Si algo debemos agradecer al pujante, pese a todo, sector editorial de nuestro país, es su capacidad para visibilizar literaturas que serían del todo desconocidas o de difícil acceso, bien por su procedencia o por su, quizá, poco impacto mediático a priori. A esa valentía y capacidad rastreadora, hemos de sumar, cómo no, el amplio listado de excelentes traductores que hacen posible que gocemos de muchas de esas lecturas. Desde aquí, gracias.

Este introito viene a colación de un descubrimiento —o redescubrimiento, según se mire—, el de un autor nacido en Lexington, Kentucky. Me refiero a Chris Offut, escritor que tuve oportunidad de conocer (literariamente) gracias a su obra biográfica Mi padre, pornógrafo, que publicó —con traducción de Ce SantiagoMalas Tierras, editorial ecléctica y sugerente, necesaria para aquellos lectores atrevidos y exigentes. Esa obra ya causó un gran impacto en mí, removió algo en mis adentros por ese modo de narrar a un padre, por ese intento de reconciliarse con él o, más bien, de superar su presencia. 

Al poco tiempo, y con Javier Lucini en las labores de traducción, la editorial barcelonesa Sajalín «recuperaba» la primera obra de Offutt, Kentucky seco, un conjunto de relatos con los que se me volvió a encoger el corazón por la dureza que describe en cada uno de ellos, por esa visión cruda e inclemente de la vida. Todo era desolación y desesperanza, pero no por ello alejé de mí la necesidad de seguir ahondando en ese universo. Mis deseos fueron satisfechos, ya que Sajalín volvió a la carga con Noche cerrada y Lejos del bosque —de nuevo con Lucini como traductor—.

El binomio, o más bien, el tridente formado por Offutt, Sajalín y Lucini no es fruto de la casualidad. Diríase que los planetas se alinearon para que esa relación fructificara en el modo en que lo ha hecho, dando como resultado un proyecto editorial que se mantiene en los márgenes a base de trabajo sucio. En otras palabras, una inyección de realidad sin edulcorantes. 

'Lejos del bosque' es el último título de Offutt que llega a las librerías españolas.

En todos los relatos de Chris Offutt existe un elemento común: un aire viciado, una atmósfera densa que atrapa a sus personajes y al propio lector. Da la sensación de que no hay posibilidad de escape, de estar condenado a lo inhóspito y salvaje, a la falta total de condescendencia. El frío, el alcohol y la violencia —que está implícita en cada gesto— son protagonistas, y en Lejos del bosque, segundo libro del autor norteamericano, siguen presentes, si bien el escenario no es el de su Kentucky natal. 

En esta ocasión, y demostrando que toda obra es, en cierto modo, autobiográfica, Offutt presenta a una serie de individuos que lograron huir de ese territorio sin perspectiva de futuro. ¿De verdad es así? ¿Realmente es posible escapar de tu lugar de origen, romper ese vínculo, extrañamente afectivo? Todos los sujetos de estas historias parecen haber sido capaces de olvidar su pasado, pero poco a poco se dan cuenta de que no es así, de que están «condenados». Planea sobre cada uno de ellos una especie de nostalgia de la que intentan desembarazarse, aun sabiendo que es imposible, como pudo comprobar el mismo Offutt cuando, de joven, abandonó su Kentucky natal para ganarse la vida. En estas páginas, en lugar de describirse directamente a sí mismo, se sirve de camioneros, sheriffs, obreros, ex convictos y boxeadores amateurs —gente a la deriva— para describir esa especie de morriña turbia. Una vez más, la literatura de Offutt está exenta de preciosismo, es directa, punzante e intensa. Hay pocos autores que sepan condensar hasta la mínima expresión esa complejidad emocional y violenta de esa América rural.