¿Qué es el estilo de un artista? ¿Es solo un conjunto de técnicas, trazos y colores o más bien son las ideas que hay detrás? Es decir, qué es lo que diferencia a Picasso de todos los demás, ¿son sus formas cubistas o su manera de contar la tragedia de Guernica?

La suma de ambos, seguramente, sea lo que termine por definir a un artista. Por eso, a personalidades consagradas como Van Gogh, Warhol o Klimt, nadie puede robarles nada. Su identidad es tan reconocida que son ellos mismos los que aportan un valor añadido a su obra.

Desde hace poco tiempo, sin embargo, es a artistas emergentes como Simon Stålenhag o Manuel M. Romero a los que el desarrollo de la tecnología puede quitarles una parte muy importante de aquello que les diferencia.

Hablamos de la inteligencia artificial y sus posibilidades a la hora de copiar la parte técnica de un estilo artístico que les hace únicos.

Lo que empezó hace un par de años con el robot pintor Ai-DA, que planteó la duda de si la creatividad es una cualidad exclusivamente humana, ha derivado ahora en inteligencias artificiales cada vez más refinadas como DALL-E, Stable Diffusion o Midjourney. Conciencias digitales que se nutren de millones de datos y que, con el alimento suficiente, pueden llegar a copiar el estilo técnico propio de un artista y crear nuevas obras en base a él. Obras de las que no se lucra económicamente el creador del estilo sino el propietario de la inteligencia artificial o el que se las encargó hacer.

"Si tú le enseñas los cuadros de Picasso a una inteligencia artificial, por ejemplo, será capaz de reproducir su forma de hacer las cosas. A eso le sumas millones de datos sobre gatos, edificios, playas... todo lo que se te pueda llegar a ocurrir y tendrás una máquina técnicamente capaz de crear un cuadro con el estilo de Picasso sobre lo que tú quieras", explica a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, diario que pertenece al grupo Prensa Ibérica al igual que este medio, Andrés Guadamuz, profesor de la Universidad de Sussex especializado en Propiedad Intelectual.

Hacemos la prueba y le pedimos a la inteligencia artificial Midjourney, la más sencilla de utilizar, que cree un composición. La fórmula, que recuerda al deseo que se le pide a un genio, empieza así: "Imagina un campo amarillento con molinos de viento en el que estén Don Quijote, Sancho Panza y el ogro Shrek con los estilos de Picasso y Van Gogh". A los de Warhol y Dalí solo les pedimos un retrato del personaje de DreamWorks.

En menos de 30 segundos arroja cuatro versiones entre las que elegir para cada uno de nuestros deseos, y, a pesar de que no son perfectos, resulta sencillo identificar a qué artista corresponden:

¿Pintó Picasso a Shrek? La inteligencia artificial puede robar el estilo de un artista y no es ilegal.

Sin embargo, a pesar de que parece claro a qué paradigma visual corresponden, ninguna de esas imágenes pertenece a Dalí, Warhol, Van Gogh ni Picasso, sino a Alberto Muñoz, la persona que se la encargó a Midjourney. El estilo no es de nadie, pero las obras resultantes sí.

Los artistas emergentes, desprotegidos

Así, con la tecnología alimentada de la forma adecuada con el estilo que se busca, ya no es necesario tener el talento técnico para crear, sino simplemente la idea y una inteligencia artificial capaz de llevarla a cabo. Y aquél que creó la estética no tiene derecho a reclamar nada aunque se mercantilicen esas creaciones.

“Los artistas están completamente desprotegidos ante esto desde el punto de vista legal. La ley no protege la forma de hacer las cosas o las sensaciones que transmita una creación, sino simplemente la obra en sí”, añade Guadamuz, que tiene un blog en el que plantea debates éticos y artísticos alrededor de la inteligencia artificial.

En este sentido, ni siquiera Warhol, Picasso o Dali, tres artistas que siguen siendo propietarios de los derechos de sus obras aunque hayan fallecido, corren peligro de que las inteligencias artificiales les roben nada. Buena parte del encanto de su arte es que haya sido creado por ellos, y la difusión de su estilo propio no pone en riesgo, sino en valor, las obras que verdaderamente les pertenecen.

El problema lo tienen aquellos artistas que todavía están buscando su hueco en la historia del arte. O, simplemente, aquellos que quieren vivir de ello con su impronta personal, como podrían ser por ejemplo los dibujantes de una serie de dibujos animados.

En internet ya se han hecho pruebas con animes japoneses como Evangelion. Al alimentar una inteligencia artificial con otros capítulos de la serie, en teoría los creadores deberían poder seguir la fórmula del genio para crear escenas: "Imagina un personaje luchando contra otro en...".

Pero no solo ocurre con trabajadores integrados en un proyecto determinado. También es el caso, por ejemplo, de Simon Stålenhag, un diseñador gráfico sueco que se caracteriza por sus creaciones distópicas acerca de la integración de la tecnología en la Suecia rural.

A la izquierda en la siguiente composición está una de sus ilustraciones, y a la derecha otra hecha por la comunidad de Reddit en una inteligencia artificial intentando replicar su estilo:

¿Pintó Picasso a Shrek? La inteligencia artificial puede robar el estilo de un artista y no es ilegal.

Su estilo, claramente reconocible, se ha plasmado entre otras cosas en una colección de libros que inspiraron la serie Tales From The Loop de Amazon Prime. Pero, ¿qué pasaría si alguien fuese capaz de replicar la estética que él propone y empezar a comercializar con ella?

Eso es lo que se planteó Guadamuz, que decidió publicar en Twitter una serie de imágenes con el estilo técnico de Stålenhag para intentar concienciar de los riesgos que plantean las inteligencias artificiales para los artistas desde el punto de vista de la propiedad intelectual.

"La única forma que tienen para protegerse es solicitando expresamente que sus obras no sean utilizadas para enseñar a una inteligencia artificial, es una legislación que aprobó la Unión Europea en 2019", explica el profesor de la Universidad de Sussex.

"No debería preocuparnos"

Stålenhag, que en un primer momento no se tomó bien que Guadamuz versionase su trabajo por medio de una inteligencia artificial –como tampoco lo hicieron sus seguidores–, terminó aceptando las posibilidades artísticas de experimentar con la tecnología y planteó que, en cualquier caso, la historia del arte no es sino una constante influencia entre creadores.

Un punto de vista que comparte el pintor español Manuel M. Romero, que además apunta el hecho de que el estilo de un artista se compone de algo más que trazos y colores.

Él, que apuesta normalmente por una paleta monocromática y formas sencillas, por lo que es más difícil de copiar que el arte figurativo, asegura que la historia de un cuadro va más allá de lo que se ve a simple vista.

"Los artistas tenemos que preocuparnos bastante poco de todo esto, pues en realidad lo que copia es solo una forma de hacer. La obra de arte tiene muchos añadidos que dan valor, se trata de un proceso dinámico donde cobra importancia lo que sucede en el estudio, la relación del artista con los materiales, con el espacio... Por ejemplo, una inteligencia artificial jamás tendrá la capacidad de decidir si la mancha accidental que se ha producido durante el proceso creativo tiene sentido dentro de la composición", explica el artista sevillano a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA.