Varea tomó impulso ayer en Arnedo. El torero de Almassora dio un toque de atención en la corrida de Victorino Martín, la primera que mataba en su corta carrera como matador de toros. A Varea, el maridaje con los grises siempre le resultó triunfal y esta vez, aunque suponía toda una incógnita enfrentarse a una de las ganaderías más exigentes y encastadas de las últimas décadas, volvió a surgir ese toreo de improvisada inspiración y de zurda poderosa que tanto cautivó de novillero.

Le hacía falta dar un golpe sobre la mesa. Los jóvenes de su generación han comenzado en València reivindicándose y él no se podía quedar atrás. Acelerón importante. Inyección de moral de Varea para afrontar su compromiso en Castellón, una cita vital en este ambicioso arranque de temporada. El próximo domingo hará el paseíllo al lado de Enrique Ponce y López Simón.

Ayer fue el único que tocó pelo. Paco Ureña y Curro Díaz se marcharon de vacío. El de Murcia pudo arrancar una oreja si no marra a espadas y el de Linares no tuvo opción con su lote.

APOSTÓ FUERTE // El nombre propio fue Varea. Llamó la atención su manera de imponerse al bravo sexto. De esos toros en los que uno debe tragar saliva, anclar las plantas de las manoletinas y apostar, porque de lo contrario, puede hacer mucho daño. Y Varea apostó. Surgió su cara más poderosa, ese toreo de mano baja que obliga y somete, justo lo que pedía el Victorino. Y ahí surgió ese toreo largo al natural, esa mano izquierda que es una mina de oro. Hubo armonía en todo cuanto hizo y sobre todo temple, tan necesario y requerido por los santacolomas. Le funcionó la espada y cortó una oreja. El encuentro de Varea y Melcochuro ya forma parte de su historia.

Antes, volvió a estar a la altura de otro exigente Victorino. Bravo de verdad, que protagonizó una pelea en varas emocionante. Se le notó por instantes ese escaso bagaje con este tipo de toros, pero pronto se acopló y, por momentos, hubo detalles de categoría. Esta vez la espada se le atascó y no pudo pasear ningún premio. A pesar de ello, el de ayer fue uno de esos triunfos importantes, de los que uno se los gana con amor propio, con el deber hecho.