Palmas y olés. Poderosa Rosario. Exhibiendo caminos de esperanza. Energía frenética y gloria a ti, duende y milagro. Como un Real de la Feria de farolillos, rebujitos, guitarras y cante. Flamenco Pop de dulzura alucinante en el Recinte Fester de Almassora en el prólogo del Roser. Un evento que despertó el interés de un gran número de visitantes.

En el despertar de los sentidos y la sensibilidad manifiesta, las canciones y la ternura. Como la de Keco Fontana, que fue el primero en abrir la caja de Pandora de las emociones. Generador de tristezas y melancolía, pero también de bellas composiciones de alma y futuro, enternecedor con las seis cuerdas, amante victorioso, canalla arrepentido.

Pórtico de flamenquito. Estábamos tan a gustito que es imposible cambiar el destino y vehemencia subrogada del atardecer.

Y mas sensibilidades. Con Cositas Buenas, el arte de lo apasionado y versátil entre cajones y cadencias. También un Patxi Ojana, capaz de vislumbrar los misterios del embrujo que atesora el quejío y la sentencia.

Y, Navajita Plateá, noches de bohemia sin atender a razones, suspirando besos. Ildefonso de los Reyes y Francisco Carrasco, del barrio jerezano de Santiago, que es más Jerez si cabe, deslumbraron con sus acordes y tablaturas. Pentagrama de sensaciones en las azoteas de amores y desamores, desengaños fatuos.

Rosario, hecha y derecha, furia en la ternura, amor de vida, triunfal esencia de un vivir que surge en la magnificencia del mito y de la leyenda Flores, que desgranó los temas de su último disco en la plenitud de un gracias a la vida que me ha dado tanto. Madurez de ojos negros en la crisálida de amaneceres y distancias. Embrujo de una saga que es artista y genéticamente grandiosa, de exquisita educación y vulnerabilidad sobrellevada.

LOS PRÍNCIPES MORADOS // Regalos de dioses, como José El Francés, donde habita el flamenco, de tanguitos y vente conmigo y hoy soy feliz. Adalid de los aromas de faralaes, manzanillas y requiebros toreros. Como un nuevo Camarón de la Isla en la redención de vírgenes bajo palio y nazarenos revestidos de príncipes morados de gitano legado.

Mientras, toda una oferta complementaria de farolillos, calle del infierno y tapas al más puro estilo del pescaíto frito. No digas que fue un sueño. Sí, los momentos que perduran en el laberinto de lo sutil, amable y discreto. No era Sevilla ni Málaga, ni sus ferias, pero casi. Era Flamenco Pop, un festival que habló por sí solo. Con palmas y olés.