Una mujer al borde de un ataque de nervios. O desesperada, como la soberbia Tilda Swinton de 'La voz humana'. Al más puro estilo chica Almodóvar se presenta la protagonista de 'La hijastra', una mujer treintañera que acaba de ser abandonada por su marido. No conoceremos su nombre, tan solo su inicial: J. Con ella, firma las cartas imaginarias que “escribe” mentalmente cada día para dar rienda suelta a su rencor, a su rabia y a todo su sentimiento de soledad. Así es como Caroline Blackwood inventa, en una novela de apenas un centenar de páginas, un formato innovador a medio camino entre la novela epistolar y el monólogo, salpicado de una prosa cáustica y cargada de veneno.

No es para menos, puede llegar a pensar el lector. La protagonista está encerrada en su lujoso piso de Manhattan con otras tres féminas que no soporta. Por un lado, su insolente hija de cuatro años, Sally-Anne. Por otro, la cuidadora de la pequeña, una interna francesa llamada Monique, a quien envidia porque ella sí escribe cartas de verdad. Por último, Renata, su hijastra, el ser más monstruoso que ha visto nunca: una adolescente obesa que se pasa los días cocinando y comiendo tartas de sobre y mirando programas de televisión encerrada en su habitación. Apenas habla con ella, pero es la diana de todo su odio.

El marido de la protagonista, Arnold, un exitoso abogado, se ha ido a París con la "francesita" de quien se ha enamorado. Ha dejado a su ex mujer bien posicionada con ese exclusivo apartamento, pero el peaje velado que ella debe pagar a cambio es demasiado alto: quedarse con la hijastra. Renata no puede contar con su verdadera madre, ingresada en un psiquiátrico, y tampoco con su madrastra, totalmente ausente en sus pensamientos.

Como una de esas mujeres solitarias que miran por la ventana en un cuadro de Edward Hopper, J. pasa las horas en un hogar que, en realidad, no lo es. Lo ha convertido en una asfixiante prisión de la que no quiere salir ni a la que deja que entren sus amigas. Y así de sofocante y opresiva resulta la prosa de la novela, envuelta en una constante obsesión, rebosante de una rabia atroz y donde percibimos la ausencia omnipresente de su marido. Esa atmósfera oscura, casi gótica, se aligera gracias a un sentido del humor negro como el carbón, el que desprende la lengua pérfida de la protagonista.

Mientas, a través de esas cartas imaginarias, vamos conociendo los detalles de la vida de J., de su ex marido y de Renata –al final, la verdadera hija y la ‘au pair’ apenas aparecen- y mientras esperamos a ver si la protagonista será capaz o no de echar de casa a su hijastra, los acontecimientos se precipitan hasta llegar al desenlace final, tan inesperado como sobresaliente. Y ahí es donde el título cobra sentido y la hijastra, esa Renata repulsiva, se convierte en la verdadera protagonista.

Blackwood reflexiona en este texto sobre la desesperación de una mujer abandonada, sobre la manipulación de un marido ausente y sobre la soledad, en una momento de su vida en el que su matrimonio hacía aguas. La escritora, descendiente de la alta aristocracia angloirlandesa (su madre era heredera de la famosa casa Guinness), estaba por aquel entonces casada con el poeta Robert Lowell. Antes lo había estado con el pintor Lucien Freud y había mantenido una relación con el compositor Israel Citkowitz. Con Robert Lowell, quien le animó a dejar el periodismo para atreverse con la literatura, estuvo desde 1972 a 1977. Su convivencia fue un caos, por las crisis psiquiátricas de él –era bipolar- y por el alcoholismo de ella. Blackwood escribió 'La hijastra' un año antes de que Lowell la abandonara para volver con su anterior mujer, la escritora Elizabeth Hardwick. Una curiosidad: Lowell no logró volver con su ex, falleció en el taxi que le llevaba a su casa, de un infarto y abrazado a un cuadro de Caroline Blackwood.

Alba Editorial reivindica la obra y figura de la escritora Caroline Blackwood recuperando tres de sus obras más aplaudidas: 'La hijastra' (1976), 'La anciana señora Webster' (1977) y 'Últimas noticias de la duquesa' (1995). Una gran oportunidad para descubrir a una magnífica autora que durante demasiado tiempo ha pasado desapercibida.