Hay territorios que marcan de por vida, y no sólo eso, sino que configuran a todo aquel que habita en ellos. Los factores que determinan esa huella son numerosos y van desde la orografía del lugar a la climatología, aunque existen otros aspectos que van más allá de los físico. En Kentucky, por ejemplo, uno puede encontrarse con varios rincones de difícil acceso, zonas montañosas en las que un buen número de familias decidieron establecerse, crear un hogar e intentar sobrevivir. A lo largo de los años conformaron una comunidad cerrada, casi endogámica, en la que nadie se atrevía a salir y en la que nadie se atrevía a entrar. Así, los modos de hacer, de reaccionar, de decir o callar de todos y cada uno de sus miembros son similares, estableciéndose una especie de código entre ellos que pocos autores han logrado plasmar sobre el papel.

Chris Offutt es quizá de los escritores que mejor han sabido captar la complejidad emocional de los habitantes de esas regiones que colindan con los Apalaches, seres ariscos pero que se rigen por una serie de leyes no escritas. Lo vuelve a demostrar en Los hijos de Shifty (Sajalín), novela que podríamos considerar típica del medio oeste –por su escenario– en la que la venganza y cierto tipo de justicia moral son protagonistas.

La capacidad de Offutt por captar al lector desde las primeras páginas y sumirlo en esa atmósfera turbia y desoladora es sorprendente, como lo es el hecho de haber gestado una especie de novela negra rural repleta de acción, que te mantiene en tensión y en la que se entrevé un humor sutil que logra convertirte en cómplice a las primeras de cambio. 

El personaje principal es Mick Harmin, un soldado del ejército que se recupera de una herida de guerra en casa de su hermana, sheriff del condado. Entre ellos existen diferencias; la más notable, claro está, la huida de él de esas tierras que le vieron nacer al alistarse. No obstante, él se crio junto a su abuelo en los cerros, en una cabaña, y conoce mejor que nadie los entresijos de esos lugares herméticos plagado de paletos y traficantes de meta. Como investigador criminal del ejército, no es un soldado cualquiera, y por esa misma razón, cuando un traficante de poca monta aparece asesinado, la madre de este le pide que le ayude a averiguar quién lo mató. Harmin no puede negarse al tratarse de una antigua conocida de su padre y vecina de los cerros. Ambos comparten un pasado, el pasado de esas gentes que ven la vida sin condescendencia, que viven rigiéndose por unas normas primitivas: vive y deja vivir, o el que a hierro mata a hierro muere.

A lo largo de la novela aparecerán otros cómplices de la trama, personajes variopintos que ofrecen un mosaico de ese Kentucky seco y lúgubre, pero real, sin artificio alguno. Chris Offutt se ha convertido por derecho propio en uno de esos autores fetiche, alguien capaz de hablar de las tragedias humanas que residen incluso en los pequeños detalles y hacerlo sin edulcorantes, con una elegancia que sobrecoge. Lectura amena pero no exenta de dureza. 

'Los hijos de Shifty' (Sajalín), de Chris Offutt.