Gran parte de nuestras vidas es un volver. Echamos la mirada atrás muchas veces, con cierta nostalgia, para recordar tiempos felices. Deseamos revivir aquellos momentos de gracia y emoción que supusieron grandes hitos en nuestras vidas. Anhelamos, también, esas primeras experiencias que nos marcan, para reponer la inocencia. Ya se sabe, somos recuerdo y memoria.

Desde nuestros inicios, siempre hemos querido saber y comprender aquello que nos ha precedido y que, mejor o peor, nos ha moldeado. Existe, por tanto, una necesidad inherente por volver al pasado para entender el presente. ¿Y cuál es nuestro pasado? ¿Qué hechos del ayer han definido nuestro hoy?

La sociedad occidental se ha conformado a base de olvidos y añoranzas, de sangre y ambiciones de poder, de mitos y leyendas, de experimentación y ciencia, de pensamiento... Si uno quisiera encontrar los orígenes de la cultura occidental, debería fijarse en Grecia, y más concretamente en la Grecia clásica. Allí encontrará las respuestas a muchas de las preguntas que todos nos hemos hecho en alguna ocasión.

Ya sea en su mitología, su sistema político y social, su paradigmas científicos y discursos matemáticos... En la Grecia de hace más de dos mil años se fraguó una parte fundamental de lo que somos hoy, y es por ello que nunca dejamos de volver a ella.

Todavía hoy seguimos descubriendo nuevos datos. Todavía hoy seguimos inspirándonos en sus epopeyas y reflexiones, y nos maravillamos con sus proezas bélicas. Existen misterios aún por descubrir e interpretar, claro está, y es por ello que no dejamos de acudir a Grecia para hallar respuestas. Su riqueza es tal, que resulta abrumador.

Pedro Olalla lleva mucho tiempo dando a conocer la cultura griega y humanista. Recientemente ha publicado Palabras del Egeo (Acantilado), un nuevo libro en el que vuelve a compartir esa sensibilidad humanística que tanta falta nos hace. El 8 de junio lo presentará en la librería Noviembre de Benicàssim —a las 19.30 horas— y es por esa razón por la que hemos querido conversar con él en la distancia, ya que desde 1994 vive en Atenas.

«Yo parto siempre del presente, de una inquietud de nuestro tiempo de cara al presente y al futuro»

Imagino que lo habrás explicado en decenas o cientos de ocasiones, pero… ¿Qué te motivó a dedicarte en cuerpo y alma al mundo helénico? ¿Qué te atrajo de la Grecia clásica? ¿Y cuál podríamos decir que es la Grecia de Pedro Olalla?

La verdad es que, a esa pregunta, ya no puedo responder de forma original. Sólo puedo intentar ser sincero y breve. Comencé a interesarme por lo griego fascinado por la omnipresencia de ese elemento en la cultura universal, por su carácter de ingrediente esencial en la conformación de toda la cultura. Y, una vez resuelto a estudiar el helenismo, decidí no hacerlo en la distancia, sino in situ: en contacto directo con la lengua, con sus hablantes naturales, con el entorno físico, con los escenarios de sus mitos y su historia, con las fuentes antiguas, con todos los estímulos vivos. No deseaba sólo conocer el legado de Grecia, sino ser también parte de su presente, y tratar de ayudar, de algún modo, a su continuidad en el futuro. Mi Grecia es pues, la Grecia de todas las épocas; y la que se halla repartida por el mundo como una patria del espíritu.

Existe un pasado glorioso y brillante en Grecia que pervive gracias a sus mitos y que continúa despertando un interés superlativo. ¿A qué crees que es debido? ¿Qué hay en ese periodo concreto de nuestra historia que nos sigue asombrando?

Por regla general, la Grecia que más suele atraernos no es sólo la Grecia de los antiguos mitos: es también la de los grandes logros alcanzados, en todos los órdenes, en la época clásica. Y, bien pensado, esos logros también han generado, a su manera, «mitos», pero ya en un sentido metafórico: imágenes, más o menos sublimadas, que actúan como referencia dentro de nuestra propia cultura. Filosofía, Democracia, Política, Ética... Si éstos y otros muchos conceptos nos siguen asombrando –casi de la forma en que lo hacen los mitos–, es porque, con razón, seguimos sintiéndonos deudores de la aquilatación que alcanzaron en época clásica.

«Mi móvil más profundo, a la hora de escribir, no es arqueológico, sino ético»

El ser humano siempre ha necesitado explicar la vida, ya sea a través de la mitología, de la religión, de la filosofía o de la ciencia. Ciertamente, en esa Grecia clásica, esos puntales conforman un todo, o más bien el inicio de un todo. Solemos imaginar aquella época como una era de pensamiento y de dialéctica, una era de razón. Sin embargo, fue también un periodo convulso, bélico. Razón, orden y virtud contra instintos y violencia. ¿Somos seres contradictorios, no crees?

Sí, lo somos como individuos y como especie. Paradójicamente, la historia ha demostrado que ser contradictorios es lo coherente con nuestra condición humana... Para el caso de Grecia, hay que estar dispuesto a aceptar que las actitudes y conquistas que hoy consideramos un valioso legado de los griegos fueron en su origen gestos de resistencia: la rebeldía de algunos individuos ante la propia sociedad en que vivieron. Incluso en los momentos recordados como de mayor esplendor, una cosa fueron las aspiraciones y otra la realidad dominante. Ambas fueron Grecia, y a menudo pensamos en su herencia atrapados en esta confusión. Pero lo que sí fue un gran logro es que, en aquella agitación, consiguiera aquilatarse para siempre una actitud capaz de seducir a los más generosos y conscientes de todos los tiempos: lo que llamamos la actitud humanista, la actitud –libre y crítica– de cultivo esmerado de nuestras facultades más nobles, y de resistencia convencida contra los más bajos impulsos naturales de nuestra propia especie. Esta actitud humanista, que por supuesto no es exclusivamente griega, ha sido, sin embargo, conceptuada, cultivada, defendida y recuperada, una y otra vez a lo largo de la historia, apelando de manera especial a lo griego.

