En Austerlitz, esa magistral obra de W. G. Sebald, sobrevuela una pregunta aterradora: ¿qué ocurre dentro de nosotros cuando se abren de golpe las puertas tras las que se esconden los terrores de la infancia? Tras leer Entre los rotos (Tránsito), de Alaíde Ventura Medina, uno podría intentar responder a esa cuestión, pues el texto está plagado de claves que demuestran, como también escribía Jim Harrison en Dalva, que a menudo la infancia es un Edén violento.

La infancia es un misterio a veces indescifrable que puede marcarnos de por vida, como bien queda reflejado en esta novela en la que una hermana intenta encontrar un sentido a los abusos, a la violencia, al silencio, a esa fractura del alma que pueden sufrir los miembros de una familia; en la que un hermano elige la mudez y la apatía, la total indiferencia, la muerte en vida.

Es este un relato duro, en más de una ocasión desgarrador, sobre el maltrato, sobre cómo sobreponerse a él, sobre cómo sobrevivir en un mundo del que desconfías al estar completamente quebrado. La hermana, en constante búsqueda del lugar que ocupa, necesitada de afecto y comprensión. El hermano, silente e impasible, un verdadero enigma. La madre, indefensa y maltratada. El padre, charlatán y maltratador. Los abuelos, testigos e impotentes ante lo evidente, que no es otra cosa que ese desgarro, ese rompimiento del núcleo familiar, del hogar, del que se supone debería ser el paraíso confortable y sanador, donde poder sentirse a salvo de todo mal, pero que se convierte en todo lo contrario. 

«La primera guerra a veces es la casa», escribe la autora mexicana. Y prosigue: «La primera patria perdida, la familia». La hermana «sobrevive» como puede a esa guerra, pero de ninguna manera podía salir indemne de ella, como tampoco lo hará el hermano. Sin embargo, será ella quien intente reconciliarse de algún modo con su familia y consigo misma, quien trate de recomponer los fragmentos de su(s) vida(s), ayudándose por una serie de fotografías tomadas durante varios años por su hermano, quien debería haber sido su «cómplice» en todo ese horror, pero que nunca pudo serlo, traumatizado primero por los abusos sufridos, huidizo y desamparado más adelante, incapaz de volver a una vida que le fue negada en su infancia, optando finalmente por desaparecer —quizá su único acto ejecutado libremente, su única decisión—. 

Son esas instantáneas las que sirven para hilar esta historia de amor y dolor, de egoísmos y traumas, con una prosa que emociona por lo narrado y por el modo de narrar las ruinas emocionales y psicológicas de ese núcleo familiar. No debe ser fácil hacerlo, enfrentarse a esos temas que siguen siendo ignorados, a esos caminos que conducen irremediablemente al sufrimiento, a todas esas injusticias que no debería vivir nadie en la infancia, porque no deberían abrirse esas puertas tras las que se esconden esos terrores. Alaíde Ventura Medina se atrevió y el resultado cala hondo, te toca muy adentro, y uno no se desentiende, no puede hacerlo.

'Entre los rotos' (Tránsito), de Alaíde Ventura Medina.