Hay muchos nombres para el horror, quizá demasiados. Pudiera parecer que el ser humano no se cansa de buscar modos de represión, que ansía buscar la perfección en ese cobarde ejercicio de denigrar al otro, de arrancarle a gritos la dignidad que le queda hasta despojarlo de todo, incluso de sí mismo. Hay en todo ello una endiablada y perversa forma de entender la vida, que roza la incoherencia más absoluta y absurda. Y somos conscientes de esos males, los hemos visto, estudiado y reflexionado, profundizado. Y pese a todo, seguimos protagonizando actos semejantes día a día, a cual más denigrante.

Hay quien diría que el conocimiento de la Historia, su asimilación, nos permite ser capaces de evitar cometer los errores del pasado. Puede que algunos de ellos logremos no ya evitarlos, pero sí superarlos. Sin embargo, existen otros que no dejamos de lado, que nos persiguen y dirigen, alimentando el caos, fomentando una angustia existencial que no conduce más que al dolor y el llanto. Aquellos que han vivido la injusticia de ser encarcelados y torturados por sus ideales saben bien a qué me refiero. 

Pensar diferente, actuar diferente a lo que otros consideran que es lo establecido, o realizar un simple acto lleno de bondad puede ser recriminado, penado en según qué situaciones y en según qué episodios, donde la oscuridad y la barbarie se cierne sobre todo y sobre todos. ¿Cómo narrar ese absurdo, esa locura? Circe Maia, en apenas 90 páginas, es capaz de relatar toda esa infamia y brutalidad y hacerlo además de un modo sencillo, aunque en esa aparente sencillez hay desconsuelo y pena, aflicción y congoja, la de una madre y su hija, la de un padre que está preso.

'Un viaje a Salto' (Las afueras), de Circe Maia.

La autora uruguaya relata en Un viaje a Salto (Las afueras) una historia que fueron, en realidad, muchas historias, las que vivieron todas aquellas personas en los meses previos al golpe de Estado que sucedió en el país a principios de la década de los 70 del pasado siglo y que daría paso a la dictadura cívico-militar. Tiempos convulsos, de presos políticos y torturas, de desapariciones y muertes. Tiempos en los que toda esperanza parecía desvanecerse por completo, porque el sufrimiento se instaló en las casas de miles y miles de uruguayos, como los que protagonizan este relato que se divide en tres partes: en la primera, es la niña quien nos cuenta el viaje en tren en el que coinciden su madre y ella con el padre escoltado por los militares; en la segunda, es la mirada de la madre la protagonista, y en la tercera es ella misma quien comparte algunos recuerdos o pensamientos, quien desvela parte de un diario íntimo en el que rememora las dificultades de esas visitas a la cárcel, de ese sufrimiento que va calando hondo y que intenta negar, o compararlo con otro o, peor aún, habituarse a él. Y es que todo mecanismo de defensa puede ser válido en estas situaciones donde la inmoralidad y la sinrazón son una constante.

Delicado, trascendente, heroico en cierto sentido. Esta obra resulta conmovedora, una oda a la resistencia, una promesa.