Esta conversación, penúltima de esta serie que publican los diarios de Prensa Ibérica entre el verano y el otoño, fue la primera que hicimos. Juan Tallón (Vilardevós, Ourense, 47 años), vestido entonces como para despedir la primavera, antes de que empezara el último verano, se sentó ante una resma de todos sus libros, como si fuera a someterse a un examen de sí mismo, cuando en realidad lo que queríamos era que, sobre todo, nos hablara de lo que significaban para él la vida y la literatura, que en su caso son hermanas gemelas a las que trata con una convicción que a veces disfraza de desdén. 

Ese día venía de Ourense, donde tiene su casa (estaba en ese momento de mudanza), con su acento gallego intacto, con el éxito de su libro último, Obra maestra, restallando aún en su estima y también en su esperanza de seguir escribiendo así. Lo emplazamos a que se sentara a hablar en un amplio comedor en el que sólo había agua reciente, muy fría, bajo unos ventanales generosos que dejaban que la claridad casi veraniega permitiera sombras que prolongaban algunos rasgos de su cara, por ejemplo, los de su nariz, que aquel mediodía bajaba hacia su boca y, a veces, incluso se posaba sobre su camisa. 

Hablar con él es mucho más que preguntar, pues sus ojos, mientras responde, también le van preguntando al entrevistador, cuya tarea es más fácil porque él también ha sido un periodista peculiar, alguien que se pregunta a sí mismo y pregunta a los otros sin que ni él ni los otros sepan que lo que hace es interrogarse hacia adentro.  

Su novela Obra maestra ya es una redundancia, pues se refiere a una obra maestra, la del escultor Richard Serra, probablemente robada del Museo de Arte Reina Sofía, y también puede referirse ya a la misma novela. Pues Obra maestra, recibida con la expectación que nació con sus obras anteriores, especialmente con Rewind (como la última, también publicada por Anagrama), en seguida se subió como una serpiente imparable a la estima de lectores de todas las exigencias. 

He aquí lo que le preguntamos y lo que respondió Tallón, que esta semana, por cierto, se estrena como articulista en abril, el suplemento literario de Prensa Ibérica, poco después, además, de que se incluyera en esa nómina de colaboradores el chileno Alejandro Zambra

P. Está usted delante de la mayor parte de sus libros.

R. Delante de mis obras en español. Falta mi obra gallega. Yo empecé a escribir en gallego. Luego El váter de Onetti lo traduje al español y me lo publicaron y, desde entonces, ya no he vuelto a escribir en gallego.

Tallón, ante algunos de los libros que ha publicado. David Castro

P. ¿Lo echa de menos?

R. Sí, pero es que… no pienso demasiado en ello. Tal vez mi siguiente libro se publique en gallego y en español, no lo sé.

P. ¿Y por qué no ha encontrado editor en gallego?

R. No lo sé. Quizás no merecía la pena ser publicado en gallego. Pero, ¿por qué sí en español? Tampoco lo sé. El sistema literario gallego es débil. Bueno, es esplendoroso en el ámbito de la poesía. Pero en el de la narrativa no tanto. Y… voy a dejarlo ahí.

P. Bueno, tiene éxito en español, ¿no está mal, no?

R. Claro que no. Pero ahora se espera que haga algo nuevo. Yo espero que ojalá sea algo nuevo y bueno. Esa ha sido mi vocación siempre: subir la apuesta y girar 180 grados.

P. Todos sus libros son distintos, sí.

R. Es que he llevado una vida literaria muy….

P. ¿Trashumante?

R. Sí. Muy trashumante. Como si no encontrara mi sitio. Quizá porque estaba buscando el camino para llegar a Anagrama. Siempre había querido publicar en Anagrama. Recuerdo que mandé mi quinta novela a Anagrama y Herralde me dijo que no. Pero, bueno, hay que dar rodeos para llegar a los sitios, buscar el modo de aproximarse.

P. ¿Cuál fue ese modo?

R. Escribiendo un libro que me supusiera un reto. Con ambición narrativa y en la escritura. Un día alguien me llamó desde Anagrama y fue un momento… especial, pero frustrante. Porque me llamaron justo cuando acababa de firmar con Espasa. Y pensé: el tren de mi vida acaba de pasar y no he podido subirme a él. Pero pensé: en el siguiente libro. Y sabía del interés de Anagrama y se lo ofrecí y me lo publicaron.

