Controles de identidad en la zona 0 de la DANA para evitar el pillaje en el reparto de comida

Se han detectado personas que, una vez llenos los carros, se marchan a València por el puente del cauce o en el autobús de la línea 27

Un voluntario comprueba la identidad de las personas en la cola.

Un voluntario comprueba la identidad de las personas en la cola. / Moisés Domínguez

Moisés Domínguez

El barrio de La Torre de València mantiene una actividad constante en el reparto de ayuda humanitaria a sus vecinos. Sin embargo, las cosas empiezan a tener nuevas perspectivas. El centro logístico organizado en la iglesia de Nuestra Señora de Gracia sigue acogiendo una interminable hilera de personas, pero las cosas están cambiando. Por ejemplo, se ha establecido un sistema de comprobación de que la ayuda va a quien realmente la necesita. 

Aunque desde el voluntariado organizador de la logística aseguran que «son casos contados y lo importante es que ninguna persona vulnerable está pasando necesidad», lo cierto es que se ha apreciado la picaresca: personas que llenan el carro y que, inmediatamente, se quedan en la parada del 27 para marcharse a la ciudad de València o se dirigen al puente sobre el nuevo cauce. Vivillos que, ante la perspectiva de papel higiénico, lejía y latas de conserva gratuitas, no dudan en bajar a la zona cero. 

En la cola, un miembro de Protección Civil hace controles de la documentación. La organización ha establecido que la ayuda debe llegar «a las personas dependientes de La Torre y de más allá. No se le ha negado la ayuda a personas de Sedaví, Alfafar, Benetússer... de cualquier población de Plan Sur hacia abajo». 

También hay un sistema de control, que es el de los propios voluntarios, «que van conociendo a la gente y saben si ayer ya estuvieron y se marcharon con el carro lleno». Porque «no va a quedar nadie sin ayudar, pero tampoco hay que cometer abusos». 

Colas en la puerta de la iglesia.

Colas en la puerta de la iglesia. / Moisés Domínguez

"Son para las personas que lo pasan mal"

Ahora, las personas son atendidas en la puerta y los voluntarios toman nota de las peticiones. El interior de la iglesia ya no es lugar público. Y no porque falte género (sigue habiendo material en abundancia), sino por evitar esa posible codicia. «Es verdad que tenemos alguna duda, como el que vive aquí pero tiene el DNI en la ciudad», pero destacan sobre todo que «hay que tener conciencia de que estos son artículos para personas que lo están pasando mal». 

Conforme pasan los días se nota que las cosas van a cambiar. De hecho, cada vez se ve menos comida y más productos de limpieza e higiene. Uno de los momentos de inflexión será cuando abra el supermercado Consum del pueblo. De momento, La Torre sigue paralizada comercialmente. Apenas algún bar y un bazar están funcionando. 

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