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Flamenco

El último baile de la Chana: "Solo he sido libre en el escenario"

La reina del compás abandona los escenarios el 4 de junio en el Teatro Monumental de Mataró acompañada por El Pele al cante y con Antonio Canales, Carmen la Talegona y el Yiyo como artistas invitados

Entrevista con la Chana antes de su última actuación.

Una leyenda viva del baile flamenco, la Chana, prepara su adiós. Aunque hace poco ha pasado por el hospital, Antonia Santiago Amador, más conocida como la Chana, está preparada para volver a subirse a un escenario por última vez para despedirse del público. "¿Quién ha bailado a los 75 años? Mi baile es muy valiente, no digo que sea bueno. Y lo doy todo hasta el final", declara.

La cita es el próximo 4 de junio en el Teatre Monumental de Mataró, acompañada por El Pele, al cante, y con Antonio Canales, Carmen la Talegona y el Yiyo como artistas invitados. Sus veloces pies eran una metralleta y siguen marcando un compás endiablado a su edad. Incluso sentada en un sofá -que no es la silla con la que ha salido a escena al final de su carrera- y con unos zapatos de paseo, la Chana demuestra una garra y una potencia impresionantes en varias ocasiones durante la entrevista. Pasa de la palabra al baile con naturalidad.

Antonia Santiago Amador (Barcelona, 1946), La Chana.

Ella se ha expresado siempre a través del flamenco"Yo solo he sido libre en el escenario, por eso improvisaba y hacía lo que quería; porque nunca fui libre", dice emocionada, con los ojos húmedos. "Estaba en casa para limpiar, para fregar, para servir, era la sierva de mi compañero". Él, a quien nunca nombra, era el tocaor en su compañía, gitano como ella que la maltrataba, algo que ella ocultó por miedo a que su familia tomara cartas en el asunto y acabara todo de forma trágica. Por él dejó de actuar cuando estaba en lo más alto, a los 33 años. Tiempo después la abandonó, dejándola con su hija en la miseria. "¡Arruinó mi juventud! No podía hablar porque las que tenemos hermanos nos tenemos que callar. Pero yo he ido a Santander y le he perdonado cara a cara, delante de mi hija y más personas".

"Estoy débil pero después me sale el león de la tribu de Judá"

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No quiere hablar de ello pero le sale. Son recuerdos que vuelven a la mente de esta gitana hija de la posguerra cuyo padre no quería que actuara. Fue su tío, el Chano, quien logró el permiso paterno tras prometer encerrarla bajo llave para controlarla. Eran otros tiempos como muy bien han reflejado tanto 'Bailaora', libro biográfico de Beatriz del Pozo (Capitan Swing) como el premiado documental 'La Chana', de Lucija Stojevic.

A sus 75 años la Chana desprende un magnetismo arrollador. Nadie diría que acaba de salir del hospital. "Estoy débil pero después me sale el león de la tribu de Judá", comenta tras el primero de sus arranques, percutiendo con gracia contra el suelo. Se la ve animada aunque confiesa que lleva tres años sin ponerse los zapatos en público. ¿Realmente el día 4 se retira? "Esa es la idea. No voy a mentir así me descuarticen y me maten porque no pasa nada, el alma va a seguir viviendo. Tengo 75 años y medio y no quiero más. Será la última actuación si Dios quiere. Yo no le sirvo a los hombres sino a Él".

Tiene un sexto sentido para el compás: su alma, su cabeza y sus pies son todo uno cuando baila. "A mí si me dicen un 'Ay' que arremete, yo entro. Todo sale de dentro, del corazón, porque los miembros obedecen al alma, a lo que sientes en ese instante".

