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Entrevista

Joaquín Reyes: "Uno debe ser responsable de sus bromas y, además, defenderlas"

"En este espectáculo pongo en valor el ADN de mi humor", afirma el monologuista

Joaquín Reyes actúa en La Rambleta. / L. HUEDA

Dice que lo que pretende «que la gente se divierta y se evada» viendo «Festejen la broma», el espectáculo que, desde hoy y hasta el domingo, se puede ver en La Rambleta. Joaquín Reyes define su espectáculo como una «wamalgama de chorradas».

-Actúaescribe, dirige... ¿cuántas cosas es capaz de hacer a la vez?

-Soy casi un hombre del renacimiento. Sí, hago muchas cosillas. También, cuando empezamos a hacer La hora chanante en Paramount nos pedían que hiciéramos un poco del todo; que fuéramos capaces de escribir, de interpretar, de dirigir y eso ha marcado mi carrera porque, gracias a eso, me he podido dedicar a varias cosas. Me siento muy afortunado porque he podido desarrollar mis distintas facetas y, además, la gente las valora. Visto así, hago muchas cosillas diferentes.

-Para ser monologuista hay que tener un bagaje cultural importante.

-¿Sabes lo que pasa? que el monologuista suele ser guionista. Escribimos nuestro propio material y eso al final marca tu carrera. El monologuista es un tipo de cómico diferente.

-Usted que tiene que estar empapándose de la actualidad para trasladarlo a sus espectáculos, ¿tiene tiempo para desconectar?

-Cuando escribo trato de observar a mi alrededor y sacar punta de las cosas para escribir las mejores bromas. Los cómicos estamos pensando en chorradas casi siempre , en ese sentido, no descansamos.

-«Festejen la broma». El título del espectáculo suena a orden.

-Me gustaba por eso, porque es una especie de orden para el público. Es como decirles que se tienen que reír y celebrar mis bromas, pero también se lo pueden tomar como una especie de llamamiento a la acción. Vivimos en un momento con muchos problemas y la gente no lo está pasando del todo bien y, este llamamiento, es una manera de decir, ‘vamos a reírnos todos un poco’.

-Dicen que lo suyo es un humor inteligente. ¿Hay grados?

-Mejor que digan que es un humor inteligente a que te digan que es de sal gorda. Inteligente es la gente, sobre todo. Pero si que hay diferente niveles de lectura. En las bromas hay varias capas.

-¿Y en qué capa está usted?

-Me muevo con cierta libertad. Uno marca sus propios límites. Es una cuestión de criterio. A mí me gusta verlo así porque cada uno debe ser responsable de sus bromas y, además, defenderlas. Yo hay cosas que no escribo o digo porque creo que se pueden malinterpretar.

-O sea, que se autocensura.

-No, no percibo esa presión. Yo escribo con libertad. Lo que sí pasa ahora, que antes no ocurría, es que existen las redes sociales y las críticas se expresan ahí y suenan más. A veces, en la redes, las críticas son directamente insultos. Pero oye, es el mundo en el que vivimos ahora y con el que tenemos que lidiar.

-Lo que no deja de ser curioso es que, necesitamos reírnos y cuando lo hacemos, cuestionamos de qué nos reímos.

-Lo que pasa es que, antes, las críticas no se expresaban públicamente. Si hay bromas que molestan tampoco pasa nada. Si uno lo que ha buscado es ofender, que acarree con sus consecuencias y, si no es así, a lo mejor tiene que revisar su humor. Todos evolucionamos, para bien o para mal.

-¿Hay un doble rasero para cuestionar según qué cosas según quién lo dice?

-En general, y en la comedia, las mujeres lo tienen más complicado. Hasta hace no mucho había un debate sobre si las mujeres eran graciosas o no y eso me parece un disparate. ¿Qué si es graciosa? pues depende, unas sí y otras no. Alguien se plantea la pregunta ¿es el hombre gracioso?

-Me viene al hilo un tuit suyo apoyando a la ministra de Finlandia.

-Es que éste ha sido un tema de puro machismo.

-¿Cómo gestiona la popularidad?

-La mía es una fama llevadera y no es asfixiante. Sé que soy conocida, pero no me agobia. Creo que es una cuestión de cantidad, si estas cenando y se te acercan dos personas, no pasa nada, el problema es cuando se te acercan cien. Eso sí que condiciona porque es difícil de gestionar.

-Cuando los jóvenes lo señalan como su referente ¿qué piensa?

-Es muy halagador. Es bonito que el trabajo que uno hace, en gran parte televisivo y por ello para mucho público y efímero, se recuerde. Me gusta, no te voy a engañar. Es cierto, y no me gusta presumir, que hemos marcado a una generación por hacer un humor diferente, y con una manera de presentarlo distinto, a lo que había.

-Y usted, de jovencito, ¿qué quería ser de mayor?

-Dibujante, o más exactamente, ilustrador, una profesión que se suele desarrollar en soledad y no tiene nada que ver con lo que he acabado haciendo. Lo que más me gustaba y me sigue gustando es dibujar. Me encanta.

-Los ilustradores son muy preciosistas. En el humor, ¿es muy exigente con usted mismo?

-Acepto mis defectos y las cosas que me salen mal bastante bien. Me suelo fijar más en lo que me hace bien que en lo que no, pero de todo hay que aprender. La gente que es muy exigente con ella misma, al final, no disfruta con lo que hace y yo soy de los que se siente satisfecho con lo que hace y he hecho. Ser muy exigente, al final, es insoportable.

-Para el que aun no lo tenga decidido, ¿de qué va «Festejen la broma» ?

-Es la vuelta al monólogo, al formato del stand up, que es con el que empecé en la comedia. Había jubilado ya mi material y es nuevo porque he cambiado. El monólogo articula el espectáculo y, en un momento, me acompaña un muñeco y hago de ventrílocuo. Es un monólogo en el que pongo en valor el ADN de mi humor.

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