En una escena de 'In fabric', un anciano observa un escaparate y se masturba, y su esperma cruza grácil la pantalla a cámara lenta. En otra, una inquietante costurera se lleva a la boca la sangre vaginal de un maniquí que ha cobrado vida de repente. Aunque esta descripción así lo sugiera, no se trata de la nueva producción de Brazzers, sino de la que de momento es la más perversa y bizarra de las películas que presentarán este año su candidatura a la Concha de Oro. De momento, también es la mejor.

Se trata del cuarto largometraje del británico Peter Strickland, que se cuenta entre los cineastas más originales e inventivos en activo a pesar de que a lo largo de su carrera ha acumulado cuantiosas deudas al 'giallo' abanderado por Dario Argento prueba de ello es su segunda película, 'Berberian sound studio' (2012)- y a la sensibilidad 'sexploitation' de autores como Jess Franco -como atestiguó en 'El duque de Burgundy' (2014)-. Ambas influencias vuelve a hacerse patentes en 'In fabric'.

Buena parte de la película transcurre en unos grandes almacenes londinenses gestionados por un grupo de personajes conectados con el submundo del ocultismo y la brujería, cuya principal arma de destrucción es un vestido de noche asesino -ha leído usted bien-. Entre los desafortunados que se cruzan en el camino de tan único artículo textil hay una madre separada que recurre a los anuncios clasificados para encontrar pareja y un reparador de lavadoras a punto de casarse casi por desidia después de una relación de 15 años. Strickland asegura haber tomado inspiración para su premisa de una pieza de ropa que compró en una tienda de segunda mano. En su interior encontré extrañas manchas procedentes de fluidos corporales. Entonces empecé a fantasear sobre quién la habría usado antes que yo.

Lo que 'In fabric' ofrece tras ese punto de partida es una sucesión de momentos surrealistas, a menudo puntuados por desconcertantes collages de imagen y sonido, que resultan hipnóticos y perturbadoramente hermosos. Por momentos parece querer meditar sobre cómo nuestra obsesión consumista nos idiotiza, pero en realidad es una película demasiado loca como para tomarse a sí misma en serio a modo de crítica.

Strickland transita en todo momento sobre la fina línea que separa lo tonto de lo siniestro, y qué mejor vehículo para hacerlo que el citado traje de noche, una fuerza monstruosa capaz de aterrorizar y seducir por igual, gracias tanto al poder erótico explícito de su tejido rojo carmesí como a su manera de permanecer suspendido en el aire como un voyer espectral, o de contonearse contra el viento cual amenazante objeto de deseo. Su capacidad de fascinación es el reflejo perfecto de la que inspira en su conjunto esta película tan histérica como elegante y tan sensual como peligrosa.

Humanizar al negro

Casi tan provocador como 'In fabric', aunque de forma totalmente distinta, ha resultado ser el otro título presentado este martes a concurso en el certamen donostiarra. Segunda película del austriaco Markus Schleinzer -la primera, 'Michael' (2011), causó un pequeño escándalo al retratar cinco meses en la vida de un secuestrador pederasta-, 'Angelo' recrea la vida de Angelo Soliman, un nigeriano que de niño fue secuestrado y vendido a una aristócrata vienesa del siglo XVIII, que se propuso europeizarlo o, en sus propias palabras, humanizarlo.

Contada en tres actos, 'Angelo' nos muestra a Soliman en tres diferentes etapas de su vida, primero mientras se adapta a las costumbres cortesanas, después mientras se ve empujado a convertir su propio exotismo en objeto de pantomima y por último a medida que se incrementan las humillaciones que se ve obligado a soportar y que le recuerdan su condición de esclavo. Que para escenificar el pavoroso final del protagonista la película adopte un tono más cercano al humor impávido que a la tragedia -para aquellos interesados en el 'spoiler', está explicado en la Wikipedia- no hace sino añadir veneno a una sátira tan hieráticamente violenta como inconfundiblemente relevante.