condiciones para ser transversal», pero «cuenta en su debe con Sánchez y sus pactos con Bildu o ERC».  

Los movimientos son inversos pero homologables al otro lado del río. Mazón ha moderado las críticas al «pancatalanismo» del Consell o la batalla hídrica desde que Moreno lograra la Junta . Desde entonces se ha focalizado en presentarse casi como un candidato socialdemócrata.