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Entrevista

Carlos López Puccio: "El humor de Les Luthiers no es solo inteligente, exige mucho trabajo"

El grupo cómico-musical, Premio Princesa de Asturias en 2017, actuará en Palma los días 25 y 26 de marzo

Carlos López Puccio, a la izquierda, en una actuación de Les Luthiers.

La aportación de Carlos López Puccio tanto de letras como de músicas ha sido y sigue siendo fundamental en el grupo cómico, para el que ejerce de portavoz como actual decano. Siempre elegantes y muy argentinos, estos artesanos del humor, Les Luthiers, galardonados en 2017 con el Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, actuarán en el Auditorium de Palma los días 25 y 26 de marzo

Cincuenta años después, ¿qué permanece en Les Luthiers desde sus inicios, a finales de los 60?

Nos sigue atrayendo fuertemente hacer reír desde el escenario; es un rito de puro placer, de alegría. Disfrutamos, nos honramos y nos fortalecemos con la risa cómplice de nuestro público. Si esto no fuera así ya no habría energía ni razón para seguir enfrentando las largas giras ni la cuota de estrés que inevitablemente conllevan los viajes, las actuaciones, la exposición pública y hasta las notas de prensa.

¿Ponerse delante del público, hacerle reír, puede causar adicción?

En mi caso creo que sí. No me imagino fuera del escenario mientras el cuerpo me lo permita. ¿Cuánto puede faltar para eso? ¿Tres, cuatro meses?

¿Qué les ha levantado la pandemia?

No querría hacer humor sobre esta pregunta. La pandemia ha sido una catástrofe universal que ha generado mucho dolor. Por eso, con cierta vergüenza, debo confesar que, comparativamente, siento que la pandemia no me ha birlado tanto: el ejercicio del placer «adictivo» de hacer reír desde un escenario y, por supuesto, tonterías como dinero no ganado y dinero perdido. Sigo vivo, que no es poco. 

¿Qué aterra a Les Luthiers?

En esta misma línea, supongo que aterra que te entierren.

¿Uno se puede cansar de reír?

Por supuesto, porque la vida es inimaginable sin la alternancia de risa y llanto. Ay, me aparecen aquellos versos de Pablo Milanés:

¿Y quién le dijo que yo era?

¿Risa siempre y nunca llanto?

Como si fuera la primavera 

No soy tanto… 

Aún teniendo la fortuna de llevar una existencia apacible, de primavera, no es fácil encontrar los momentos ni los espacios para reír con ganas, con felicidad, sin culpa alguna y con la profunda alegría que da esa risa que surge sin que te hagan ilegítimas cosquillas. Creo que nosotros ofrecemos un poco de eso durante dos horas. Y que nuestro público lo agradece.

¿El humor refinado está en peligro de extinción?

Sin mucha modestia: el humor de Les Luthiers no es solo inteligente, exige trabajo, mucho trabajo. Es un humor mayormente pensado, elaborado, con mecanismos siempre por arriba del slapstick [payasadas], de la grosería, de la vulgaridad, de la chabacanería. Y por si fuera poco servido con un acompañamiento de música bien hecha. La supervivencia de Les Luthiers demuestra que hay mucha gente que valora profundamente este tipo de humor y que será público de aquellos humoristas que en el futuro logren ofrecer esta mercancía escasa.

¿Qué necesita un mismo chiste para hacer reír dos veces?

Hay chistes que están tan bien construidos en forma, en desarrollo y en contenido que para cierto público, en su segunda vez, pueden despertar menos sorpresa pero reiterado disfrute. Por supuesto que hace falta un oyente atento, dispuesto, capaz de gozar del buen humor. Para hacer reír por tercera vez hace falta que el oyente sea un poco desmemoriado.

Después de 8.000 funciones, ¿han tocado todos los temas o hay terrenos en los que nunca han querido entrar?

No sólo han sido 8000 funciones, también han transcurrido más de cincuenta años. Parafraseando las palabras del Papa: en tantos años la hermenéutica ha cambiado. Hay chistes que hoy ya no haríamos y, como compensación, muchos que antes no pero hoy sí. Seguimos pensando, más allá de la enumeración precisa, que preferimos evitar todos los temas en los que, o por los que, alguien sufre.

España ha dado grandes humoristas. ¿Sienten afinidades con algunos grupos o cómicos de nuestro país?

En particular somos declarados admiradores (y amigos) de Tricicle. Nos sentimos muy cercanos en propuesta humorística, más allá de las obvias diferencias instrumentales. Al no vivir en España siempre se nos ha hecho difícil estar bien actualizados de lo que se hace en el mundo del humor. Fuimos amigos y admiradores de Tip y Coll desde nuestro desembarco en esas tierras.

