El albero de Borriol era un auténtico patatal en el que los novillos hundían las patas hasta los tobillos, lo que menguó sus fuerzas e impidió que sus embestidas fueran limpias y acordes a su buena condición.

Luis Francisco Esplá paró con ofició, llevándose al toro a la parte baja de la plaza, donde le ligó un quite por chicuelinas. Pareó con su habitual facilidad, realizando incluso concesiones a la galería como pares al violín. Ya con la muleta ligó, sin obligar al eral, por ambas manos, cuidando sus menguantes fuerzas y confiándose hasta el punto de ser revolcado. Falló con el descabello perdiendo el trofeo.

A su segundo lo cuajó muy en corto y por arriba, cuidándolo y alargando de este modo la faena, hasta lograr arrancar dos orejas.

Ángel de la Rosa desplegó empaque y clase con el capote, continuando con un trasteo plástico con la muleta, pese a las descompuestas embestidas. Le costaba ligar al quedarse parado su oponente, pero dejó muletazos de buen corte, en especial una serie de ayudados por abajo, consiguiendo dos orejas. Su segundo topaba más que embestía, colándose y complicándose a medida que avanzaba la lidia, por lo que el valenciano optó por abreviar.

Juan Ávila paro con gusto de capote, alternando a continuación en la muleta pases de buen corte con enganchones, debidos en parte a la embestida irregular del de Jovaní, que acusaba como el resto el mal estado del suelo. No remató faena pero dejó buena impresión, cortando dos apéndices.

La faena más completa correspondió a Diego Lleonart, quien a pesar de su bisoñez mostró desparpajo y torería, recetando tandas por ambas manos, con pases largos y de buen corte. Falló con el descabello, cortando pese a ello dos merecidas orejas.