Desde que apareció en Compañeros con tan solo 18 años, Álex García (San Cristóbal de La Laguna, Tenerife, 1981) ha paseado su buena planta y su talento por series como Sin tetas no hay paraíso y Tierra de lobos, películas como Kamikaze y Sin tetas no hay paraísoTierra de lobos,KamikazeSi yo fuera rico y obras de teatro tan potentes como Jauría e Incendios. Ahora se ha metido en la piel de un policía tan educado como inmoral en la aclamada serie de Movistar+ Antidisturbios, de cuyas críticas por parte de un sector policial no ha estado muy al tanto. Él ahora solo tiene ojos para el corto que dirige.

¿Cómo vive el éxito de la serie?

Como me ha tocado hacer muchos tipos de proyectos en estos últimos años, cuando son buenos, pienso qué bien estar ahí, pero cuando son malos, también, aunque no tanto. Las cosas no son tan buenas o tan malas. Y ya disfruté rodando.

¿Vio por el guion que ya estaba metido en algo bueno?

Ya entonces pensé: qué historia tan bien contada! Me gustó mucho que no había ningún arquetipo, que nada era lo que parecía, que cada capítulo te hacía reflexionar... Me gustó cada arista de cada uno de los personajes. Sentía que iba a ser una gozada esa serie. Y así fue.

¿Habló con Fernando Cuesta, su colega en la serie Compañeros, que ahora es policía?

Sí, ¿cómo lo sabe? Algún día intercambiamos un wasap y le envié una foto con uniforme con Raúl Arévalo, que también trabajó en esa serie. Pero solo fue a nivel de amistad y de anécdota. Y me dijo que tenía muy buena pinta.

¿Y cómo aprendieron a moverse como ellos? ¿A seguir su liturgia?

Tuvimos una preparación de un mes con personal que pertenece a la policía y luego, si conocíamos a alguien, hacíamos reuniones. Yo seguí a algunos para ver cómo se movían y qué comentaban en las redes.

Pese a todo, algún sindicato ha calificado la serie de basura.

Si estás pensando en el resultado, no eres honesto. Porque te influye a la hora de tomar decisiones y defender al personaje. Siempre hago los personajes hasta el punto de quererlos, entenderlos y respetarlos profundamente. Eso mientras los estoy haciendo. Luego yo puedo tener mi punto de vista. Y cada uno puede opinar lo que sea. Pero, de hecho, hoy en día cada vez la gente opina más y cosas más extremas. La verdad es que no he querido estar muy al tanto en las redes sociales de lo que ocurría más allá de la ficción.

Ha habido de todo. Pero usted dice que a su entorno el personaje de Antidistubios le repelía más que el terrorista de Kamikaze.

Sí, descubrí durante el proceso que había una herida muy abierta con los antidisturbios a nivel social. Que la gente tenía una opinión bastante concreta sin estar realmente documentada, sino basada solamente en las imágenes que salían en televisión. Lo cual yo entendía perfectamente, porque formo parte de esa sociedad. Pero gracias a la serie, la información ha sido completa, no solo lo que sale en la apertura de un informativo o un diario. Trasciende más allá del click de un titular.

Muestra cómo viven, lo que sienten. ¿Se les humaniza?

El término humanizar es muy peligroso. ¿Quiere decir que los otros no son humanos? En la ficción y en la prensa se deshumanizan las profesiones. Y cuando llega una en la que no se les deshumaniza, sino que se les presenta como son, sorprende. Cuando debería ser lo normal.

Álex Parra, su personaje, es educado, tranquilo, con buena imagen... Pero tiene una parte oscura.

Cierto. Tiene una parte oscura de la que no es consciente. Forma parte de un sistema en el que las cosas se hacen de una manera y él cree que es la justa. Y tomando esas decisiones, a veces perjudica a la gente. O son algo inmorales. O ilegales. Es un buen policía, ama al cuerpo y la mayoría de sus acciones son buenas. Pero su moral es discutible.

