La Feria de la Magdalena 2012 se murió sin hacer ruido. Con mucho silencio. Como si el frío que se adueñó del día de San José hubiera hecho mella en los ánimos de toros, toreros y público. Simplemente, se apagó la llama, sin más, en la menos lucida de las tres corridas del desafío ganadero.

A pesar del frío final, es ya un hecho que la apuesta de Taurocastellón por ofrecer alternativas atractivas para el aficionado ha dejado cosas interesantes. En el aire queda la sensación de que cada una de las tres tardes han ofrecido multitud de detalles para saborear y degustar despacio, para analizar en los próximos días. Cada uno en su cabeza, consigo mismo, el aficionado podrá y deberá extraer sus conclusiones y archivar sus propios recuerdos. Que los hubo, y muchos.

Como los meritorios tercios de varas, especialmente de los dos primeros días. Hacía muchísimos años que no se veía un espectáculo parecido por estos lares. Algo que, por sí mismo, ya merece la pena. Pero ayer fue distinto. El trabajo de los picadores de la última de Feria fue, en general, vulgar y ramplón. Y digo yo que tampoco hace falta aplaudirlo todo. Al señor picador que picó al segundo de la tarde, por ejemplo, se le despidió con una ovación cuando el hombre había dado un sainete de los de no te menees. Y no es eso. Si el hombre estuvo mal, pues se le pita como se ha hecho toda la vida. Y aquí paz y después gloria.

No fue el año de Victorino. Si bien tradicionalmente ha sido el ganadero de Galapagar el que ha salvado el ciclo, su participación ha sido más que discreta esta vez. Solo un toro, el quinto, pareció tener algo de calidad. El resto, frío, frío. Han sido Miura y Cuadri, con varios toros de buena nota, los que han puesto la nota de la bravura. Sin lidiar ningún animal sobresaliente, hay años luz de diferencia entre ellos y las ganaderías que trajeron el medio-toro en la primera parte de la Feria. Para tomar nota. H