"En la primera actuación ya vi que sabía mandar"

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Así fue desde su primera actuación. Aún recuerda la rabia con la que salió a escena en su primera función, cuando tenía 14 años. "Sal y baila", le dijo su tío la primera vez que la llevó a medirse con el público. "¿Pero qué hago?, le pregunté. 'Tú sal, o ¿es que eres tonta?', me dijo. Me enfadé mucho por dentro y mientras él salía a sentarse con la guitarra me entró un repente. En aquella época no podías decir nada a un mayor. Salí del camerino como un caballo sin freno. Llego a escena, me paro, le miro enfadada y el cantaor empieza. Cuando yo quería velocidad los paraba y subía el tiempo. El primer día vi que sabía mandar, lo que me mandaba esto", dice tocándose el corazón.

De L'Hospitalet al mundo

Pasó de bailar siendo niña en las fiestas, las juergas, las bodas y los bautizos en una casa pequeña de ladrillos en L'Hospitalet, al lado del cementerio, a transformarse en una gran artista que recorría el mundo entero con su compañía. Lo aprendió todo por su cuenta. "Donde yo crecí había muchas casitas bajas de los pobres pero eran de ladrillo, no eran barracas". En la puerta de la suya hacían todos los festejos. "Ponían la lumbre y venían todos los vecinos, fueran o no gitanos, porque nos queríamos igual".

Pronto, esa niña se cansó de las rumbas y empezó a investigar con otros palos. Intentaba colocar el repique de los pies escuchando en la radio a cantaores como Pepe Pinto o Rafael Farina. "Y cuando tocaban la guitarra pensé: esto ha de ser el compás. Me tiraba toda la noche haciendo la música y contando en mi cabeza. Así sacaba los pasos", recuerda. Por la mañana ponía su baile a prueba. "Los ladrillos no estaban fijos, los hacía sonar con alpargatas y me fui al suelo en más de un giro", dice. Pero no desfalleció hasta adquirir esa velocidad, fuerza y certeza con la que sorprendería al mundo entero.

Su fuerza y su duende dejaron admirados a artistas como Salvador Dalí y a actores de cine como Peter Sellers, que tras descubrirla en Los Tarantos de Barcelona plasmó su arte en 'El magnífico Bobo' (1967). También bailarines como Maya Plisetskaya y Mijaíl Baryshnikov cayeron rendidos a esos pies veloces. Su arte todavía fascina a las nuevas generaciones: Roció Molina le rogó bailar junto a ella en la Bienal de Sevilla en 2017 y allí estuvo la Chana.

Improvisadora nata

Para la Chana, la improvisación lo es todo. En escena se transforma. Es como si estuviera en trance. "Es una cosa fantástica: todo te cruza por la mente a la velocidad del rayo, te das cuenta, lo sientes y actúas. Y no quiero que me aplaudan cuando bailo porque me despiertan". Y añade: "Lo que bailo me sale de dentro. Por eso cuando veo el flamenco tan preparado, lloro. Pero no quiero hablar de eso porque son mis amigos". Sabe que no es oro todo lo que reluce. "En el mundo artístico hay muchas desavenencias. Todo el mundo habla muy bonito pero no es verdad".

"No quiero que me aplaudan cuando bailo porque me despiertan"

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Para algunos veteranos es difícil comulgar con el nuevo flamenco. "En el flamenco hoy todo están muy preparadito. Se creen que la fuerza es lo que vale. Pero un golpe bien hecho -se para y lo demuestra con el pie- habla todos los idiomas".

Y para remachar sus palabras me pone un audio de WhatsApp de su colega René Heredia, guitarrista de Carmen Amaya, discípulo de Sabicas e íntimo amigo de Paco de Lucía. A sus 83 años Heredia deja clara su visión sobre el flamenco de ayer y de hoy: "Cómo baila la Chana, con ese espíritu, duende y sentimiento; y sobre todo su técnica es algo increíble. Hay que dar gracias que aún vive. El mundo del flamenco está desapareciendo con el flamenco nuevo que he visto: mucha técnica, mucha rapidez pero poco duende y poco sentimiento". La Chana es memoria viva del flamenco. No se pierdan su último baile.

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