Todavía ignorado e incomprendido en algunos sectores, el videojuego es una fuerza cultural de primer orden, como recordó el mismísimo Victoria and Albert en el 2018 con 'Videogames: Design/Play/Disrupt' y mucho antes, en el 2002, el Barbican Centre con 'Game on', exposición pionera en esta reivindicación que llega ahora a Madrid en su versión más completa.

El videojuego es compañero de viaje e inspiración para muchas otras formas de cultura popular, sobre todo algunas mejor consideradas como la música y el cine. En el apartado sonoro, uno de los ejemplos más extremos es la escena 'chiptune', cuyos miembros suelen crear música a través del 'hackeo' de viejas máquinas y la explotación de sus chips de sonido. Proyectos internacionales (Crystal Castles, con nombre de juego ochentero de Atari) y nacionales (Meneo) cobraron fama cultivando y pervirtiendo la nostalgia por nuestros viejos piques en aparatos de 8 bits.

Uno de los libritos de la serie 33 1/3, colección de análisis de álbumes clásicos, sobre todo del pop y el rock, se centra en la banda sonora de Koji Kondo para 'Super Mario Bros', solo tres minutos de música original, pero merecedores de un libro e influyentes hasta el delirio. Hace dos años, la música de Nobuo Uematsu para la serie 'Final Fantasy' sonó en versión orquestal en el Auditori del Fòrum. El último disco de M83, 'DSVII', cuenta con esta banda sonora (y otras de otros juegos clásicos) entre sus grandes inspiraciones.

CINE CON ALTO NIVEL DE JUGABILIDAD

En el apartado cinematográfico, la influencia del videojuego se ha dejado notar de muy diversas maneras. En primer lugar a través de las adaptaciones de títulos famosos. No siempre afortunadas, de acuerdo: recordemos, por ejemplo (o mejor no), 'Super Mario Bros.', por desgracia sin música de Kondo. También hay películas perfectamente estimables que han tenido peor prensa de la debida por el simple hecho de estar basadas en un videojuego: algunos ejemplos podrían ser 'Silent Hill' o esa curiosa entrega de 'Resident Evil' llamada 'Venganza', que abrazaba las mecánicas originales hasta sus últimas consecuencias: un mapa bien explicado como base de todo, etapas temáticas, diálogo casi inexistente Y así rozaba la vanguardia, sin más.

A otro lado están esos filmes que, sin estar basados en videojuegos, lo parecen, porque esta clase de estímulo debe formar parte de la dieta pop de sus directores: es el caso de 'Hardcore Henry', un 'first person shooter' hecho película; 'Scott Pilgrim contra el mundo', con terribles exnovios al final de cada nivel, o 'Al filo del mañana', basada en una partida reiniciada una y otra vez. Eso por no hablar de las películas cuya acción transcurre dentro de videojuegos, como la saga 'Tron', 'Rompe Ralph!' (casi una historia de la evolución del medio) o 'Ready player one'. Ignorar los videojuegos es querer bajarse de estos tiempos.