Un guitarrazo y un "fuera de mi puto escenario" fue lo que el activista Abbie Hoffman recogió cuando en Woodstock intentó interrumpir sin éxito el concierto de los Who en solidaridad con uno de los opositores a la guerra de Vietnam. Lo soltó un enfurecido Pete Townshend y la imagen no pudo ser más sesentera. Un año antes, en 1968, Hoffman fue uno de los siete de Chicago, izquierdistas 'yippies' (los 'yippies' vendrían a ser como los 'hippies' pero con una conciencia política) juzgados por haber liderado unas explosivas protestas durante la convención del Partido Demócrata. Hoffman, que acabó en la cárcel por traficar con cocaína años más tarde, tenía además alma de 'showman' -otros dirían que de payaso- y mantuvo hasta su suicidio final a los 52 años una fidelidad a la causa a prueba de bomba, algo que al escritor norteamericano Joshua Furst le ha parecido tan atractivo como para hacerle protagonizar su novela Revolucionarios (Impedimenta).

Y es que Hoffman no cambió, como lo hizo Tom Hayden, compañero de viaje insurgente, que amén de casarse con Jane Fonda, acabó como senador por California. Hoffman fue un 'outsider' toda su vida. No se arrepintió, ni se blanqueó con el paso de los años. Se mantuvo al margen de la sociedad toda su vida enfrentado, así, a paradojas inextricables como que su manual de supervivencia, Roba este libro, que enseñaba cómo poder vivir sin dar golpe, acabara saneando su maltrecha economía. Y eso que muchos de sus seguidores se tomaron el título al pie de la letra para consternación de los libreros.

Barcelona como Chicago

Furst (Colorado, 1971) visitó Barcelona la semana pasada para asistir a la boda de un amigo y aquí no se encontró la ciudad que esperaba sino un lugar no muy alejado de algunos de los escenarios dibujados en su novela: disturbios en la calle, despliegue policial y helicópteros sobrevolando el campo de acción. "Para los revolucionarios de los 60 y 70 de los que habla mi libro, la guerra civil, o la revolución española como ellos la llamaban, fue todo un mito pero no sé cuánto de su espíritu hay en las revueltas de Cataluna. De todas maneras encuentro todo esto fascinante", dice cautamente.

En su novela, Furst desfigura apenas la biografía de Hoffman bajo el nombre de Lenny Snyder y convierte al único hijo de este -en realidad Hoffman tuvo tres-, Fred, diminutivo de Freedom, en el narrador de una historia marcada por las contradicciones. Para empezar, ¿cómo compaginar revolución y familia? Porque la mayoría de los hijos de la utopía no fueron precisamente niños felices. "Es la eterna pregunta. Cómo cambiar lo que somos intrínsecamente. En el fondo esas contradicciones son las que nos hacen humanos", excusa el autor, que se considera también hijo de ese tiempo, un momento crucial en el que "parecía que se podía ganar o perder todo". Que no se ganara, no devalúa para Furst el hecho de que aquel fue un punto de inflexión en la Historia mundial. "Éramos unos locos, unos irresponsables, pero teníamos razón", afirmó Hoffman en sus últimos años y Furst solo rebaja sus argumentos un poquito: "Quizá no luchara por la humanidad y sí para sí mismo, pero tenía más razón que muchos otros".

Leer Revolucionarios a la luz del presente es, según su autor, lo más interesante que se puede hacer. "Todo el mundo tiene muy claro que Trump está provocando el caos, fruto de su irresponsabilidad. Pero lo peor es que está utilizando las mismas palabras sobre la libertad individual que se usaban en los años 60, pervirtiendo aquel mensaje". Más allá de los gestos, ¿queda hoy algo de aquel espíritu? "Hay mucha gente mayor que se siente aliviada porque alguien que no pertenece a esa época recuerde cómo era ser joven en aquel momento. Este es un libro sobre la izquierda, así que la mitad de la izquierda se ha sentido enfadada al leerlo y la derecha lo ha considerado una mierda".