Una mirada veloz e irreflexiva podría indicarnos que la última novela de Soledad Puértolas (Zaragoza, 1947), ‘Música de ópera’ (Anagrama), es un melodrama familiar, como tantos, con hechos que transcurren durante la guerra civil, pasando por la segunda guerra mundial o la Primavera de Praga a modo de telón de fondo. Pero nada más lejos. Porque en este relato de corte clásico, que engarza tres generaciones de mujeres burguesas en una Zaragoza a la que nunca se nombra directamente, tanto o más que lo que se cuenta importan el silencio y los ocultamientos. Zonas de penumbra que queramos o no encierran la sal de las historias familiares.

Y no, pese a parecerlo, a la académica de la lengua (suya es la g minúscula), no le parece bien la comparativa con Galdós o Clarín, quienes, asegura, agarran al lector por el cuello y no le dan el menor margen para pensar por sí mismo. "Son unos autores buenísimos, qué duda cabe, pero la verdad es que me irritan un poco. Cuando les leo siento que está ya todo demasiado juzgado. Prefiero darle al lector la oportunidad de colarse por las brechas de lo que no está dicho para que él se construya su propia versión. En ese sentido Baroja me parece mucho menos polvoriento, más moderno y mucho mejor modelo".

En términos sencillos esta es la historia de Elvira, una viuda de la alta burguesía aficionada a la ópera, los viajes, las joyas y la buena vida que jamás perdona su temporada musical en Salzburgo. En uno de esos viajes estalla la guerra civil y su vida se pone patas arriba. Pero también es la historia de Valentina, la sobrina a la que su tía protege y más tarde, la tercera generación, Alba, posiblemente el personaje más cercano a la propia autora, no en vano ella es la que indaga en los posibles secretos del clan, como si se tratase de una novelista.

LEGADO DE SILENCIO

"Me interesa contar esta historia desde el punto de vista de las mujeres porque de niña jamás me dejaron entrar en el mundo de los hombres. En casa de mis abuelos, cuando se acababa de comer ellos se iban a la biblioteca a hablar y a fumar, mientras las mujeres ¿qué hacían…? Pues no me acuerdo, daba la sensación de que se evaporaban cumplida su función de esposas y madres y lo hacían porque no tenían un mundo propio". Y es que como herencia, Puértolas, siente que durante mucho tiempo, como a tanta gente de su generación, se le legó un silencio frente al que tuvo que reaccionar: "Creo que es prioritario recuperar ese no saber".

La autora asegura que en la situación de esta nueva España invertebrada se necesita un gran esfuerzo de sinceridad a la hora de dirigir la mirada a nuestro pasado para encontrar un modelo de diálogo sin consignas. Su fórmula es la de la ficción: "En una novela los personajes tratan de buscar una manera de vivir y de estar en el mundo y eso no tiene nada que ver con los datos que nos han trasmitido, que son importantes, pero no más que la forma en la que vivimos un tiempo en concreto. Ese es el poder de la novela: la búsqueda de una verdad íntima, sin querer demostrar nada. Y es que la novela rescata la visión personal y concreta, no la oficial".