Desconexión total de Mazón y Sánchez tras seis semanas de silencio

Los presidentes tuvieron toda la jornada, desde el frío apretón de manos, y no hablaron ni un minuto. La desconfianza gana.

Mazón sale de la conferencia de presidentes con una crítica total a Sánchez

Mazón sale de la conferencia de presidentes con una crítica total a Sánchez / Europa Press

Alfons Garcia

Pasan de las 8.30. Empieza el aterrizaje de ‘barones’ en el Palacio de la Magdalena de Santander. Marco incomparable, que diría la retórica de otros tiempos. Verde, mar y nieve a golpe de vista en esta cuchillo de tierra en el Mar Cantábrico.. La mañana es clara y llena de humedad, de la que se pega en las entrañas y duele.

La bandera valenciana preside al lado de la española en lo alto de la escalera. La dana nos hace protagonistas de todo acto. Por desgracia. «Es un gesto de cariño, homenaje, recuerdo y reconocimiento» del Gobierno de España y las comunidades autónomas, explican fuentes de La Moncloa. Gestos y símbolos serán protagonistas cuando acabe la larga jornada.

Llegan por goteo los presidentes, que van saludando al ministro de Política Territorial, Ángel Víctor Torres, y a la presidenta cántabra, María José Sáenz de Buruaga. Se meten en la casona y salen poco después, cuando se acercan Pedro Sánchez y el rey, para la foto de recuerdo en la escalinata. La imagen es poco habitual: están todos, los 17, sin bajas de catalanes ni vascos, como ha pasado a menudo tras el ‘procés’.

Mientras esperan, los presidentes, dispuestos protocolariamente, van formando parejas por organización espontánea. Mazón habla varios minutos con el socialista menos ‘sanchista’, Emiliano García-Page, mientras desprenden vaho por la boca.

Dan ya las 9.37 y las más altas autoridades cumplen con el reloj. Felipe VI va delante. Mazón puede compartir un saludo más cálido con el rey, que se detiene, cruza unas palabras y toca el brazo del jefe del Consell antes de seguir. Más frío es todo con Sánchez, que casi no mira a Mazón y sigue rápido tras un fugaz apretón de manos. Es el primer contacto (físico o telefónico) tras seis semanas de vacío, desde la accidentada visita a Paiporta con los monarcas, la del barro y los insultos. Y es como si la nada.

Será el presagio del día. Mazón y Sánchez comparten estancia hasta las cuatro de la tarde, cuando el presidente del Gobierno se marcha tras cerrar la conferencia, que vuelve a dejar un regusto amargo. Han tenido casi toda una jornada y no han hablado los dos solos en privado ni un minuto, según las fuentes consultadas. La desconexión es total, a pesar de la dana y las víctimas.

La desconfianza gana y el encuentro no sirve como principio de aproximación, de inicio de cambio de la batalla que se ha desatado sobre las responsabilidades de la gestión de una jornada que ha acabado con 223 muertos y tres desaparecidos. Mazón, que estuvo en una larga comida con una periodista aquel día y llegó pasadas las 19.30 al Centro de Emergencias, no está dispuesto a asumir su parte. O al menos mientras el Gobierno no acepte que podía haber hecho más aquel día y no hizo.

Mazón se sabe señalado. En su primera salida después de las inundaciones, su gesto es serio, taciturno, muy distinto al que mostraba antes. Asegura que ha sentido el calor del resto de presidentes, de todos los partidos, pero no trasciende en toda la jornada una imagen pública de abrazo (también simbólico) colectivo.

Mazón se sabe marcado, pero no está dispuesto a inmolarse y menos, que lo inmolen otros. Ya está en el contraataque. En la conferencia de presidentes queda confirmado. Su mensaje al final es de ofensiva total contra el Gobierno. No hay nada que se salve. Ni siquiera la bandera, gestos y símbolos. Ni la propuesta de condonación de deuda. Ni el plan para rescatar fondos UE no ejecutados de otras autonomías para la reconstrucción de Valencia. Ni el fondo ni la forma, porque la conferencia empieza y acaba sin documentos y soluciones: una sucesión de discursos de los 17 presidentes contando lo suyo sin respuesta ni debate posterior. Tampoco sin compromiso fijo de una cita posterior.

Por eso también el regusto amargo. Porque estos encuentros (veinte años hace del primero, que fue en el Senado), exhiben la vitalidad del Estado compuesto, casi federal, capaz de captar la atención mediática una jornada y reunir a casi 200 periodistas y un montón de asesores. Pero expresan también la impotencia para buscar soluciones de forma colegiada. Hay cháchara y escucha, pero no diálogo. Ni en el Estado autonómico y menos entre Sánchez y Mazón, aunque estén a un metro de distancia.

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