¿El humor es un lenguaje universal?

El humor puede ser universal, pero cuando requiere, como en nuestro caso, de la lengua, su alcance se restringe. Amamos el idioma castellano y nos valemos mucho de él para nuestro humor. Y esto limita nuestra posible universalidad. Pienso en Chaplin, a quien considero el último humorista indiscutiblemente universal. Luego el cine sonoro llegó (con sus virtudes) para estropear la posible prolongación de aquel mundo paradisíaco en el que vivió.

Los políticos corruptos y la Iglesia han sido protagonistas de algunos de sus espectáculos. ¿La crítica social entra en la antología que presentarán en Palma?

Sí, aunque no tan protagónicamente como en los ejemplos que has dado. Radiotertulia, nuestro amplio (e imaginario) programa radial, con el pretexto de informar amplia pero nada profundamente sobre todo, incluye variedad de noticias de actualidad: política, científica y del mundo del espectáculo. Esto último a través del cotilleo sobre la producción, los personajes y los actores de una telenovela en boga, Alma de Corazón. Por una obvia casualidad, ya sobre el final, ambas historias convergen, insinuando que la realidad que percibimos los ciudadanos a través de los políticos tiende a ser tan irreal como la historia de un almibarado culebrón.

¿Qué pueden adelantar de ese show, el del Auditorium?

Viejos Hazmerreíres es una antología de muy buenos números de nuestro repertorio clásico que son «viejos» en el tiempo pero no en eficacia humorística. La escena recurrente, la que vincula los diferentes números, es Radiotertulia, una cariñosa mirada hacia la sufrida actividad de esos periodistas «de tertulia» que deben hablar mucho de todo sin saber demasiado de nada. Las piezas incluyen una enorme variedad de géneros musicales, siempre al servicio del humor. Entre ellos, nuestra ya clásica parodia del género chico, Las majas del bergantín, la bossa nova Amor a primera vista, la cumbia epistemológica las Loas al Cuarto de Baño (con instrumentos fabricados en base a aparatos sanitarios)...

¿Les duele que todavía, en el siglo XXI, se persiga la libertad de expresión?

Nos duelen muchas cosas. La falta de libertad de expresión es una de ellas, por supuesto. Pero también los regímenes no democráticos, o los que simulan serlo pero encarcelan (o matan) a sus opositores, y todos aquellos en los cuales se avanza sobre la independencia de poderes, se persigue o controla desde el Gobierno al Poder Judicial, se desacata o se modifica la Constitución a voluntad del gobierno de turno…

¿Qué recuerdan de su primera actuación en España?

Una gran emoción: el comienzo de un largo romance con el público español que, como en una película hollywoodense, empezó tambaleantemente. Comenzamos con una temporada en el teatro Marquina de Madrid, en las postrimerías del franquismo. Era otra España, obviamente, pero nosotros también éramos otros. O mejor dicho: no éramos aún lo que aprendimos a ser con los años. Casi nadie nos conocía y pocos estaban dispuestos a acompañar nuestro humor. Y, aunque tuvimos críticas periodísticas desde buenas a tolerantes, la temporada fue un fracaso que obligó a nuestro osado empresario, Pepe Caturla (quien luego sería nuestro gran amigo y representante por muchos años) a vender su propio coche para solventar las deudas. 

Ah, sí: y entonces se nos presentó José Luis Coll, en aquel momento en la cima de la carrera de Tip y Coll. Se acercó y nos dijo que por fin encontraba hermanos en el humor. También con él tuvimos una relación de cariño y prolongada mutua admiración.

En los últimos años han sufrido importantes bajas. ¿Barajaron en algún momento un adiós definitivo?

Como dije antes: ponerse delante del público y hacerle reír puede causar adicción, así que por el momento descartamos esa opción. Me hace mucho bien encontrarme con esos amigos sentados en el patio de butacas y disfrutar al unísono, cada cual desde su lugar, la alegría ceremonial de nuestro espectáculo. No quiero privarme de esa fiesta mientras la vida me lo permita. Hacia fin de este año planeamos estrenar en Argentina un espectáculo absolutamente nuevo: Más tropiezos de Mastropiero, escrito por Jorge Maronna y yo. En verdad, ese será el primer estreno real de Les Luthiers (no antología) en catorce años. No es nuestra intención ni seguir siendo «antológicos» ni dejar los escenarios. Claro, mientras la vida y otras variables lo permitan. 

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