A María de los Ángeles Rozalén Ortuño, más conocida como Rozalén (Albacete, 1986), lo que le preocupa ahora mismo es saber con seguridad cuándo podrá volver a la carretera para presentar su cuarto álbum de estudio, 'El Árbol y el bosque'. El primero trabajo de la cantautora que además de salir en CD está también en vinilo. Confiesa lo mucho que añora los conciertos, los viajes y la locura que rodeaba su vida antes de la llegada del covid-19. El confinamiento le ha dado canciones como 'Aves enjauladas', que ha incluido en un disco variado. Incluye desde un canto a la vida con aires cubanos como 'El día que yo muera' hasta la ranchera 'Amiga', sin olvidar su compromiso social en temas como 'La línea', 'Loba' o 'La maza', un 'clásico' de Silvio Rodríguez.

Cuando empezó a componer sus nuevas canciones no tenía un plan predeterminado. "Las canciones me fueron saliendo. Cuando tuve tres o cuatro ya vi el hilo conductor del disco y las últimas sí las hice más a conciencia", recuerda. En ellas tenía más presencia que nunca un mirada interior. "Hablaba muchísimo del 'yo', del autocuidado y del sentido de la vida. Estaba más mística". Si en el anterior álbum, 'Cuando el río suena', hablaba de sus raíces, de su familia y su pasado, este está más enfocado en sí misma. "Estoy como más 'pa dentro' y que salga ahora tiene más sentido porque ahora la gente también lo está", señala en referencia a la situación creada por la pandemia. Todavía no se ha recuperado de ver la ciudad de Barcelona, donde se hizo la entrevista, sin bares ni restaurantes abiertos. Sin actividad cultural tampoco. Para ella, que vive cerca de Madrid, ha sido un 'shock'.

Una sombra de inquietud

Aunque está encantada de poder hablar de su nuevo disco, una sombra de inquietud atraviesa su mirada. Las restricciones y la incertidumbre respecto al futuro no se pueden obviar. Si de algo está contenta es de haberse atrevido a hacer esa introspección de la que han salido canciones que muestran a Rozalén como una mujer más madura, segura y sin miedo a la muerte. De ahí ese brindis alegre que deja como testimonio vital en 'El día que yo muera', una pieza inspiradísima. "Pienso mucho en la muerte. Y ya lo hacía antes de este año en el que la muerte ha estado tan presente en todas las esquinas. Siempre he creído que hay que normalizarla. ¡No debería ser un tabú! Ni siquiera con los niños. Es una parte esencial de la vida y hay que celebrarla incluso si mañana muriera a mis 34 años. Hay cosas que yo he vivido que otros nunca experimentarán ni en dos vidas", afirma. ¿Ya tiene canción para el funeral? "Este es mi testamento. Quiero que la gente se pegue un fiestón, que celebre la vida y que, sobre todo, me recuerde".

También está muy orgullosa de 'Amiga', que canta con Mon Laferte. "Suena a la típica ranchera norteña de México porque la producción la hice con Manu Jalil, que trabaja siempre con Laferte", dice acerca de la aclamada artista chilena. "Me noto muy a gusto con cualquier género", confiesa. Basta fijarse en cómo suena la hiperbailable 'El paso del tiempo'. "Es que el funk es un ritmo que también me mola", declara la cantante, que en ella habla de aceptarse a uno mismo cuando los años empiezan a dejar surcos en la piel. ¿Hay que recuperar aquello de la arruga es bella y evitar quirófanos? "Veo muchas amigas de 40 y 50 años a quienes esos cánones de eterna juventud imperantes duelen y eso no mola nada. Ahora que tampoco tengo muchas arrugas pero me van saliendo algunas canas pienso que hay que valorar la sabiduría. Hay que querer a las arrugas y pensar que si las tienes es porque te has reído mucho".

Los ídolos

El respeto por todos aquellos y aquellas que la precedieron en la canción de autor la ha llevado a grabar versiones de algunos de sus ídolos para traspasarlas a las nuevas generaciones. "Tenemos la obligación de seguir cantando las canciones de los maestros", afirma, orgullosa de haber dado a conocer a muchos niños a su venerado Luis Eduardo Aute interpretando 'La belleza' en su segundo disco. Y en el tercero incluyó 'Volver a los 17', de Violeta Parra, y en este que acaba de lanzar recupera 'La maza', de Silvio Rodríguez. "Creo en las señales y si la grabé fue porque esta canción me llegó en una versión cantada por Mercedes Sosa que me enviaron distintas personas . Todas me decían lo mismo: 'Has de cantarla'".

No quiere ni pensar en otro confinamiento. Entre marzo y junio del año pasado vivió una auténtica montaña rusa emocional: "Pasé de todo. Hubo un momento en que sentí que estaba hasta en la sopa porque todo el mundo me pedía colaboraciones y, como me sentía con energía, decía que sí a todo. Estuve muy activa en redes, salió 'Aves enjauladas' pero luego, al mes más o menos, tuve un bajón". En estos momentos mira con cautela el futuro. "La situación ahora es diferente. Aunque no estamos confinados todos tenemos un agotamiento mental y vemos venir el toro. Saco el disco con ilusión pero no sé cuándo lo podré presentar en directo y eso me rompe los esquemas".

Sin preparación para la incertidumbre

Si algo ha aprendido es que la vida no es como pensaba. "Yo antes tenía planeados mis próximos dos años. Ahora estaría aquí pero mañana iría ir a México, a Argentina, en febrero empezaríamos la gira... Pero no. En estos momentos hay que preocuparse de mañana o, como mucho, de la semana que viene. La incertidumbre es dolorosa. A mí la sociedad o el sistema no me había enseñado a vivir así. Vivía instalada en la velocidad y el estrés". Y como ella, su inseparable intérprete del lenguaje de signos Bea Romero. "No concibo ahora mismo nuestro espectáculo sin Bea. Ella ha sido la primera en conocer las canciones del disco y se sabe todos sus secretos", admite. Para ella los conciertos inclusivos son de lo más normal, cree que irán a más. "No digo que todo el mundo incluya a un intérprete siempre en sus conciertos pero sí en determinadas actuaciones".

Hoy por hoy, estar enfrascada en la promoción de 'El Árbol y el Bosque' la mantiene ilusionada. Lo que más desea es iniciar su próxima gira, prevista a partir de mayo. A ver si para entonces la vacuna contra el covid-19 nos ha dado una alegría.