Con el aval del padre de todos los festivales de teatro clásico (casi el abuelo), el de la romana Mérida, Peñíscola recibió el Shakespeare más violento con Tito Andrónico, en la primera de las grandes funciones de su ciclo.

Y es que la compañía titular del festival emeritense dejó su sello con un drama en el que se reflexiona sobre la condición humana con las grandes pasiones, como le gustaba al genio de Stratford upon Avon, y en el más difícil todavía en el contexto del covid-19.

La obra llegaba a la ciudad papal con enormes expectativas. El hecho de que fuera la producción que clausuró el Festival de Mérida del 2019 y la consagración plena de una nueva generación de actores que se están adueñando de la escena española, hacían prever una calidad extrema y un toque de distinción y buen gusto en las artes escénicas.

Y así fue. José Vicente Moirón hizo de Tito Andrónico con la solvencia de quien es capaz de mostrarse histriónico, confundido y acomplejado en un texto que habla de violencia, no en sí misma, sino de los mecanismos que llevan a ejercerla. Atormentado Andrónico que, por encima de todo, quiere cumplir la ley, poniendo sobre la mesa la diatriba constante entre actuar llevados por los sentimientos o por las leyes.

Mujer empoderada

Carmen Mayordomo borda su personaje de emperatriz goda Tamora, a quien no le importa abandonar a su suerte al marido, Saturnino, un pelele de una Roma decadente. Empoderamiento de la mujer frente al recalcitrante machismo que ya hacía sus estragos en un imperio baladí y altisonante.

Constantes referencias a una equivocada supremacía de género hacen de la obra una alerta de actualidad y sensibilización. Con un decorado minimalista formado por un podio, dos mesas y un perigallo (al final la vida siempre es la historia de una escalera, como diría Buero Vallejo), la carga dramática es tan grande que supera escenarios, diálogos, gestos y movimientos.

Tiempo también para los monstruos, como los hijos de Tamora. Quirón y Demetrio, y estremecedores momentos como cuando Lavinia, encarnada por Lucía Fuengallego, aparece con las ropas desgarradas llenas de sangre, tras haber sido violada, y que provocó el ruido del silencio más contumaz en la fortaleza.

Lirismo extraordinario en una versión de Nando López que, con tres horas de duración, cautiva a un público entregado con mascarillas y guardando las distancias de seguridad.

Apenas 150 espectadores tuvieron el privilegio de disfrutar del Shakespeare más violento con un Tito Andrónico que la compañía titular del Festival de Teatro Clásico de Mérida la convierte en sublime, prodigiosa y venerable en la eterna lucha del bien contra el mal. La próxima obra, La Celestina, el 21 de julio.