Y ahora, la gran canción de la noche", anunció Brian Wilson con la naturalidad del un niño más educado. Era God only knows. Ninguno de las más de 30.000 personas que, según la organización, pasaron el domingo por el recinto del Festival Internacional de Benic ssim podría negárselo. Para muchos es la mejor canción de la historia del pop y su compositor la interpretó en la jornada de clausura del FIB 2004. ¿Existe mejor forma de celebrar un décimo aniversario?

Tras el tibio prólogo del jueves, el clásico guión del viernes y la amarga decepción que supuso la suspensión del concierto de Morrissey, el festival recuperó el domingo todo su esplendor con el programa más completo, varias actuaciones históricas y tres nombres propios con los que tomar el pulso al pasado, presente y futuro de la música. El pasado más glorioso es Brian Wilson. El presente, The Chemical Brothers. Y el futuro, Franz Ferdinand: con solo un disco ya son capaces de desatar el delirio colectivo.

"Amor y compasión es lo que necesitamos esta noche", canta Brian Wilson en Love and mercy. El domingo no la interpretó. Y tampoco quiso reivindicar la enloquecedora complejidad de Pet sounds y Smile, así que optó por un repertorio de amor y surf. Sentado ante el piano, como un teletubbie recién salido del letargo, se dejó guiar por su espléndida banda de acompañamiento, coló alguna canción de su discreto nuevo disco y empapó de inocente euforia californiana a miles de fibers.

La media hora final, con una batería de hits de la época más playera de los Beach Boys --Help me Rhonda, Barbara Ann, Fun fun fun, Surfin´ USA...--, fue una fulminante inyección de felicidad colectiva. Sólo había que alzar la vista para ver miles y miles de personas con la expresión de gozo. Brian Wilson había logrado su propósito: arrancar una sonrisa más al mundo.

ARTHUR LEE NO CUMPLIÓ

El mérito fue aún mayor si lo comparamos con el desastroso concierto de su coetáneo Arthur Lee. Minutos antes, el líder de Love tenía que recrear la psicodélica dulzura de su disco más clásico, Forever changes, pero la noticia de la muerte de Rick James lo dejó para el arrastre.

Salió con visibles problemas de habla, así que lo de cantar, ni probarlo. Entre la borrachera, la tristeza y los sonoros abucheos del público, Lee decidió abandonar el escenario, pero le aconsejaron aguantar y acabar el concierto. Pocos se quedaron.

Entre uno y otro, los ingleses Wire demostraron que el problema de las giras de regreso no está en la edad. Ellos ni siquiera necesitan echar mano de su leyenda para firmar la actuación más rotunda de la jornada. No hay nada más duro, simple, seco, estridente y demoledor que un concierto suyo. Pero, ojo, los escoceses siguen cuesta arriba y se hace difícil intuir su techo. Hace medio año no eran nada. El domingo protagonizaron otra apoteósica actuación, la más intensa e incendiaria que se recuerda a un grupo debutante.

Y qué decir de The Chemical Brothers. Su puesta en escena, la más infalible de la música electrónica. Son al techno lo que AC/DC al rock: una máquina implacable. Remataron el show, el festival y al público con sus ritmos gordos y sus excesos de psicodelia bruta. En los bises contaron con Tim Burgess, de The Charlatans, uno de tantos músicos que viene a tocar a Benic ssim y luego no quiere irse.