Incendios forestales
Los fuegos intencionados se duplican en la primera mitad del año respecto a 2023
Los microincendios provocados se quintuplican en el último lustro según las estadísticas de la Generalitat
Los desastres originados por rayos en orografías difíciles son los más devastadores

Incendio desatado en la falda de la montaña de Turís el jueves. / Protecció Civil Turis
Joan Palací Miralles
Los incendios intencionados casi se han duplicado en la primera mitad del año respecto a 2023. Hasta la fecha se han registrado 135 originados de forma voluntaria por la mano del hombre, frente a los 75 del mismo período del curso anterior. Una evolución escalonada que crece a grandes saltos, pues hasta junio de 2020 tan solo se habían contabilizado 32. De modo que en el último lustro los fuegos intencionados se han quintuplicado. El año en que menos hubo fue en 2021, con solo 6 provocados.
Además, crece también el número de fuegos. Conatos en su mayoría que son atajados de forma temprana por los servicios de extinción. En lo que va de enero a junio de este 2024 ya se han registrado un total de 310 incendios, 70 más que el ejercicio pasado, donde se contabilizaron 240. Las negligencias constituyen la segunda causa más frecuente, provocando uno de cada tres (91).
Caída de rayos
La caída de rayos en las denominadas tormentas secas está detrás de una de cada diez incidencias (41) en el monte. Suelen ser además los más devastadores, pues suelen originarse en puntos con una orografía muy complicada y una meteorología muy adversa como demuestran los más recientes: Bejís (16.824,47 hectáreas) y el de la Vall d’Ebo (10.609,04 hectáreas).
Los datos del Sistema Integrado de Gestión de Incendios Forestales de la Generalitat Valenciana muestran que la mayoría de incendios son de apenas unas hectáreas, al ser atajados rápidamente evitando así una peligrosa propagación. Las estadísticas señalan también que la respuesta ciudadana ante el fuego se mantiene como la principal vía para la detección y aviso posterior. Cada vez hay más llamadas particulares, lo cual indica una mayor concienciación ambiental. Asimismo, las labores de los forestales y las medidas preventivas de vigilancia aérea también aumentan. Los recientes incendios de Xàtiva, Ontinyent y Albaida, son un ejemplo de rápida extinción por la coordinación de los agentes.
Prohibición quemas agrícolas
Si hasta finales de junio de 2023 se habían calcinado más de 3.500 ha, este, son casi 1.100. Un descenso notable. Además, el mes pasado ha sido el que menos hectáreas se han quemado de todo 2024 (17 ha) y el segundo con menos incendios (42) por detrás de enero (31). Tras la prohibición de quemas agrícolas aprobada por la Conselleria de Medio Ambiente el pasado abril, también se ha dado un descenso en el número negligencias y la superficie alcanzada. Hasta la fecha, en 2024, el incidente más voraz ha sido el de Tàrbena en abril y se ha llevado por delante 543 ha a causa de una negligencia.
El papel de la ciudadanía constituye el primer sistema de vigilancia de la naturaleza. De manera que con su aviso a los Servicios de Emergencias del 112 se combaten posibles desastres forestales. También, respetar las prohibiciones de quemas agrícolas es una medida con la que evitar incendios. Por un lado, la Generalitat prohíbe la práctica hasta el próximo 15 de octubre y por el otro lado, Emergencias insiste que ante situaciones de calor y riesgo extremo de incendios (nivel 3) no se puede hacer fuego.
Casi 22.000 hectáreas
A nivel nacional, por el momento, en los seis primeros meses de 2024 se han calcinado 21.730 hectáreas un 41,1% por debajo de la media de 36.877 hectáreas en los últimos diez años según las últimas estadísticas del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco). Hasta el 30 de junio del año pasado, las llamas arrasaron 59. 952 ha, y en el mismo periodo de 2022 se calcinaron 69.230. Uno de cada tres se dió en la Comunitat Valenciana.
El éxodo rural y la escasa, por no decir nula, gestión forestal convierten al monte en un auténtico polvorín, como señala Rafael Delgado, presidente de la Plataforma Forestal Valenciana. Las actividades agrícolas que funcionaban como herramienta de control del biocombustible ya no se dan. «Los bosques se quedan sin una población, algo que incide directamente sobre ellos.Son unas actividades que se practicaban desde el neolítico», explica Delgado, profesor e investigador en el campus de Gandia de la Universitat Politècnica de València (UPV) .
«Los montes han pasado a tener un papel secundario y recreativo», comenta. «Vivimos de espaldas a ellos. Recurrimos a ellos cuando llega el fin de semana, pero no somos conscientes de las necesidades que tienen, ni de porqué están en una situación delicada», añade Delgado.
Una gran competitividad
La densidad de árboles en el territorio valenciano es de 500 por hectárea, lo cual «implica que se produzca una gran competitividad por el agua y muchos de ellos se acaban secando». Esto supone que las grandes arboladas que se forman sin una gestión forestal se convierten en combustible ante posibles incendios . Y el calor y la falta de lluvias es el principal condicionante, explica Delgado.
Lo cierto es que la mayoría de incidentes en el monte en lo que va de año son conatos (menos de 1 hectárea). A partir de ahí pueden considerarse incendios (entre 1 y 500 hectáreas) y grandes incendios (más de 500). Así, los mayores han sido el de Cabanes (51 hectáreas), Xeresa (42,8) y Fanzara (35,2). El de Tàrbena, con 543 hectáreas, es el de mayor extensión. El gran problema, en este último caso, es el riesgo de erosión al tratarse de zonas previamente castigadas por el fuego.
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