El PSPV y Ferraz: la incapacidad fue antes que la imposición
La pregunta clave en este momento es por qué la dirección del PSOE ha actuado con el proceso de renovación ya abierto. Pero al margen de versiones de 'unos' y 'otros', lo que ha quedado claro también es la incapacidad de la federación valenciana (y de los protagonistas de la partida) de salvar sola sus diferencias
El PSPV que se ve en estas horas es el de siempre, el que discute por el reparto de cargos, de puestos, para 'unos' y 'otros'

Diana Morant, Carlos Fernández Bielsa y Alejandro Soler, en el comité nacional del pasado sábado. / SOLSONA / E. PRESS
Alfons Garcia
Encontré ayer a una tía en una parada de autobús. El problema es que lleva muerta diez años. Fue un breve espejismo. Una alucinación mental bastante común. Buscamos lo conocido en lo desconocido. Necesitamos reconocer para captar lo nuevo La introducción es para hablar del PSPV.
El último episodio, la intervención de Ferraz en el proceso valenciano de renovación, se compara con cuando Joaquín Almunia fulminó a Joan Ignasi Pla tras un congreso cerrado en falso hace mucho, a final del siglo pasado. O, más reciente, se pone en línea con la operación en el PPCV orquestada desde Génova para apartar a Isabel Bonig (aún son fáciles de recordar sus lágrimas en su despedida) y aupar a Carlos Mazón. En estos días se va a hablar mucho de imposición y conceptos de este tipo, que hurgan en la herida (tan valenciana) del ‘meninfotisme’, la falta de poder y decisión, y la sumisión al centralismo. Evidentemente, de eso hay, porque el asunto se ha resuelto no solo desde Madrid sino en Madrid, y a favor de la candidatura que defendía la dirección central. Todo eso es así, pero sería reduccionista, y no del todo ajustado a la realidad, quedarse en los elementos conocidos a la vista del pasado de la federación valenciana.
La pregunta clave es por qué se mete la dirección del PSOE en intentar resolver el conflicto de poder en el PSPV el mismo día que se registran las candidaturas (por este orden) de Carlos Fernández Bielsa, Alejandro Soler y Diana Morant. Por qué insiste cuando lo había intentado las semanas anteriores sin éxito, ya que hasta en dos ocasiones había retrasado la ejecutiva que debía activar la maquinaria de primarias. Por qué fuerza el diálogo entre los aspirantes cuando lo había habido previamente, y bastante. Los tres se vieron separadamente en Fitur, y hablaron. Y mientras Soler se presentaba en Elx, Bielsa y Morant se reunían en Mislata. Entonces, sin embargo, no hubo atisbo alguno de cesión en las posiciones.
¿Por qué entonces otro intento? Ferraz no lo ha aclarado hasta ahora. Y estaría bien algo de luz.

Diana Morant, en su presentación del pasado lunes para liderar el PSPV. / AGUSTÍ PERALES IBORRA
Las razones de Ferraz
De esta manera, quedan las versiones de unos y otros. Si atendemos a ‘unos’ (próximos a la ministra), el cambio se explica porque Ferraz recibe una invitación desde la C. Valenciana a actuar de nuevo, le llega el mensaje de que el terreno, ahora sí, está maduro, porque los 'otros' atisban una derrota clara y la aparición de Ferraz puede evitar la imagen de derrota.
Si atendemos a ‘otros’ (afines a Bielsa y Soler), Ferraz actúa ahora porque había creído a la dirección valenciana, que trasladaba que los ‘alternativos’ nunca iban a llegar tan lejos, pero al final sí que llegaron. Y pasa a la acción también porque otea la posibilidad de un resultado justo con la alianza de ellos en una segunda vuelta.
Al margen de versiones, si atendemos al contexto, es evidente que durante el fin de semana se produjeron movimientos interesantes en el seno del partido. El gesto público de un veterano, un peso pesado en la ciudad de Alicante como Ángel Franco, pidiendo integración, es significativo. Y en Valencia, en privado (con algún guiño público), algunos alcaldes manifiestan su incomodidad por verse obligados a una elección que tensa las costuras internas. Los bloques se empiezan a mover.
El acuerdo interesa a todos
Otra clave para entender este final es que el acuerdo interesa a todos. No hay derrotados en las urnas, con las además posibles consecuencias orgánicas a posteriori en los liderazgos provinciales de Soler y Bielsa de salir perdedores. Morant, por su parte, evita el desgaste de una disputa interna y las heridas que pudiera dejar. Ferraz (Moncloa, tanto monta...) esquiva la exposición de una ministra y envía un mensaje de cara a procesos posteriores en otras federaciones.
Se hablará mucho estos días de imposición, pero lo seguro es la incapacidad de la federación valenciana (y de los protagonistas de la partida) de salvar por sí sola sus diferencias. O de plantarse e ir a las primarias. Lo seguro es que Ferraz ofrece la oportunidad a los actores locales de un escenario neutral, una mediación de cascos azules y una imagen sin perdedores, donde todos ganan.
Se hablará mucho estos días de imposición, pero lo seguro es la incapacidad de la federación valenciana de salvar por sí sola sus diferencias
Se hablará mucho estos días de que es mejor un mal acuerdo, ya saben. Y es verdad, el consenso fortalece en un contexto nada sencillo para los socialistas, con un Gobierno de Carlos Mazón firmemente asentado en seis meses. Pero las formas cuentan también. La imagen de casi diez horas de negociación por el reparto de cargos secundarios no es la mejor. Y más que tengan que continuar hoy. Huele. Transmite la persistencia de las suspicacias, la imagen de una unidad en falso. Solo la intervención de Ferraz ha salvado en estas horas que alguno de los actores se haya ido de la mesa: amagos los ha habido.
Si la perseverancia de las diferencias es tanta, es lógico preguntarse si el mal acuerdo es mejor o si no hubiera sido mejor medir fuerzas, que la militancia, la manoseada militancia, pusiera a cada uno en su sitio, porque el poder sin votos es una mancha abstracta.
El PSPV de siempre, el que se ve en estas horas (quizá no distinto al de cualquier otra federación, socialista o de cualquier partido), es el que discute por el reparto de cargos, de puestos, para unos y otros. Es el partido que en estas horas de incertidumbre se pelea por cuotas de familias y no debate de política. No discute, por ejemplo, cuál es su estrategia con respecto a alianzas con la izquierda, dónde situar las líneas rojas con el Gobierno en la reforma de la financiación autonómica, no habla de su posición sobre el federalismo o sobre el futuro de las provincias, o de cómo afrontar la labor de oposición cuando está desarbolado institucionalmente más allá del poder municipal y la ‘embajada’ del Gobierno central.
Lo seguro es que hoy, de nuevo, el socialismo valenciano aclara cuentas en Madrid, bajo la mirada del jefe de Organización del partido.
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