Fundada en 1969, Anagrama ha logrado lo que muchas editoriales sueñan todavía poder alcanzar: que alguno de sus cerca de cuatro mil títulos se haya «colado» en la librería personal de miles y miles de hogares en España y Latinoamérica. Inconfundibles son esas portadas de un color que ya han bautizado como «amarillo Anagrama» e igual de distintivos son los nombres de los autores y autoras de un catálogo del que ansían formar parte infinidad de aspirantes a escritor. Dicho de otro modo, formar parte de la familia Anagrama es como haber alcanzado un sueño, el Olimpo de la edición independiente, de calidad.

Jorge Herralde —y desde 2017 Silvia Sesé— ha logrado sacar a la luz algunas de las voces literarias más relevantes del último medio siglo, muchos de ellos considerados ya clásicos. Premios Nobel, académicos, intelectuales, figuras de reconocido prestigio nacional e internacional… El listado de personalidades es, qué duda cabe, abrumadora. Es por ello que cuando en 1988 un castellonense pasó a engrosar esa nómina de autores, el orgullo patrio afloró. No era para menos. En cierto sentido, Castellón, la provincia y sus comarcas, pasó a formar parte de ese universo literario. Fue Manuel Vicent el primero en abrirse paso con el primer volumen recopilatorio de los artículos que iba escribiendo para El País. Su titulo: Arsenal de balas perdidas. Como en muchos otros sentidos, el escritor de la Vilavella fue pionero. No obstante, hubieron de pasar 26 años para ver el nombre de otro castellonense en el exquisito y siempre atractivo catálogo de Anagrama, el del almazorense Robert Juan-Cantavella, quien con su Y el cielo era una bestia presentaba un excitante relato de misterio que era, a su vez, la historia de unas ideas inciertas y un gabinete de curiosidades.

Primera novela

El 24 de marzo de este 2021 aparecerá en las librerías de toda España el tercer libro escrito por alguien nacido en nuestras comarcas y publicado por el sello barcelonés. Se trata de La anguila, de la vila-realense Paula BonetLa anguila. Sí, han leído bien, Paula Bonet. La ilustradora y artista publica ahora la que es su primera novela y lo hace, además, con algunos padrinos de excepción, como son los escritores Marta Sanz, Nell Leyshon, Agustín Fernández Mallo o Enrique Vila-Matas, quienes han elogiado esta primera incursión en el género novelesco. Cierto es que Bonet ha publicado ya varios libros con una estrecha relación con la palabra, como son Qué hacer cuando en la pantalla aparece The End, 813, La Sed y Roedores. Cuerpo de embarazada sin embrión. No obstante, todos ellos no podían considerarse novelas como tal.

La anguila

es un libro osado, una obra que «nos transporta a un arte ingenioso, complejo, sabio, que hace avanzar permanentemente nuestros límites», en palabras de Vila-Matas. Bonet habla sobre el cuerpo, sobre un cuerpo que ama y es amado, pero también un cuerpo que es abusado, violentado a través del sexo y el parto, del aborto y la sangre, de la mugre. La vila-realense aborda aquí «la memoria y la herencia, habla sobre nacimientos y pérdidas, sobre el deseo que traspasa generaciones, los gestos aprendidos y truncados. Sobre rebeliones y huidas, sobre la amistad y sobre Chile», temas que han estado presentes en sus otros libros pero quizá no de este modo, sin veladuras, asumiendo riesgos. «Paula Bonet, sin compasión y sin autocomplacencia, escribe una novela de formación con final feliz: el mundo se empieza a transformar, y una mujer se autorretrata con la carne de la escritura, los ácidos y el óleo», escribe Marta Sanz. Sin duda, una obra que va a dar que hablar y que vuelve a demostrar que la artista de Vila-real no tiene límites, que no conoce las fronteras.