Filósofa, activista y docente, Marina Garcés es una de las máximas referencias hoy cuando hablamos o nos referimos a aquello tan injuriado por unos como es el pensamiento crítico. A través de su prolífico trabajo, la pensadora catalana insta a que busquemo el compromiso, la acción y la emancipación a partir de la conciencia de nuestra interdependencia. Ayer sábado, en Vilafranca, participó en las jornadas AVAN, Art i pensament crític a l'interior de Castelló. Con ella hablamos sobre sus más recientes trabajos publicados bajo el sello editorial Galaxia Gutenberg.

A tenor de sus últimos trabajos, Escuela de aprendices, y el más reciente, Malas compañías, hay dos conceptos que, creo, son fundamentales: educación y libertad. Hablando una vez con Rafael Argullol, éste me dijo que la educación tiene un papel importante en lo que considera esencial, la libertad interior. ¿Sabemos hoy lo que significan esos conceptos, lo que simbolizan la educación y la libertad?

Yo pienso que sí: que lo saben muy bien todas las personas que se han visto excluidas de tanto de la libertad como de la educación y que han luchado por ellas. Incluso en sociedades donde el acceso formal a la educación pública y a la igualdad de oportunidades está garantizado formalmente, hay mucha gente que sigue experimentando tanto personal como colectivamente cuáles son las formas de opresión que hacen que estas dos palabras sean campos de batalla en los que están en cuestión tanto los derechos como los imaginarios de la sociedad en la que vivimos.

No sé si hablar de «verdad», porque no sé si tal cosa existe, teniendo en cuenta que cada uno de nosotros posee su verdad y da la sensación de que nadie, o muy pocos, buscan una tentativa de entendimiento con respecto a sus argumentos, sus creencias.

Quizá cada uno tiene su manera de aproximarse a la verdad y de hacer experiencia del mundo, pero la mentira no es relativa y hoy se ejerce impunemente desde muchos ámbitos de la esfera pública, tanto los medios de comunicación como la política. No hay que confundir la pluralidad de puntos de vista con el relativismo y, todavía menos, con la tentación del cinismo.

Usted habla de que la educación es una invitación a tomar el riesgo de aprender juntos, contra las servidumbres del propio tiempo. No obstante, diría que existen demasiadas dudas sobre el aprendizaje mismo como para llegar a esa comunión, a esa solidaridad de grupo.

No creo en ningún tipo de comunión. Pienso que una sociedad está hecha de lo que aprendemos unos de otros, aunque sea desde relaciones de conflicto y de confrontación. Lo que es una mentira es que cada uno puede aprender solo y hacer su vida y su currículum a medida de sus talentos y de su potencialidad. Es la gran ficción del individuo hecho a sí mismo, que hoy tiene su nueva versión en el mundo digital.

«Vivimos bajo la presión de un productivismo que no garantiza ni resultados ni beneficios»

Durante quizá demasiado tiempo se ha desarrollado un sistema en el que la educación ha llegado incluso a disfrazarse de humillación, imponiendo cierto tipo de ignorancia. Se ha creado una sociedad excluyente, cada vez más individualista —Fernando González Placer hablaba de «yoyoísmo»—. ¿Cómo reaccionar, qué pasos podemos dar para voltear esta situación?

El individuo sigue siendo una ficción muy poderosa, pero cada vez más frágil. Cuando muchas voces con poder público dijeron, durante la pandemia, que habían descubierto la vulnerabilidad, ¿qué estaban diciendo? Básicamente, que se les había roto su ficción de inmunidad. Respecto a la educación, está pasando lo mismo. Las élites siguen reforzando sus burbujas en escuelas y en programas cada vez más segregados, pero ¿cuánto tiempo podrán protegerse en un mundo altamente interdependiente, para bien y para mal?

Entrevista a la filósofa Marina Garcés. JORDI COTRINA

¿Cree en la posibilidad de una emancipación intelectual, es decir, que se pueda enseñar liberándose de todo convencionalismo e instando al alumno a que se utilice la propia inteligencia?

No sólo creo en ello sino que pienso que está sucediendo todo el tiempo. Esto no quiere decir que esté pasando para todos ni en todos los lugares, pero hay maestros y maestras, educadores y personas de topo tipo implicadas en la emancipación de unos por otros, o de unos con otros, en muchos lugares y de múltiples maneras. Lo importante es ir más allá del aislamiento y de la fragmentación.

¿Y qué papel juega la imaginación en todo esto?

La imaginación es la facultad de relacionarnos con lo ausente, ya sea lo que no sabemos, lo que han vivido otros, lo que todavía no ha ocurrido o lo que sólo puede ser rememorado. Es una facultad inmensa, que desafía los límites de lo que hay. Nos vincula, además, a otros mundos y vidas posibles. Por eso ha sido menospreciada o capturada bajo la idea de fantasía, de arbitrariedad, de mera fabulación. Aprender es aprender a imaginar, porque todo aprendizaje se da en el límite entre lo que sabemos y lo que no sabemos.

«No hay que confundir la pluralidad de puntos de vista con el relativismo y, todavía menos, con la tentación del cinismo»

El entendimiento y la comprensión, la igualdad, son piezas fundamentales, diría yo, para intentar dar respuesta a una nueva forma de entender la educación, la pedagogía. Pero, quizá, nos hemos vuelto demasiado mecánicos, manipulables. ¿Nos hemos autoimpuesto demasiadas presiones? ¿Hemos creado demasiadas distracciones? ¿Hemos perdido nuestra capacidad de asombro, de renovación y enriquecimiento, o simplemente las hemos confundido en esta época inmediatista?

Vivimos bajo la presión de un productivismo que no garantiza ni resultados ni beneficios. Es increíble. El capitalismo ha conseguido hacernos trabajar, no sólo en las horas de trabajo, y sin prometer nada a cambio. Es pura actividad en la que nos dejamos la piel, la mente y la sonrisa. Tenemos que salir de esta trampa para empezar de nuevo a valorar cuáles son esas actividades que realmente generan valor y de qué tipo.

Para finalizar, ¿pensar para intentar alcanzar un bien común, es todavía una empresa digna que llevar a cabo?

Pienso que el bien privado es una carrera hacia la nada. La nada del sinsentido de cada vida, pero también la nada en la que se está convirtiendo esta sociedad, sus proyectos de futuro y el planeta en el que vivimos. Si queremos seguir jugando a esta carrera loca, ahora ya sabemos muy bien dónde conduce. Sabemos muy bien que hay otros caminos. Otra cosa es que nos atrevamos a andar por ellos. 

'Escuela de aprendices' y 'Malas compañías' son los últimos títulos de Garcés.