"A mí me han gustado las novelas narradas desde distintos puntos de vista. Pasa a menudo, ¿no? No todos ven las cosas del mismo modo"

P. Rewind. ¿Cómo nació ese libro?

R. Fue un esquema que acabó en novela. A mí me han gustado las novelas narradas desde distintos puntos de vista. Pasa a menudo, ¿no? No todos ven las cosas del mismo modo. Y contar ese desajuste siempre me ha parecido muy atractivo. Así nació Rewind: tenía un esquema y busqué una historia para ese esquema. Al final surgió la explosión de un edificio. Vale, ¿y cuáles son sus consecuencias? Entonces vas echando a la olla ingredientes. De pronto me vi ante una novela sobre el duelo y sobre cómo las personas pueden ser destruidas pero no derrotadas. Es la capacidad de sobreponerse. O no. Porque algunos no son capaces de sobreponerse. Después me di cuenta de que no era una novela sobre cómo nos reponemos a un golpe de vida, sino del amor y la amistad. Y sí, sobre el sufrimiento y la muerte también.

P. Luego llegó Obra maestra, cuya estructura es parecida a Rewind.

R. Es curioso: Obra maestra surgió antes que este y este y este [Tallón señala los libros que hay sobre la mesa], que estos cinco libros. Se me ocurrió en 2009. Comparte estructura con Rewind, como dices, pero no nació de un esquema. Fue el intento de comprender cómo había pasado algo tan asombroso: la desaparición de una escultura enorme y muy pesada. ¡Qué asombro! Fue un suspiro hacia adentro. ¡Pero no encontraba el modo de contarla, Juan! Y, a lo largo de los años, me limitaba a compilar información y luego a recabar testimonios. Un día encontré el modo de narrar y entonces ya todo fue más o menos rápido.

"El estilo está al servicio del libro y no el libro al servicio del estilo. Cada historia requiere de un estilo diferente"

P. Entonces… ¿ya ha encontrado su estilo?

R. Quizás he encontrado en cada novela el punto de evolución del estilo del que he sido capaz. Creo que con la práctica, mi estilo, lo que es la voz, ha ido cambiando. Y ojalá siga cambiando. Para no hacer nunca de tu estilo un estilo. Porque eso es estancamiento. No digo que no se tenga unos rasgos distintivos. Digo que sea más poderoso el cambio. Así que espero que la siguiente novela registre esa tentativa de evolución. Porque a mí me parece que el estilo está al servicio del libro y no el libro al servicio del estilo. Cada historia requiere de un estilo diferente. No puedes estar escribiendo libros distintos de la misma manera.

P. ¿Cómo se sentía mientras llegaba el momento en que la gente ya sabe quién es usted?

R. Siempre he pensado que tenía que perseverar. Pensaba: sigue y quizás llegue tu momento. He contado con el aliento de mi padre: ‘llegarás, llegarás. Tranquilo.’

P. ¿Y ya le dijo: "llegaste"?

R. No.

P. ¿Y usted, a usted mismo, qué se dice?

R. Que nunca es suficiente. Porque quizás tu mérito no está en haber seducido con dos novelas a Anagrama, sino en seguir publicando en Anagrama. Me da miedo que me pueda sentir cómodo y me vuelva un autor que trabaja con confort: no te va mal haciéndolo así, pues sigue haciéndolo así. Eso me da pánico porque me parece que eso conduce al desencanto: Tallón sigue haciendo lo mismo. Pues no. Hay que ser ambicioso y tomar riesgos. Subir la apuesta, como he dicho antes. Las cosas pueden no salir bien, pero eso es preferible a que salgan bien pero como en las otras dos novelas.

P. Pero en sus últimas dos novelas hay simetrías.

R. Es que yo creo que una escultura es un personaje, un ser vivo. En ese sentido, debía contar su vida como la de una persona. Pero no solo contando lo que hace o dice, sino cómo la ven las personas que la rodean. Ampliar el foco, dar contexto. Cuentas la historia de la escultura y hasta de un museo nacional y, de esa manera, cuentas la vida de un país, ¿no? Es complejo, pero si tratas a tus personajes como personas… adquieren atributos reales y creíbles.

P. Todas sus novelas tienen personajes. ¿Por qué se ha entregado a contar la vida de los otros, más que la vida propia? 

R. Bueno, yo no he sido ajeno a esa forma de contar, pero quizá ya ha quedado atrás. Aunque, bueno, aunque uno no se cuente de manera expresa, uno está ahí. Formas otros personajes con retales tuyos. Con lo que has vivido, oído o acumulado. Y eso te ayuda a empujar la novela. Así que uno está en todo, pero derretido. Borrado, tal vez, pero estás.

