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Novedad literaria

Antonio Soler ilumina la vida orgiástica del padre Hipólito

El autor malagueña recupera en 'Sacramento' un suceso real de los años más oscuros del franquismo

Antonio Soler.

Era el tiempo en que a los hombres les estaba prohibido pasear en mangas de camisa en plena calle y a las mujeres acudir sin la cabeza cubierta a los oficios religiosos. Era el tiempo en que las alusiones al sexo se realizaban en susurros y los curas se mostraban todopoderosos. Era el franquismo de los años 50, el del nacionalcatolicismo, y por eso resulta casi imposible creer en la historia del cura malagueño Hipólito Lucena que en Málaga y a principios de esa década se forjó una cara luminosa frente a su parroquia ayudando a los necesitados y otra muy oscura, seduciendo y captando feligresas en el confesionario. Con ellas acabó organizando orgías arropadas de misticismo al pie del altar. Increíble y sin embargo, eso ocurrió y le ha servido al malagueño Antonio Soler para armar su nueva y muy literaria novela ‘Sacramento’ (Galaxia Gutenberg) que sigue a la multipremiada ‘Sur’ y está lejos de ser un libro de denuncia o una crónica.

Hipólito Lucena. Cortesía de Pilar Oriente

Mitad miseria y mitad fantasía. La España en la que medró el sacerdote, la que creía en los platillos volantes y que en Estados Unidos los perros enloquecían a causa del jazz y la televisión, parecía forjada, según el escritor, “por Ed Wood, Dios y Azcona”. “Que las actividades de Lucena pudieran llegar tan lejos solo se comprenden gracias al amparo de la poderosa Iglesia que blindaba a sus miembros”. 

"Él decía estar en posesión de la verdad pero es muy difícil saber si se lo creí o no"

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No es nada sencillo tomarle las medidas a un sujeto como Lucena, un chico al que las penalidades familiares –la muerte de la madre- llevaron al seminario lo que no le impidió forjar allí una intensa vocación religiosa que necesariamente tuvo que entrar en conflicto con una libido insaciable. “En todas mis novelas siempre evito emitir juicios. Las primeras noticias que me llegan de él son muy elementales, pero cuando empecé a averiguar más cosas del personaje vi que tenía muchas facetas y muy contradictorias”. Estaba el hombre que a la luz del día cumplía rigurosamente no solo los preceptos de la Iglesia sino que también se implica en los de la comunidad. “Quizá esa bonhomía fuera un tanto pasada de rosca, muy de cara a la galería, pero le sirvió para que muchos parroquianos, que habían visto cómo pagaba de su bolsillo el médico de algunos mendigos, no se creyeran el escándalo”.

Harina y agua

El gran problema es si Lucena, que promovía el sexo con sus feligresas –una veintena de mujeres que se autodenominaban las hipolitinas- como una forma de sacramento, una vinculación divina, que él negó cuando el Vaticano tomó cartas en el asunto y lo condenó a un encierro en un establecimiento religioso durante 20 años. “Él decía estar en posesión de la verdad pero es difícil saber si lo creía de verdad o era una medida para llevar a la práctica sus deseos sexuales. Yo no tengo la respuesta -tercia Soler- pero sí es cierto que estamos hablando de personas convencidas de que en un poco de harina y agua se encierra el creador máximo del universo”.

"Como les ocurre a los corruptos en todos los ámbitos, a medida que pasa el tiempo, la sensación de impunidad se acrecienta. Para Hipólito fue así: bajó la guardia"

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Haber visto más de un centenar de fotografías facilitadas por la familia Lucena ayudaron al autor a captar la atmósfera de la Málaga del momento. Lo primero que sorprende es el anodino y poco atractivo físico del sacerdote. Pero no hay que olvidar el enorme poder que los curas ejercían en los angostos confesionarios, donde los feligreses y muy especialmente las mujeres se sinceraban, quizá era el único lugar donde podían hacerlo. “El confesor tiene acceso a todos los deseos y necesidades de aquellos que acuden a él. Es una oportunidad única para sondear y manipular a sus víctimas”. Hipólito no era guapo pero hablaba muy bien, sabía cómo comportarse entre los humildes y entre los poderosos, su lenguaje corporal se aprecia en las fotos.

“Como les ocurre a los corruptos en todos los ámbitos, a medida que pasa el tiempo, la sensación de impunidad se acrecienta. Para Hipólito fue así: bajó la guardia, cometió errores y deslices que lo llevaron a ser investigado por el Vaticano”. Su historia no llegó a los periódicos, pasó de boca en boca a través de sus víctimas y de quienes las conocieron. Cuenta Soler que el sacerdote irlandés que viajó a Málaga para ver las condiciones en las que iba a vivir Lucena después de ser su carcelero durante 20 años se despidió así del sobrino de este: “Yo soy una persona profundamente creyente y en la vida solo le temo a Dios y al padre Hipólito”.

'Sacramento'

  • Autor:: Antonio Soler
  • Editorial:: Galaxia Gutenberg
  • 416 páginas. 22 euros :

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