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MÚSICA

Jorge Drexler: "El piloto automático es el principal enemigo de la vida"

El músico uruguayo, que actuará en el Mallorca Live Summer, en el Antiguo Aquapark de Calvià el próximo día 21, confiesa que le "encanta el patrón rítmico del reguetón"

Jorge Drexler.

Este 2022 cumple 30 años en el mundo de la música. ¿Cómo lo está celebrando?

No soy muy amigo de las efemérides ni de los aniversarios. No me había dado cuenta de lo de los 30 años hasta que alguien me recordó que se cumple ese tiempo desde la salida de mi primer disco [La luz que sabe robar]. En realidad yo siempre sentí que fue en el año 89 cuando empecé con esta profesión, a escribir canciones y a tocar en vivo. Pero sí, impresiona mucho, porque son muchos años. No estoy haciendo nada en particular para celebrarlo, más allá de asumirlo, reconocerlo y estar feliz con eso. Prefiero mucho más el presente que el pasado. La mejor manera de celebrar un pasado es dejándolo en su sitio. Escribir canciones nuevas es lo que más me gusta. Si te fijas nunca he hecho un disco de grandes éxitos. La única vez en mi vida que he regrabado material fue para Cara B, un disco doble de canciones raras, un disco experimental.

Camina o revienta, o en su caso, camina y reinventa. ¿Qué significa para usted la experimentación, una constante en toda su obra sonora?

Me gusta mucho la imagen esa de camina y reinventa (risas). La experimentación es un sinónimo del proceso de la vida. La vida es un equilibrio dinámico, no está quieta en ningún momento, siempre moviéndose y enfrentándose a situaciones nuevas. Experimentar es probar lo que hay a tu alrededor y actuar en consecuencia con lo que encuentras. Experimentar es evitar el piloto automático, que es el principal enemigo de la vida y de cualquier actividad creativa. 

Me asparán si no le pregunto qué ha preparado para Mallorca.

He preparado una banda maravillosa, muy fogueada, integrada por tres hombres y tres mujeres. Es la primera vez en mi vida que llevo una banda en la que hay el mismo número de hombres y mujeres. Es como si el pequeño círculo del escenario reflejara demográficamente el gran círculo del público. Me tiene muy feliz. Esto también es un experimento, una manera nueva de ver la música, las giras, las colaboraciones… Tengo una teclista maravillosa, Meritxell Neddermann, de Barcelona; Alana Sinkëy, de Guinea-Bisáu, en voces y percusión; Myriam Latrece, de Madrid, también en voces y percusión; Javier Calequi, de Buenos Aires, a la guitarra y voces; Carles ‘Campi’ Campón, también de Barcelona, al bajo eléctrico y programaciones; y el gran Borja Barrueta, de Bilbao, que toca conmigo desde hace 17 años, a la batería. Todos tienen un proyecto propio solista muy exitoso, con lo cual es un privilegio para mí que lo abandonen para irse de gira conmigo.  

¿El público tiene que venir preparado para el baile?

El concierto tiene una última parte en la que hasta ahora siempre se ha puesto de pie el público. Les recomiendo que se traigan las zapatillas para bailar. Bailar es una actividad humana esencial, importantísima, una de las que involucra más áreas del cerebro. Muchos nos hemos criado en sociedades donde el baile no es lo habitual y lo espontáneo. Tú vas a Venezuela, Colombia o África y ves que todo el mundo baila desde chiquito en todo momento: en la cocina, mientras charla o festeja, en los cumpleaños… Muchas veces hemos pensado que actividades como la lectura, que también es maravillosa, son más importantes. Pues no. La lectura es muy importante, pero también lo es bailar. Bailando se mueve el cerebro entero: el cerebro de la coordinación, el afectivo, el racional, el motriz… Es una actividad que lo conecta a uno con su cuerpo y también con el de los demás. Yo lo defiendo porque soy un hijo de la dictadura uruguaya. Me crié en un entorno en el que no se bailaba, y he notado esa carencia cuando me hacía mayor, he notado el bloqueo ese en el cuerpo, que tuve que trabajar conscientemente para quitarme de encima a la dictadura de los últimos reductos que tenía ocupando en mis articulaciones. 

