Hay figuras inabarcables. La de Friedrich Nietzsche diría que es una de ellas. Cuanto más pienso que sé sobre él, sobre su vida y su obra, más me sorprende mi ignorancia total y absoluta, lo cual no es malo, ni mucho menos. Es más, prefiero que sea así para seguir ahondando en su persona, en su pensamiento, al tiempo que contrasto lecturas y percepciones de otras personas mucho más sabias que yo y que se han acercado con gran maestría al filósofo alemán, ese pensador complejo e incendiario, hasta cierto punto enigmático y sobre todo estimulante.

No será la primera vez, ni la última, que afirme la necesidad de profundizar en el mundo de Nietzsche, pues siempre le ofrece a uno líneas que explorar en la vastedad del conocimiento; líneas, además, que están íntimamente ligadas a la propia vida. Fue un ser curioso, en el sentido de ser capaz de abordar ese extrañamiento que nos hace valorar y descubrir todos aquellos aspectos de la condición humana, evaluando y reflexionando a su vez nuestras relaciones con el otro y con lo otro. Fue, también, un ser emocionalmente frágil, alguien que ansió vivir en carne propia el amor más profundo y sincero pero que se vio destinado en cierto sentido a la soledad más absoluta, una soledad física pero también espiritual.

De sus relaciones, y de su sentimiento afectivo, versa en parte el ensayo Ariadna abandonada (Alpha Decay) que firma Victoria Cirlot, una obra que es una ampliación de un artículo de la propia catedrática de Filología Románica de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona en el que hacía especial hincapié en «textos de Nietzsche en los cuales se hacía referencia, implícita o explícita, a Ariadna», la princesa cretense, hija de Minos y Pasífae, figura notable de la mitología griega al haber ayudado a Teseo a encontrar el camino de vuelta por el laberinto tras vencer al Minotauro gracias al hilado de su vestido. 

'Ariadna abandonada. Nietzsche trabaja en el mito' (Alpha Decay)

Efectivamente, no pocas veces, aunque muchas de ellas de forma sucinta o contenida, Nietzsche habla de Ariadna, del mito, para transformarlo a su antojo, para renovarlo en busca de introducir nuevos significados; así, se centra en la figura de Ariadna abandonada por Teseo en la isla de Naxos y de cómo el dios Dionisio se presenta como su salvador, su héroe, su superhombre. Asimismo, menciona el nombre de Ariadna para referirse a Cosima Wagner, con quien sabemos que mantuvo una estrecha relación —con ella y con Richard Wagner, claro, hasta la publicación de Humano, demasiado humano, obra que supuso el fin de esa amistad entre los Wagner y un Nietzsche que nunca llegó a superar esa pérdida—, a quien profesó una admiración absoluta, a quien amó.

Cirlot, a través de los capítulos de este fascinante viaje, nos traslada hasta los inicios del mito y nos invita a conocer las distintas interpretaciones, inspiraciones y voluntades que la figura clásica ha despertado en la mente y obra de pensadores como el propio Nietzsche o Gilles Deleuze, o en artistas como Giorgio de Chirico. Una aventura fascinante por el saber y el conocimiento.