¿Qué significa ser humano? ¿Qué nos caracteriza como tales? ¿Nuestra capacidad de resiliencia? ¿La razón que hemos desarrollado mediante el pensamiento abstracto? ¿O más bien nuestro extraordinario talento para fracasar?¿Es, quizá, el abismo al que nos asomamos constantemente una característica esencial de ser humanos? 

Uno quisiera no caer nunca, pero resulta irremediable no hacerlo. Ya lo decía Cioran: «La vida genera la plenitud y el vacío, la exuberancia y la depresión». Además, parece que siempre caemos de la misma manera, con una mezcla de ridículo y pavor. Pero no por caerse repetidas veces, con torpeza la mayoría de ellas, uno es peor persona. Puede que el hecho de precipitarse, ese darse de bruces, sirva para un propósito concreto, una especie de revelación, o la confirmación de que en todas esas pequeñas taras que se dibujan con el paso del tiempo reside la esencia de lo humano.

Tras leer Modos de caer (Newcastle Ediciones), diría que Mireya Hernández tiene una capacidad casi única para adentrarse en los intersticios y recodos de nuestra condición, en la que prima, qué duda cabe, el fracaso, porque, claro, hemos sido arrojados al mundo y somos seres incompletos. No obstante, si algo puede llegar a ser una particularidad nuestra es el intento, testarudo pero ilusionante las más de las veces, de alcanzar la gloria, el cielo elevado, para acariciar las estrellas del firmamento y quedar inmortalizados en el tiempo. 

Sí, queremos ser recordados. Lo que muchos no saben es que pueden lograr ese objetivo naufragando, accidental o deliberadamente. De eso versa este libro que es fruto de uno de los, para mí, mayores dones de que disponemos: la curiosidad. Hernández es un ser curioso y atento. Si no fuera así, el resultado de las pequeñas historias que comparte aquí sería vacuo y sin atractivo. 

'Modos de caer' (Newcastle Ediciones).

¿A quién le interesa los fallos y decepciones de personajes anónimos e históricos? A todo aquel que «caiga» sobre esta compilación en la que cada detalle, por nimio que parezca, cuenta, porque son, precisamente, esos pormenores los que dan sentido a las historias personales de cada uno de estos singulares antihéroes, cuyas ideas, sean éstas alocadas o reservadas, fueron muestras de un atrevimiento extraordinario, si bien la diosa Fortuna las frustró casi siempre.

Mireya Hernández, con una aparente sencillez, reconoce la valía de lo absurdo, aborda lo fallido, enaltece al vencido y conquista al lector —al menos, a mí me conquista— porque es consciente de que el ser humano es una criatura asustada y frágil, víctima de las circunstancias, pero que es capaz de resistir y de ver, en cierta forma, el lado bueno de las cosas. Del mismo modo, la escritora capta con sutileza esas escenas sencillas que encierran un misterio y un portento que va más allá de la vida normal. 

Modos de caer es una pequeña constelación de sueños y debilidades que te saca una sonrisa y despierta un espíritu conciliador con ese lado torpe e infortunado de la vida, de la nuestra, de la de todos.