Su concierto tendrá lugar en el antiguo Aquapark de Calvià, donde hace unas semanas triunfaba C. Tangana, ante más de 25.000 personas. ¿Qué admira del madrileño, con el que lleva varias colaboraciones, como la de Tocarte?

Me gusta mucho cómo escribe, la visión artística que tiene en general, cómo envuelve sus canciones en una visión estética, que es muy clara, desde el vestuario a los videoclips, también el montaje escénico. Mi hijo Pablo está de gira con él, a los teclados. C. Tangana tiene la impronta del rap, el flow rítmico en la escritura de textos, y suele producir melodías muy interesantes. Escribir con él ha sido una experiencia muy importante, de la cual he aprendido mucho. 

A diferencia de muchos que no militan en la música urbana, usted es un defensor del trap y del reguetón.

A los que no les gusta la música urbana les recomiendo que un día vayan con orejas abiertas a un lugar en el que la gente esté disfrutándolo y recuerden cómo bailaban cuando tenían esa edad. Hay que dejar que la música te entre en el cuerpo. Cada generación tiene su manera de expresar su sexualidad y volcarla en el baile. A mí me encanta el patrón rítmico del primer reguetón, sobre todo el de Tego Galderón, y también el último disco de Bad Bunny, un discazo. Ese patrón rítmico es muy antiguo, recorre todo el norte de África, lleva con nosotros mucho tiempo, tiene realmente mucha fuerza y el golpe de en medio te hace quebrar la cadera y produce esa sensualidad. 

¿Alguna vez se ha sentido idolatrado?

Sí. Hay gente que tiene esa actitud frente a uno. Si está a mi alcance yo intento desmontar eso, y de hecho lo he conseguido bastante. No pido la idolatría para mí ni la respondo. No tengo club de fans, no me gusta el concepto fan. Ya hay bastante fanatismo en el mundo como para ir generando uno mismo más fanatismo. La idolatría es un tipo de fanatismo, es una simplificación de una persona, solo se puede idolatrar a alguien que no se conoce. Como decía Caetano Veloso: "De cerca nadie es normal". O como decía mi maestro Antonio Escohotado: "Cuanto más te acercas a una persona, no es más sencilla, es más compleja". Con la idolatría se simplifica a la persona.  

¿Quién fue su último héroe?

Antonio Escohotado. Le visité en Ibiza poco antes de que muriera. Además de mi amigo fue mi héroe, por la manera en que encaraba la vida, por la idea profundamente arraigada que tenía de libertad. Nunca conocí un cerebro como el suyo y no creo que vuelva a conocerlo. Con él murió una manera de entender el mundo profunda y reflexiva. Antonio dedicaba doce horas del día al estudio, de lunes a domingo, toda su vida. Su memoria era prodigiosa, asimilaba todo lo que leía. 

Jorge Drexler, músico.

¿Por qué se ha decantado por los conceptos de Tinta y tiempo para dar nombre a su último trabajo?

En realidad son tres. El tercero está en la portada del disco y en la escenografía del concierto, y es la hoja en blanco. Tinta y tiempo es una canción sobre el acto de componer canciones. "Lo que dejo por escrito no está tallado en granito", canto en ella. Lo mismo que hablábamos de la idolatría: no seas idólatra de ti mismo. Lo que escribes son presentimientos que sueltas en el viento. No lo digo como un ejercicio de falsa humildad. A mí me gusta escribir canciones, lo hago desde hace mucho tiempo y creo que lo hago bien, pero no puedo escribir si estoy pensando en el peso de 30 años de carrera y 14 discos. Deja que la tinta y el tiempo hagan su trabajo. Vuelca tinta en la hoja en blanco, escribe, escribe, que lo que tenga que ser escrito se escribirá. Hay que asumir que uno no comanda en la composición. Yo no sé de dónde viene una canción. Ni tengo el control ni depende de mí. Leonard Cohen dijo: "Me quité un peso enorme del alma, porque me di cuenta que el amor no estaba bajo mi control". La ilusión de control esclaviza. Somos entidades caóticas y hay que aprender a surfear arriba de ese caos.

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