Y se convierte en el oscuro objeto de deseo de la agente Urquijo.

De manera inconsciente, todo el bloqueo emocional que tiene Laia lo filtra con Parra. Y hay una escena en la que él se deja llevar. Si lo hubiera pensado, no lo habría hecho.

El rodaje fue en el año que hizo la obra Jauría, sobre La Manada. Qué baño de testosterona!

Pues sí, hija mía; sí, sí.

Con Jauría, donde también coincidió con su amigo Raúl Prieto (Bermejo, en la serie), dice que puso a prueba su machismo.

Descubrí cosas mías que no sabía. Cuando haces personajes que tienen una trama social, si quieres, puedes descubrir comportamientos tuyos que pensabas que no tenías. Y tanto en Jauría como en Antidisturbios, descubrí una parte mía que yo quería no conocer. Y eso me ha ayudado a crecer mucho en el último año, sí.

Su atractivo físico es innegable. ¿Le dio miedo que en la tele le encasillaran en el papel de galán?

Sí pasé por esa etapa en la que pensaba que igual no permitiría hacer otros personajes. Pero debes abrazar tus virtudes. Un amigo lo llama superpoderes. Si superdopoderes es tener una altura y una cara, ponlo a tu favor, no lo conviertas en tu enemigo. Y cuando aceptas lo que eres y lo que la gente cree que eres y le puedes dar, te tranquilizas y empiezan a ver más allá. Si no, siempre estás a la defensiva, pensando que todo va en torno a esa obsesión que tienes tú a que te vean de una manera. Si eres tú, el tiempo te va colocando en tu lugar. A ti y a todos.

En el teatro ha hecho obras muy potentes: Jauría, Incendios....

Sí, y estoy dirigiendo el cortometraje documental Incendios, más allá del teatro. Estamos participando en festivales y en la terna de los Goya. Ahora hay que lograr que lo vea mucha gente. Cuenta cómo una historia bonita puede transformar a quien participa en ella. No solo a los actores. Oyes a telespectadores, a iluminadores... No se queda solo en cómo se monta una obra de teatro, sino que muestra qué sienten. Y eso es muy bonito.

Empezó con 13 años en el Canal 7, de Canarias. ¿Lo de presentador forma parte del pasado?

Forma parte del pasado, porque fue hace muchos años, pero nunca he llegado a cerrar esa puerta. A mí me gusta contar historias delante de la cámara, y si aparece un programa interesante que me invite a contar algo interesante, no me cierro.

¿Y cómo llegó tan joven a la tele?

Me hicieron una entrevista en un programa para televisión, y tenía tanto desparpajo y me vine tan arriba, que el director, cuando me vio, dijo: "Ese chico tiene que trabajar con nosotros". Me entrevistaron y, al día siguiente, me dieron un micrófono, una cámara y salí a hacer un programa. Y funcionó! (ríe).¿Viajé mucho. Por las islas, Malí, Cuba... Fue una experiencia brutal. Empecé con los carnavales y luego se basaba en lo que a mí me apetecía hacer en el lugar que fuera.

Increíble. ¿Y encima le pagaban?

Y encima te pagan por eso (ríe).

Su talento es innegable, pero ¿también tiene mucha suerte? ¿O se la sabe buscar?

La suerte la genera cada uno. Yo siento que soy afortunado, pero si yo no llego a hablar de esa manera en la televisión, ese hombre al verme le da igual. Y si yo no hago el casting para Antidisturbios, pues no me cogen. Y si no vengo a Madrid con 17 años, no empiezo a acceder a castings aquí. Y si no hago 16.000 castings hasta que no me cogieron en la primera obra de teatro, pues nunca habría hecho teatro aquí. Que luego me sienta afortunado por trabajar en una serie en la que mayoría de mis compañeros no pueden hacerlo, pues muchísimo. Pero yo creo que la suerte la mayoría de las veces se la genera uno.