Con arias de Rossini, los cantantes líricos Plácido Domingo, Rolando Villazón y Cecilia Bartoli entusiasmaron este viernes en la Ópera de Viena, en una gala benéfica para ayudar a "niños fantasma", como se les llama a los menores sin certificado de nacimiento. Un modesto tocador y un diván fue la escenografía para los grandes protagonistas, que, junto a la Ópera de Montecarlo y la orquesta titular del Principado de Mónaco como invitados de honor, levantaron al público de sus asientos hasta en tres ocasiones.

El concierto dedicado a las composiciones del maestro italiano Gioachino Rossini puso fin a la primera serie de actuaciones de la mezzosoprano Bartoli en el prestigioso escenario vienés, donde entusiasmó con varias coloridas arias, cantadas a dúo con los tenores Plácido Domingo o el joven Levy Sekgapane. El de Fígaro, de 'El Barbero de Sevilla', interpretado por el barítono italiano Nicola Alaimo, desató la euforia de un público entregado desde el principio del evento, que abarrotó la sala y vitoreó con entusiasmo cada pieza del gran maestro del belcanto.

Antes del descanso, Domingo interpretó en solitario el 'aria de Tell', visiblemente emocionado, llevándose la mano al corazón en varias ocasiones durante la representación. Entre vítores terminó también el mexicano Villazón en la piel de un Otello orgulloso y vacilante, que termina con la vida de Desdémona, encarnada por una gran Bartoli que eclipsó la gala. Por el diván solitario colocado en el medio del escenario pasó Ildebrando D'Arcangelo, bajo-barítono italiano que encarnó a Don Basilio, también del 'Barbero de Sevilla'. Junto al Coro Filarmónico de Viena, el tenor uruguayo Edgardo Rocha, uno de los mayores exponentes del belcantismo y habitual en las representaciones de Rossini, acumuló aplausos jurando recuperar, como Don Ramiro, el corazón de su amada. En la pieza final, Domingo, que también interpretó junto a Rocha y Bartoli un terceto colorido, se volvió a subir por sorpresa al escenario para despedir la gala con el resto de sus compañeros.

Patrocinada por la Asociación Mundial de los Amigos de la Infancia (AMADE), una organización monegasca para defender los derechos de los niños, esta gala, con la que se cerró el festival 'Rossini Mania', fue inaugurada por el director de la Ópera Estatal de Viena, Bogdan Roscic Además de rendir homenaje al compositor italiano en el segundo centenario de su debut en la capital austríaca, el concierto lírico sirve para respaldar iniciativas que apoyan a niños sin certificado de nacimiento y a sus familias. Entre otros, AMADE promueve "la regularización de niños en países como la República Democrática del Congo, donde las familias reciben multas de 250 dólares si no registran a tiempo a los recién nacidos, un coste inasumible que supone cuatro veces el salario mínimo del país". "Más de 237 millones de niños en el mundo no tienen certificado de nacimiento, y 166 millones no tienen reconocida la ciudadanía en sus países de origen", destaca la asociación del principado, dirigida por la princesa Carolina de Mónaco. Según UNICEF, "uno de cada tres niños menores de cinco años nacidos en el mundo nunca ha sido registrado".

Como hace doscientos años, la fiebre de Rossini se apoderó de los asistentes a la Staatsoper, que se resistían a marchar y pedían insaciables propinas, en una fiesta que terminó con la famosa canción napolitana 'O sole mío' y una Bartoli entregada repartiendo los grandes ramos de flores recibidos entre sus compañeros.