Laura Baeza es una joven escritora mexicana que dará que hablar en un futuro no muy lejano. En realidad, ya lo hace gracias a su libro Una grieta en la noche (Páginas de Espuma), finalista del Premio Internacional Ribera del Duero 2022. Con ella hablamos sobre sus inicios, sobre la importancia de la palabra, sobre saltar al vacío...

Quisiera ahondar un poco en tus inicios, en esos primeros pasos que diste en la literatura, cómo te acercaste a ella.

Es algo que siempre quise, algo que tuve en mente. Quizás no escribir, porque no sabía que se podía hacer una carrera como escritora. Yo era muy pequeña cuando empecé a imaginarme muchas historias del momento que estaba viviendo, de mi infancia. Después conocí la literatura ya en de un modo más formal, a través de los libros. Yo me formé en bibliotecas y con el apoyo de mi madre, que me fue consiguiendo poco a poco libros de literatura infantil y juvenil. Entonces llegó la fascinación y más tarde ya vino la escritura de textos breves.

Creo que siempre tuve ese pulso de la escritura de todo tipo. A día de hoy es lo que hago, me dedico al 100% al ejercicio creativo.

Una decisión, la de dedicarse exclusivamente a la escritura, que muchos tildarían de arriesgada.

Con el paso del tiempo te das cuenta de que el panorama es bastante amplio, y puede ser un poco arriesgado pero no imposible, porque si no muchos no estaríamos en esto.

Claro, aunque es, también, una especie de salto al vacío, ¿no? Precisamente, de saltos al vacío en este libro de relatos hay unos cuantos.

Para mí es eso. Para mí estas historias son un salto al vacío, y no sabes cómo vas a caer, o si te vas a quedar flotando un buen tiempo.

«A mí lo que me interesa mucho es la exploración del espacio y mi relación con ese espacio»

De alguna manera, te noquean.

Me gusta el término noquear porque es lo que abre este condesado de textos.

Ese relato donde el boxeo es protagonista, sí.

Exacto, que está muy arraigado en mi país, bueno, en muchos países. Es un asunto de aspiración, de querer salir de un contexto difícil. Muchos de los más grandes boxeadores, y eso que no soy experta en este deporte, vienen de un contexto similar al de mis personajes.

En este relato destaca mucho el lenguaje que utilizas, ese hablar coloquial en el que se imprime un ritmo rápido.

Así vivimos. Yo quería trasladar ese día a día de una ciudad muy grande y convulsa, y con una problemática latente, y también llevarlo como una metáfora con el deporte de contacto, donde el tiempo es importante. La narración me lo exigía. Había que adecuar muchas cosas léxicas también. Este texto es, en este aspecto, otra cosa con respecto a los demás.

A lo largo de los relatos hay muchas presencias pero también muchas ausencias.

Sí, exacto. Hay muchas personas que buscan todo el tiempo. Siempre hay pérdidas pero hay más búsquedas alrededor de todas ellas.

Me pregunto entonces, qué busca Laura Baeza.

Creo que siempre busco algo, busco llenar una parte de mí, una grieta, con imaginación, con sonidos, con palabras… Palabras de cualquier tipo, ya sea contar algo escrito o de forma verbal.

'Una grieta en la noche' (Páginas de Espuma), de Laura Baeza.

Entiendo, por tanto, que tú sí ves la literatura, la palabra, como algo que nos completa, que da sentido al mundo.

Sí da sentido al mundo y es una búsqueda constante. Yo lo concibo como algo necesario. Quizá no me da las respuestas que yo quiero, pero me ayuda a formular otras preguntas y seguir siempre ahondando en el qué hubiera pasado, cómo es, qué hubiera sido…

Ciertamente, además de esas preguntas, que son inherentes a todos nosotros, juegan aquí un papel fundamental las emociones y los sentimientos.

Hay emociones de todo tipo, sí, desde lo más visceral, como en el primero de los relatos, esa aspiración para optar a un futuro mejor, más consolidado, hasta la necesidad de la recuperación de la memoria, que para mí eso es un tema indispensable ahora en la literatura, porque es indispensable en la sociedad.