 

"Soy víctima de un amor irracional por la literatura y por la pasión de escribir y por la fascinación que me generan los escritores"

P. Usted tiene, además, una relación muy empática con sus personajes. Sobre todo si son escritores.

R. Sí. Tal vez soy víctima de un amor irracional por la literatura y por la pasión de escribir y por la fascinación que me generan los escritores. Y eso genera pensar que este es el mejor oficio del mundo. Quizá no lo sea, pero en mi cabeza ser escritor es fascinante. Por eso meto a escritores como personajes de mis novelas. Y trabajo con los nombres reales. Eso ata la novela a un tiempo. Está bien: intento contar el presente.

P. ¿Cómo intuye usted que era Onetti?

R. Un hombre lleno de fantasmas, enigmático, contradictorio, mortificado y… creo que el escritor más importante y genuino y distinto a todos. Yo no creo en eso de los escritores favoritos, pero si tuviese que quedarme solo con uno, me quedaría con él. Por lo que era capaz de hacer con sus personajes, con sus frases… ¡Me hubiese gustado tanto conocerlo!

Juan Tallón, el día de la entrevista. David Castro

P. Pero ahora resulta que Onetti está casi descatalogado.

R. Ya. Bueno, a mí no me afecta porque yo tengo su obra. Pero sí me produce perplejidad cómo la velocidad del mundo no permite detenerse y mirar atrás y rescatar. Hoy, tal vez, un escritor tiene una vigencia de 20 años y nada más. El otro día me preguntaba qué libros de los años ochenta han sido reeditados. Es complicado. Pasan los años y, sobre Onetti, por ejemplo, va quedando más la leyenda que sus libros.

P. Ha nombrado la literatura de hoy. ¿Es difícil encontrar hoy algo que vaya a sobrevivir?

R. La escritura es producto del tiempo en el que se está. Pero hoy hay una velocidad tal, que todo adquiere una caducidad casi inmediata y es difícil pensar qué obras van a sobrevivir. Esto es así. No digo que no haya autores capaces de hacer algo bueno, otra cosa es que resistan el paso de los años. De eso no estoy seguro.

P. Le pregunté a una persona qué destacaría de la literatura de Tallón y me dijo que la empatía que tiene con sus personajes. ¿Eso se debe a que usted tiene una buena relación consigo mismo? 

R. Sí. Tengo una muy buena relación conmigo mismo. No he sufrido golpes de vida. No he experimentado procesos traumáticos, ni en mi entorno, y siempre he querido hacer esto que estoy haciendo. Y sí, mi relación conmigo mismo es perfecta. Eso no quiere decir que no tenga actitudes o comportamiento erráticos. Pero creo que al ser tan feliz haciendo lo que hago, se acaba filtrando al propio libro. Por eso mis personajes, de alguna u otra forma, tienen cierta ternura. Y, sí, quizá eso se deba a que tengo buena relación conmigo mismo.

P. Hay una frase del Che Guevara que dice: “Hay que endurecerse, pero nunca perder la ternura”.

R. Sí. Y yo creo que la ternura hay que hacerla emerger. Porque nos hace sentir mejor. Como que nos cuesta horrores ponernos en el lugar del otro y… ¿por qué hay que incomodar? No digo que dejes de decir lo que pienses, pero ¿por qué haciendo daño?

P. ¿Lo suyo es rabia por la literatura?

R. Sí. Pero es una rabia tierna, domesticada. Es más una pasión.

P. ¿Cómo domina la imaginación para que siempre parezca real lo que cuenta?

R. Siempre he tenido la tentación de la invención: crear algo que no existe o que no ocurrió. Quizá porque, en un primer momento, me seducían los libros con mundos inventados. Bueno, yo creo ficciones pero quiero que se puedan leer como historias reales. Simplemente hay que buscar la fórmula que conecte lo que has inventado con la vida real. Siempre mezclo realidad y ficción con el propósito de que la gente crea que ocurrió así, que simplemente cuento lo que pasó en realidad o rescato las cosas de la memoria.

P. ¿Usted ya se considera un escritor único?

R. Nunca he experimentado el síndrome del impostor. Siempre me he considerado escritor. Y nunca me ha dado vergüenza decirlo. Quizás porque mi primer libro fue en realidad el quinto. O sea: escribí mucho antes de publicar. Ahora bien… ¿un escritor único? Todos los escritores somos diferentes. Y esa es una aspiración que todos debemos tener: ser únicos, ¿no?