Gran parte de tu obra escrita es un permanente diálogo con el pasado helénico, una invitación para redescubrir ese mundo. ¿Cómo es ese ejercicio de inmersión e interpretación que llevas a cabo en cada libro? ¿Y cómo afrontas después la labor de divulgación?

Aunque quizás no lo parezca, yo parto siempre del presente, de una inquietud de nuestro tiempo de cara al presente y al futuro. Mi móvil más profundo, a la hora de escribir, no es arqueológico, sino ético. Otra cosa es que, luego, para poner en pie lo que quiero decir, indague en ese mar profundo del pasado. Eso lo hago por diversos motivos: porque esa indagación me ofrece un repertorio enorme de experiencias y de referencias, porque me ayuda a comprender las causas del presente, porque me ayuda a conectar con las pulsiones más atemporales, más universales... Indago en el pasado, sí; pero escribo para nuestro presente, quizás también para el futuro.

En cuanto a la divulgación –si la entendemos como proceso de dar a conocer de forma amplia una materia–, yo no diría que mis obras estén concebidas para la divulgación; mis obras aspiran prioritariamente a compartir una emoción: a cifrar un proceso complejo del pensamiento y los sentidos, y a compartirlo de forma diferida, solitaria. Puede que eso incite a interesarse por el trasfondo histórico o científico del que se alimentan, pero la vocación profunda de mi obra es ser un instrumento preciso y eficaz para compartir la emoción.

'Palabras del Egeo' (Acantilado), de Pedro Olalla.

El próximo 8 de junio presentarás en la librería Noviembre de Benicàssim tu último libro ‘Palabras del Egeo’ (Acantilado). En él, una vez más, aflora esa sensibilidad que te caracteriza, esa mirada humana. He de confesarte que no soy muy dado a los nacionalismos, de ninguna clase, pero sí me considero “Mediterráneo”. El mar, qué duda cabe, marca los territorios, los define. El Egeo marca, define, genera un carácter, ¿no?

Yo tengo claro que el entorno del Egeo y de las tierras que lo rodean ha generado toda una civilización. Una de las más profundas e influyentes en la historia de la humanidad y del planeta. Cuando hablamos de «lo griego» o de «lo clásico», nos referimos a ella de forma metonímica, nombrando una parte por el todo. Pero el todo es mucho más profundo y sugerente, y más desconocido. Eso es lo que trata de hacer ver Palabras del Egeo. Llevamos en nosotros la impronta del Egeo y del Mediterráneo, sí; porque quienes pusieron en marcha nuestra profunda civilización lo hicieron a orillas de esta «charca», como las humildes ranas de Sócrates.

«El espíritu humanista aspira a la búsqueda de la verdad, de la justicia y de la libertad, por eso sigue siendo revolucionario»

Aunque hemos desarrollado tecnologías que pueden lanzar satélites hacia otros rincones de la galaxia, da la sensación de que hemos perdido gran parte de esa capacidad de extrañeza tan necesaria para afrontar nuevos retos como colectivo. Existe un mayor individualismo, regresan los discursos únicos, la tolerancia ha dejado paso a la indiferencia… ¿Qué podemos rescatar o recuperar de ese espíritu helénico, teniendo en cuenta que los estudios humanísticos parecen estar al borde del abismo?

El espíritu humanista aspira a la búsqueda de la verdad, de la justicia y de la libertad, por eso sigue siendo revolucionario; porque todos los sistemas que han logrado imponerse como tales a lo largo de la historia de la humanidad, lo han hecho triunfando a su manera sobre esos tres principios: la verdad, la justicia y la libertad. Ésta es la razón por la que la actitud de cultivo y resistencia de la que hablamos –individual y colectiva, valiente y crítica, constructiva, colaboradora, solidaria, generosa y cimentada sobre la convicción– es lo único que puede llevarnos hacia un mundo mejor, entendiendo por mejor uno que no sea el mero efecto del abuso, el egoísmo y la falacia.

Mucho se dice aquello de que debemos conocer el pasado para que no se repitan los mismos errores en el futuro. Desde tu punto de vista, esa vuelta a los orígenes ¿cuán importante es?

Indagar en el conocimiento del pasado no significa volver a los orígenes. Significa conocer mejor las causas del presente y tener ocasión de reconsiderar con argumentos serios los relatos falaces sobre los que, a menudo, se edifica ese presente y se asientan nuestras convicciones. La humanidad necesita de la historia por la misma razón vital que el ser humano necesita de la memoria.

Para finalizar, y así no extendernos demasiado, una curiosidad: ¿Qué lee Pedro Olalla?

Leo de casi todo, llevado siempre por las necesidades del momento. Desde fuentes antiguas hasta reflexiones sobre economía o globalización. Podría responder con más exactitud mirando la bibliografía de mis obras. Textos griegos, libros de arqueología y de historia, artículos científicos de numerosas disciplinas, ensayos, reflexiones sobre la actualidad... Y también un poema, un titular de prensa, un panfleto encontrado en el suelo... Muchas cosas que pasan fugazmente por mis manos, como de una manera providencial.