Así es. La memoria cada vez cobra mayor relevancia. Sin embargo, en ese ejercicio de recuperación de la memoria, siempre hay una interpretación, por lo tanto, la memoria también se distorsiona, generando un juego que es muy interesante.

Sí. Y otra cosa que yo tengo en mente desde hace un buen tiempo, y más con la literatura, es que la memoria siempre es selectiva, y nosotros contamos desde algún punto. La memoria es fragmentaria, porque es selectiva. No podemos traer al presente algo de lo que tenemos muy poca información o resulta incierto. Por eso llenamos esos espacios con imaginación.

Quisiera ahondar un poco en esa relaciones familiares que se suceden en algunos de los relatos, la importancia de la familia.

Creo que quienes provenimos de países hispanohablantes, con una tradición judeocristiana bastante arraigada, vemos en la familia ese bastión. La familia es lo primero, lo que tenemos, y hay que estar siempre en familia, cuando la realidad nos presenta esos núcleos de otra forma, ya no es una familia hegemónica, ya no es una familia ideal o idealizada, sino la familia que nos corresponde o a la que llegamos o a la que sobrevivimos, o podemos disfrutar. No toda la familia es pérdida ni toda la familia es una realidad romántica. Es un organismo bastante complejo y que va a seguir cambiando con el paso del tiempo. Nos vamos alejando de esa narrativa de la familia tradicional perfecta.

«Estas historias son un salto al vacío, y no sabes cómo vas a caer, o si te vas a quedar flotando un buen tiempo»

Otro punto importante es ese marco geográfico donde transcurren los relatos, esa Ciudad de México. ¿Qué simboliza para ti y para tus relatos?

Yo no quiero decir que el libro es una oda a la ciudad porque se despega bastante de la concepción de una oda u homenaje. Para mí es el lugar donde vivo, que me encanta y donde soy feliz, pero también es el lugar que puede absorberte por completo y despersonalizarte. También es un gran abismo que funciona de esa manera. Puede hacer sentir nada, o puede modificarte, o puede darte toda la felicidad posible.

Es lo que tienen las grandes urbes, ¿no?

Puede ser enemigo, aliado... A mí lo que me interesa mucho es la exploración del espacio y mi relación con ese espacio, estar siempre en constante descubrimiento.

Porque uno no termina nunca de conocer ese espacio, y conocerse en ese espacio.

Exacto. Yo veo los espacios también como estados de ánimo. Lo veo en la literatura de otras personas, lo veo en mi vida y trato de llevarlo a mis propios textos.

¿Qué referencias o qué autores/as te han marcado más a la hora de concebir tu propio universo literario?

Constantemente cambio mis lecturas, las exploro, las reivindico. Me gusta mucho la obra de Guadalupe Nettel, Samanta Schweblin, Selva Almada, Mariana Enríquez… Yo siento que en este momento, a partir de los años 2000 en realidad, se están viendo los espacios que habitamos desde el cuerpo hasta el contexto del entorno de la sociedad. Las escritoras lo están interpretando de una forma fabulosa. La concepción de la persona en sociedad, de momento, es lo que más me atrae. Cómo interpretamos y nos interpretamos a nosotros a través de esas rutas físicas y emocionales.

Has mencionado a Guadalupe Nettel y a Samanta Schweblin, dos autoras que forman parte de la familia de Páginas de Espuma como tú ahora. ¿Emociona compartir catálogo con ellas?

Me encantaría pensar que sí. Pero a ellas las veo como excelentes escritoras, un modelo a seguir casi, y que están muy por encima de otras narrativas. Me parecen fabulosas. Constantemente vuelvo a sus lecturas. Luego, el hecho de estar en la editorial por antonomasia del cuento, es algo que todavía estoy tratando de asimilar. Estoy muy feliz y orgullosa, y aunque pueda sonar a tópico, es como un sueño hecho realidad, porque yo vengo del relato corto, así que estar en la gran editorial de relatos es fabuloso.