Toros de Salustiano Galache bien presentados en general, noblotes y con poco motor; 3° manso, 5° invalido y 6° distraído.

Vicente Barrera, de lila y oro, estocada y cuatro descabellos (silencio); estocada desprendida (oreja).

Eugenio de Mora, de grana y oro, pinchazo y estocada (oreja); estocada tendida (ovación).

Rafael de Julia, de purísima y oro, dos pinchazos y estocada (vuelta); dos pinchazos y estocada (palmas).

Vicente Barrera ofreció en el que abría plaza lo más destacado de la tarde, en una faena en la que mostró su personal corte, templando con gusto por la derecha y bajando la mano todo lo que el toro permitía. Ya con el capote se mostró firme ante la rebrincada embestida del de Galache, que se quedo en quietud en cuanto salió del caballo. No redondeó con la izquierda y falló con el descabello, pero dejo buen sabor pese a la falta de alegría en la embestida del toro. Al cuarto tuvo que mimarlo para que no se le fuera al suelo, ligando muy en corto y templando con suavidad, pero sin poder bajar en ningún momento la mano, con lo que el trasteo quedo correcto pero con poca consistencia real.

Eugenio de Mora dejó que su picador trabajara a gusto con el segundo de la tarde, dejándolo para pocas alegrías. Apenas dos tandas le pudo dar por el derecho, antes de intentarlo con la izquierda, por donde le costaba muchísimo embestir. Finalmente, logra cuajar series muy en corto, con medios pases y a toro pasado, pero con suficiente efectismo para lograr una oreja. Su segundo quedó nada más salir totalmente inválido de los cuartos traseros, lago que en plaza más seria habría provocado su devolución. Pese a ello, el toledano insistió en intentar sacarle faena, logrando como todo resultado alguna que otra protesta.

Rafael de Julia saludo de capote al tercero con buenas maneras, luciéndose también en el quite, pero a partir de ahí la faena se vino abajo al rajarse el de peor presencia de la tarde. Lo intentó por ambos pitones, sacándolo de tablas, pero logrando tan sólo series cortas y luchando constantemente con las huidizas intenciones de su oponente. El que cerraba plaza mostró una actitud distraída y una embestida descompuesta, que no logró dominar, mostrándose desconfiado y empecinándose en darle distancia en lugar de intentar una lidia en corto que le metiera en la muleta.