De raza. Raphael demostró, una vez más y sin necesitarlo, que es un pura sangre de los escenarios. Un artista como hay pocos que gusta del contacto con el público. Una gran ovación abrió el recital que anoche ofreció Raphael, apodado El grande, en un Auditorio Municipal de Vila-real que se rindió a sus pies de entrada, solo pisar las tablas.

El artista de de Linares, de oscuro, se presentó en Vila-real con el único acompañamiento del virtuosismo al piano de Juan Coacci, cómplice de movimientos en una escena que se come con su sola presencia.

Íntimo, señor, elegante en porte y voz, arrancó más de un grito de sus fans, incondicionales, que quisieron tocarle, verle en directo; en definitiva, estar cerca de él, parafraseando el título de su último disco y gira Cerca de tí.

Su repertorio recupera esos temas que el de Linares ha convertido en himnos por todo el mundo en 35 años de profesión. Que sabe nadie, Digan lo que digan y A veces me pregunto hicieron a más de uno levantarse de su asiento.

SINCERO Empezó puntual, a las 23.00 horas, con un clásico. A veces me pregunto. No faltó Ahora, compuesto por Enrique Bunbury y que, además de ser su nuevo single, pone en evidencia el momento que vive el cantante. Él mismo lo dijo: "Sin mirar atrás". Toda una declaración de principios: "Me define todo lo que canto", citó, en un momento de emoción. Y Solo una vez más, Y grito no, Ven a caminar conmigo o Soy como soy. Podría ser la letra de una de sus canciones, pero son el título de cuatro de ellas.

Renovado, mágico y arropado plenamente por su público, Martos, el ruiseñor de Linares, se mostró libre en una nueva etapa de su vida. Y con una voz clara, rejuvenecida, personal, más pura que nunca. Más incluso que las pasadas Navidades del 2005, cuando recaló en la sala sinfónica en el Auditori de Castelló, en un concierto mágico recordado por muchos de los asistentes anoche. El escenario de Vila-real le permitió más complicidad, más intimidad, más emoción.