La cualidad que quizá mejor describa a Big Thief es la generosidad. Porque últimamente solo saben sacar discos de dos en dos: en 2019, año de su gran explosión, el sobrenatural 'U.F.O.F.' y el más terrenal 'Two hands' llegaron con solo unos meses de diferencia. Este año, directamente, han preferido rendir tributo a la tradición del doble álbum con el avasallador 'Dragon new warm mountain I believe in you', en el que hay espacio para todas sus caras más conocidas (la rústica, la indie rock, la intuitiva e inasible) y algunas promesas de crecimiento.
La banda neoyorquina es también generosa por su actitud en los conciertos: solo saben darlo todo. Puede que el jueves tuvieran un día agitado (anunciaron la cancelación de sus conciertos en Israel tras las reacciones a un 'post' que daba pie a confusión sobre su posición respecto a la ocupación israelí de Palestina), pero apenas se notó en una actuación entregada y concentrada.
Arrancaron con una de sus obras maestras, la explícitamente titulada 'Masterpiece', prueba de su escucha atenta de los clásicos, de Crazy Horse en concreto. Un par de rescates de 'Two hands' ('Shoulders', 'Forgotten eyes') permitieron a Adrienne Lenker empezar a elevar su voz magnética, mientras que el guitarrista Buck Meek empezó a sacar sus artes más hipnóticamente retorcidas con 'Certainty'. Locura popular con 'Not', claro que sí. Y fiesta campestre frente a una imaginada hoguera con 'Spud infinity' su efectiva llamada a la paz general. Canciones así no las pueden arruinar ni ciertos problemas de sonido (esos acoples en ciertos momentos) ni el bombo insistente de la demasiado cercana carpa Boiler Room, que insistía en ejercer de contrapunto rítmico indeseable.