Es uno de los toreros más queridos por la afición. Juan José Padilla, el Ciclón de Jerez o el Pirata, como se le denomina en esta nueva etapa de su vida, es uno de los diestros más carismáticos del momento. Y respetado, porque sigue siendo el torero de raza y entrega. Un ser humano al margen de cualquier norma racional, con un único objetivo, ser feliz en su vida y en su profesión, con la bandera de su lapidaria frase de que el sufrimiento es parte de la gloria. Un ejemplo a seguir.

--Vuelve usted a Castellón, una plaza donde se le quiere y en la que el año pasado ya salió a hombros. Se le da bien esta tierra.

-Desde mi reaparición he tenido el honor y el orgullo de estar en la Feria de la Magdalena. Estar en Castellón supone muchísimo para mí porque es el arranque de la temporada en España, con una expectación tremenda y porque estoy en un cartel muy importante con las figuras del toreo. Castellón supone un escaparate vital, un escenario que nos sirve para presentar el momento en el que nos encontramos y la ilusión con la que arrancamos la presente temporada 2015.

--Empalma casi con la temporada americana. A usted se le da bien hacer las américas.

-Me viene muy bien acabar la temporada en América y comenzar enseguida con España en las primeras ferias. Apenas me quito el vestido de luces en todo el año. Me encuentro muy bien, con deseos ya de estar en Castellón.

--Otro año más para un Juan José Padilla que estará en todas las ferias de España. Después de Castellón vendrá Valencia.

-También voy allí con mucha ilusión porque son dos plazas que se me han dado muy bien los últimos años. Los aficionados se han entregado conmigo y yo les he correspondido también con mucha entrega en el ruedo. Ha habido tardes muy importantes en esa plaza, donde hay cierto feeling y me llena de orgullo estar un año más en la Feria de Fallas.

--La gente le sigue profesando un cariño especial hacia Padilla. Ya ha pasado el tiempo desde aquella fatídica tarde de Zaragoza y eso denota que el amor y el aprecio que sienten, es real.

-Mira, volví a torear porque el vestido de luces salvó al hombre, siempre lo he dicho y ha sido así, en una situación difícil y dura de mi vida. Estaba hundido, pero mi arma para salir del pozo fue el vestirme de torero. Yo no sabía si iba a ser para una tarde, para dos o para liderar el escalafón como he venido haciendo estos últimos dos años. Desde que volví siempre lo dejé claro. No quería que la gente sintiera pena por mí, para nada. No quiero dar lástima, sino estar en la plaza y desarrollar ese toreo que siempre me ha caracterizado. Toda la sociedad conoce que amo y respeto a mi profesión y que salgo a la plaza a ganarme cada contrato y la admiración de toda la gente que está viéndome.

--¿Siente algún tipo de rencor u odio cuando se mira al espejo?

-Lo que siento es un gran orgullo. Me miro al espejo y veo a un hombre que ha sido capaz de volver a sonreír, con la ayuda de la ciencia, la medicina, grandes doctores, los amigos, mi mujer y mis hijos. Eso es lo que hago, sonreir delante del espejo. Las cornadas de espejo, que son aquellas que dejan cicatrices a la vista y que nos vemos todos los días, me han hecho entender que el valor no es ponerse delante del toro, sino afrontar la vida tal y como viene.

--¿Es un hombre feliz?

-Muy feliz. No tengo motivos para no serlo. Tengo lo que quiero y no me hace falta nada. Tengo una mujer, unos hijos y en definitiva una familia, sana y fuerte, ilusionada, que siempre lleva una sonrisa en la cara. Y además soy torero, disfruto con lo que hago y puedo desarrollar lo que siento, por lo que cada día lo afronto con mucha felicidad. ¿Qué más le puedo pedir a la vida?

--Hoy es un día grande en Castellón. ¿Qué le diría a la afición?

-Quiero agradecerles la iniciativa porque el mundo del toro necesita la unión y salir a la calle, defender nuestra cultura. Es una iniciativa que hace falta. H