Hiperbólico. Insultantemente (de buen grado) eterno. Infinito en canciones, matices, sonrisas y energía galopante. Felicidad inmensa. Raphael, vestido con un frac negro de terciopelo, brindó una gran noche a Castelló. Los violines de la Orquestra Simfònica de la capital, dirigida por el asturiano Rubén Díez, mientras estaban afinando, no podían solapar el murmullo expectante de una plaza de toros que se rendiría a su icono más multigeneracional. Un ídolo valeroso y amable.

Sobrehumano, de pasiones desbordadas, música directa al corazón en un chute de energía que envolvió de sueños y quimeras el primaveral cielo de la ciudad turquesa y naranja, después de mirar al cielo toda la jornada.

A su salida, gran ovación. No había hecho nada aún, pero el fervor y las lágrimas anunciaban la liturgia de la fuerza de los mares y el ímpetu del viento. Como una ola gigante. El Niño de Linares, con la alcaldesa, Amparo Marco, como espectadora, se entregó en «carne viva» a su REsinphonico, revisión orquestal de sus grandes éxitos y que hacía que Castelló regresase a los circuitos de los conciertos internacionales. Nuevo trabajo que evoca misterio, amores y desengaños, romances inesperados, y también aventuras de la vida, porque Raphael es aquel, el que, «como yo nadie te amó».

Épica de canción. Monumentalidad de la bandas sonoras y pentagramas sinfónicos, aderezados con lo electrónico. Arriesgada propuesta de un príncipe valiente de voz contundente. Voraz. Como un gran predicador que enardece a las masas para «olvidar las tristezas del mundo» en una noche telúrica y «caminar por las calles sin rumbo».

Porque «digan lo que digan», Raphael invita a «lugares lejanos y nuevos, con el corazón desnudo», en un alarde de luces de neón y proyecciones de fantasía y embrujo. Duende nocturno.

PUERTA QUE SE ILUMINA // Romántico, autobiográfico, versátil en su eterno papel de galán enamorado, para adorar y sentenciar que «nuestros pasos irán a buscar otra puerta que se ilumina cuando ella se acerca».

Con el Escándalo de una tormenta perfecta en un mayo de verdad. Infinito recital de más de dos horas de duración «para contemplar la vida desde arriba». Para descubrir «lo bella» que es la existencia y «divisar la estrella más pequeña». Una treintena de temas para «respirar el aire más profundo». Raphael no se retirará nunca (posiblemente) y sus directos son de una fuerza arrolladora en la que anidan más de 50 años de trabajo constante, sacrificado, eremita, «sin miedo».

Raphael en su mundo. El triunfo de la luz sobre las tinieblas. Estupendo y transgresor, que hizo vibrar a una gente madura, pero también mucho adolescente impregnado de un «maravilloso corazón». El «loco que pasea por la calle», triunfal de boleros, salsa y ritmos sesenteros, que «que gana tiempo para ver cómo apagas la luz, antes de ir a dormir», como un poema trufado de esencias. Reinventado Raphael, siempre vestido de negro, alzando los brazos ante un público de pie, de aplausos volcánicos que irrumpían en un el coso taurino de Pérez Galdós pletórico, galvanizado en «un río desbordado que no se puede controlar». 3.500 personas euforizadas, libres y almáticas en la sinrazón de salvas de lirismo. Con la asistencia de la alcaldesa de la ciudad, Amparo Marco.

Como una María Magdalena que embriagó con sus perfumes a un Jesús necesitado, Raphael embrujó en su destino a Castelló, ávido de emociones. La necesidad como virtud. Capital de la provincia que recibía a un artista de talla internacional que ya estuvo aquí años ha. Evocación del Hostal de la Llum y el Bohío. Eso no lo saben los millenials, que descubrieron ayer a Raphael.